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domingo, 11 de octubre de 2020

RELATOS PARA MAYORES VIII

Y este año, de nuevo, me seleccionaron este relato como finalista. La entrega de premios tuvo lugar en Zaragoza y lo titulé 





 Y EL GANADOR ES...


"Los lunes, miércoles y viernes juego al ajedrez; los martes, jueves y sábados, al golf; los domingos por la tarde veo el partido de fútbol; pero por la mañana sigo siendo el superhéroe que siempre fui. 


Antes de seguir creo que debo hacer alguna aclaración. Ya estoy jubilado de la mayoría de mis actividades. Por ejemplo, yo que jugué al ajedrez con Bobby Fischer, Karpov e, incluso, con José Raúl Capablanca y Graupera -a quien yo mismo bauticé con el sobrenombre de "el Mozart del ajedrez"- , ahora me tengo que conformar con jugar contra el ordenador, lo que me resulta aburrido y tedioso y hasta fastidioso a veces, sobre todo cuando esta máquina infernal me gana en algunas ocasiones. 


Lo del golf es diferente; en eso nunca llegué a ocupar un puesto privilegiado en el ranking, porque empecé a jugar ya de mayor. Hice algunos hoyos con Greg Norman, Jack Nicklaus y José María Olazábal, pero nunca llegué a ser un gran campeón, aunque en honor a la verdad debo confesar, porque muchos no lo saben, que yo fui quien enseño a jugar a Severiano Ballesteros. Ahora juego con la Wi de Nintendo y todavía no he encontrado a nadie que me gane. 


También debéis conocer, para comprender esta historia, que los superhéroes somos inmortales. Y esto sí que es un fastidio. Yo acabo de cumplir los cuatrocientos diez y aunque no me encuentro mal, ya he tenido que casarme ocho o diez veces, ahora no lo recuerdo bien, y llevo ya unos cincuenta célibe, porque a la hora de escoger me he vuelto demasiado exigente. 


Vivo solo y dos veces a la semana viene una asistenta que lo tiene todo muy limpio; pero a lo que íbamos: 


Los domingos por la mañana nos reunimos todos los superhéroes en una cafetería a contarnos nuestras batallitas. Algunos están ya muy mayores; por ejemplo Moisés - que se ha negado en redondo a cambiarse de nombre-, a menos que te descuides, te vuelve a contar cómo se las arregló para separar las aguas del Mar Rojo. A mí ya me lo lleva contado cerca de doscientas veces. 


Lo de los nombres es otra cuestión. De antiguo, cada uno teníamos el nuestro y estábamos todos muy orgullosos de ellos; pero llegaron los americanos y pusieron de moda lo de "Súper", "Increíble", "Maravilloso" y esas horteradas, que aconsejaban sus asesores de imagen, y no tuve más remedio que aceptar el de "Súper Quijano" que me aconsejó mi productor, que es el que se encarga de todo lo concerniente al marketing, que en nuestro oficio se ha vuelto imprescindible. 


Como habrán deducido yo me dedicaba a "desfacer" entuertos, salvaguardar el honor de doncellas indefensas, liberar cautivos, y luchar por las causas perdidas. 


Sólo hay que darse una vuelta por las noticias de los periódicos para ver a donde está llegando el mundo, desde que yo dejé mi vida activa



Y es que los superhéroes mayores ya no actuamos y nos dedicamos sólo a organizar todos los años los premios "Yelmo de Oro" que reconocen los méritos de los que más se han distinguido en las distintas secciones. 


Yo gané uno, ya hace tiempo, con mi "Aventura de los molinos de viento" en la sección de "efectos especiales", en reñida pugna con mi amigo Rodrigo Díaz de Vivar, nominado por su "Batalla ganada después de muerto". El año siguiente gané otro al mejor "guión original", esta vez sin apenas oposición, y otro año estuve nominado en la sección de "grandes epopeyas", pero me ganó Ulises con su "Odisea". 

Este año estoy muy ilusionado porque me van a ofrecer el "Yelmo de Oro" a la trayectoria de toda una vida. Aún hoy, en estas ocasiones, no veáis como añoro a don Miguel cuando tengo que escribir el discurso de aceptación.

sábado, 10 de octubre de 2020

RELATOS PARA MAYORES VII

Al año siguiente, en 2015, decidí volver a presentarme sin desanimarme por el resultado del año anterior, y este es uno de los relatos que envié y que no fue seleccionado.

Lo titulé 





EL VIAJANTE TACITURNO.


"Era un hombre obeso pero, paradójicamente más ágil de lo que su aspecto podría presagiar. Llegó al andén cuando el tren empezaba a moverse. El jefe de estación había hecho sonar el silbato de las salidas apresuradas y por debajo de las ruedas de acero se escaparon los suspiros de la máquina con achaques, a punto de jubilarse. Saltó a la plataforma de la escalerilla y de allí al pasillo del vagón, atenazando su maletín de piel con goteras en el que debía guardar los restos de su vida nómada y monótona, por la forma en que lo apretaba entre sus brazos. 

