Bien, vale, dentro de unos meses es posible que vayamos a tener elecciones, o no; pero habría que preguntarse, ¿para que? ¿Cuántos españoles, de los que ve Rivera, van a cambiar el voto? ¿Y cuántos anti españoles lo harán? A pesar de la Gurtel, a pesar de la financiación ilegal, a pesar del chalet de Galapagar, a pesar del Máster de Cifuentes, a pesar de los políticos presos, según unos, o de los presos políticos, según otros, ¿cuántos votantes cambiarán el voto de las anteriores Generales? ¿Valdría de algo que se cambiasen los cabezas de lista? Si a Iglesias le hubieran reprobado sus bases y lo cambiasen, por ejemplo, por Errejon, ¿conseguiría Podemos más o menos votos? Si Soraya o Núñez Feijoo sustituyeran a Rajoy, ¿variaría mucho los resultados del PP? Y así podríamos seguir poniendo ejemplos de todos y cada uno de los partidos, porque la experiencia nos dice que da casi lo mismo que el candidato sea Artur Mas que Carles Puigdemont.
Lo único que hemos sacado de esta moción de censura es el bochorno de ver cómo nuestros políticos han estado anteponiendo sus prioridades partidistas a los intereses generales. Una pena y una vergüenza, ver las actitudes de muchos de ellos, tanto en el fondo como en la forma de sus intervenciones. Pero dentro de unos meses iremos de nuevo votar y a ver si, con un poco de suerte, algunos de nosotros nos decidimos a cambiar nuestro voto, y entre todos logramos elegir un parlamento capaz de encontrar un gobierno más o menos viable (y decente) por el bien de España.
Mientras tanto, ¡Adiós, Señor Rajoy!