Comer o cenar en una de las terrazas de la plaza de Chinchón se puede comparar con hacer lo propio en una de las terrazas de la Plaza Navona de Roma, de la Grand Place de Bruselas o tomarte unos pescaitos en una terraza del Barrio de Santa Cruz o en el de Triána de Sevilla.
A la sombra de las sombrillas, los que nos visitan pueden disfrutar de la amplísima oferta gastronómica que ofrecen los restauradores de Chinchón.
Es pues muy importante que los industriales que viven del turismo se puedan beneficiar de este marco impresionante que es la plaza de Chinchón, y que los que llegan hasta aquí puedan disfrutar también de un escenario tan emblemático para degustar su comida, mientras los niños pueden juguetear por el ruedo, o darse una vuelta en los burro-taxis.
Pero hay también otros intereses que en ocasiones no se tienen en cuenta. Dice la Comunidad Europea que existe la libre circulación de las personas; pues aquí, en Chinchón, no siempre. Es difícil coordinar el derecho de los restauradores, el placentero descanso de los turistas y la libre circulación de los viandantes por la plaza y calles adyacentes, teniendo que ir sorteando mesas y sillas de las terrazas, que añadido a lo irregular del piso, hace que sea una misión casi imposible un relajado paseo por la plaza de Chinchón.
El sábado, a medio día, una señora se cayó al suelo al tropezar en unas piedras al intentar sortear la mesa de una terraza. Afortunadamente todo quedó en un pequeño susto, pero hay que intentar compaginar los derechos de todos.
Por favor, no es tan difícil.