En el departamento de la izquierda, detrás de la puerta que se descorría sola cuando el tren subía una cuesta, estaba la niña jugando con su caja de música, que abría y cerraba con parsimonia mientras se recogía los tirabuzones pajizos que caían de su sombrero con cintas desdibujadas. Estaba sola y el hombre que era demasiado ágil para lo grueso que estaba, se sentó a su lado. Los cordones de sus zapatos estaban a punto de empezar a llorar y tenían que saltar constantemente para que las suelas no los pisaran. Su traje tenía las arrugas típicas que ocasionan las perchas de plástico que suele haber en las fondas de techos con lepra y en los moteles de carretera que no va a ninguna parte.

Se intentó arreglar el nudo de la corbata, que tiempo ha tuvo ínfulas de grandeza y ahora se empezaba a despintar por momentos, y susurró algo a la muchacha que le miró con sus ojos de hospicio azules pensando, sin duda, que aquel hombre no era totalmente desconocido para ella. El confesó que se habían visto por lo menos tres veces; la primera cuando el hombre de tez morena y rasgos árabes la cepillaba los dientes en el aseo de la estación de cercanías ya muy lejana, la segunda cuando desayunaban en la barra de aquel bar sin nombre donde los camareros coleccionaban fotografías de sus clientes, y la última cuando viajaba en tranvía con el hombre que parecía llevar zancos y que entonces él pensó que debía ser su padre.

El hombre del traje con arrugas asimétricas y la corbata despintada, abrió su maletín lleno de ilusiones desgastadas y sacó una toalla empapada de polvos de talco, un espejo que no reflejaba su rostro cansado, un peine sin púas, un mapa sin ríos ni montañas, un cierre sin llave y un timbre insonoro que, según dijo, se había vendido muy bien para casas sin puerta. Debía ser viajante y regresaba a casa después de una semana más de tratar con gentes con el alma anestesiada y dormir en pensiones con vistas a los anuncios de Coca Cola.

La niña cogió el mapa y señaló un punto indefinido en el norte de África, él negó con la cabeza y no volvió a decir nada. Su cara era tan triste como la melodía de la cajita de música que la muchacha hacía sonar cuando callaba el silbido del tren al salir de las estaciones en las que solo habitaban los fantasmas. Por fin, ella le dijo algo al oído y él asintió.

Cuando el tren volvió a parar porque se habían terminado las vías, los dos, cogidos de la mano, bajaron al andén, donde nadie les esperaba. El reloj redondo y algo afónico que colgaba sobre la puerta de la sala de viajeros de vuelta de casi todo, marcaba las dos y diecisiete minutos, era de noche y terminaban de caer las últimas gotas de una tormenta que se había montado ya en un tren de mercancías con destino a las tierras del norte, donde el hombre del tiempo había pronosticado una gran perturbación.

jueves, 8 de octubre de 2020

RELATOS PARA MAYORES VI

Y este es el Segundo de los relatos presentados en el año 2014, titulado

EL REGRESO.

Cuando ella regresó, yo ya no estaba allí. 

Anduve perdido mucho tiempo corriendo por entre penas y ansiedades hasta que se me secaron las lágrimas que no me había dado tiempo a derramar, mientras el tren me llevaba de una estación a otra, con la esperanza vaga y desesperada de volverla a encontrar. 

De ella nunca supe nada. Desde que se marchó, parecía que se había volatilizado en el aire y solo me quedaba su recuerdo en las viejas fotografías que seguían colgadas en las paredes desoladas de mi alma. Paredes que iban cayéndose en desconchones de humedad y de tristeza y que pedían a gritos una mano de pintura o, al menos, una impregnación del optimismo que un día compré en una tienda de drogas al por mayor y que almacenaba en mi alacena en espera de que llegaran tiempos mejores. 

Y eso después de tantos y tantos años de felicidad. Nos conocimos cuando aún nuestras mentes eran vírgenes y nuestros cuerpos resplandecían de juventud y del amor alegre que solo nace entre amantes inocentes. Aunque todos nos habían advertido que lo nuestro no tenía futuro, nosotros cerramos nuestros oídos a los malos presagios y solo escuchábamos los cantos de sirena que a diario entonaban nuestros corazones. 

Con su cebolla y mi pan caminamos juntos y ninguno de los dos sentíamos el hambre de la necesidad porque nuestros espíritus se sustentaban solo de promesas etéreas y de las sensaciones que nuestros sentidos nos iban descubriendo en el lento recorrido por nuestros cuerpos que despertaban día a día al conocimiento de unas nuevas experiencias que ninguno de los dos había soñado que pudieran existir.

Y nuestros espíritus fueron perdiendo su virginidad y nuestros cuerpos se acostumbraron a las caricias que poco a poco se iban mecanizando, hasta que mis besos perdieron el calor y en sus ojos se fue apagando la luz.  

Y ella pensó que así ya no podía vivir. Una madrugada, cuando entre la bruma de la montaña se desperezaban los todavía fríos rayos del sol, ella desapareció de mi casa y de mi vida. Ni una nota garrapateada en una hoja de cuaderno, ni una palabra antes, que pudiese presagiar su adiós definitivo del día siguiente. Nada. Quizás una mirada de soslayo que se escapó de sus ojos o el rictus de melancolía que se deslizó por sus labios, pero que yo, ayer, no supe interpretar. Y yo dormí esa noche envuelto en las redes de la monotonía y en el limbo de la rutina en que se había convertido nuestra otrora ilusionada convivencia. Después el lecho ya frío y las sábanas apenas sin arrugas que en un principio no parecían decirme nada. Luego faltó el olor a pan tostado y a café humeante; el sonido de su cantar y el sonar saltarín de sus pasos que apenas si parecían tocar el suelo. Y después sólo silencio. Luego incertidumbre, desconcierto, incredulidad. Al final, una dolorosa sensación de culpabilidad y desesperación. Nadie había visto nada. No faltaba nada y de su mesilla de noche solo había desaparecido la cinta de su pelo, pero había dejado el anillo que yo la regalé aquel primer aniversario cuando todavía la pasión se podía adivinar en la mirada de sus ojos.



Y pasaron días, horas de angustia, minutos y segundos que parecían eternos y esperanzados de sus noticias que nunca llegaron. Meses después, mi largo peregrinaje por tierras desconocidas y lugares lúgubres sin noticias suyas. Ni una carta, ni una llamada, ni un mensaje, nada. Sólo una vez alguien me dijo haberla visto paseando por una playa entre olas de espuma y olor a salitre. Cuando yo llegué, ella ya no estaba allí ni nadie supo darme noticias de su estancia junto al mar.

Y poco a poco el tiempo fue borrando de mi memoria su pelo y su figura. Sus ojos se fueron apagando y sus manos se iban desvaneciendo como diciendo adiós camino del horizonte. Sus labios habían perdido la color y el olor de su cuerpo se había ido escapando por las rendijas de mi memoria. Sólo quedaba su olvido desdibujado entre las hojas de un diario que encontré camuflado en los papeles del escritorio y que ella abandonó cuando ya nuestro amor había dejado de ser importante para ella. 

Con el tiempo perdí toda esperanza y cuando mi vida dejó de tener sentido, convine que era hora de morir. 

Años después, cuando ella añorando tiempos pasados decidió regresar, yo ya no estaba aquí.

miércoles, 7 de octubre de 2020

RELATOS PARA MAYORES V

Al año siguiente; en 2014, animado por el éxito de los años anteriores, me volví a presentar al concurso con dos relatos, aunque ninguno de ellos fue seleccionado como finalista. Este primero, al que guardo un especial cariño, lo titulé 





EL CIELO DE LAS AMAPOLAS

"Yo nací en un prado, a finales de un mes de abril en el que las lluvias habian llegado con anticipación. Recuerdo muy poco de mis primeros días de existencia. Tan solo que eran mis vecinas unas flores de pequeños pétalos blancos y un corazón redondo de color amarillo, que creo recordar que las llamaban margaritas. Justo a mi lado crecían un pequeño cardo, que era muy agradable en su trato pero poco delicado en las distancias cortas, y una pequeña espiga de trigo, que había madurado muy deprisa y estaba demasiado espigada para su edad. A nuestro alrededor, corrían a diario unos niños muy grandes que resultaban peligrosísimos porque al menor descuido te podían aplastar y dejabas de existir.

Y ese fue mi primer trauma infantil. Aunque nadie me lo advirtió, pronto llegué a la conclusión de lo pasajero de mi existencia. Eran tantos los peligros que me acechaban, que ya era difícil subsistir un solo día, y llegar a un mes sólo se podía conseguir si el destino te había rodeado de peñascos o de ortigas, a las que nadie quería acercarse. Y aún, si lograbas sobrevivir, la esperanza de vida no sobrepasaba, apenas, unos pocos meses.

Como digo, ese mes de abril en que nací, había sido lluvioso casi en de- masía y unido a que los vientos habían soplado con generosidad el mes anterior, llegamos a un mes de mayo exuberante en el que los colores de las plantas ponían el marco adecuado para escuchar los sonidos de la primavera, con los gorjeos de los jilgueros, el silbo aflautado de los mirlos, el grito estridente de los vencejos o el trisar chillón de las golondrinas. Pero todo entonces, era efímero; bello, sugerente, y entrañable, pero de- masiado breve. Nadie podía asegurar que cuando el sol apareciese detrás de las montañas alguno de nosotros seguiría viviendo.

Yo me quejé a un olmo cercano. Él era sabio y tenía más experiencia de la vida porque Yo le pregunté si había también un cielo para los olmos, y otros para las margaritas y para las espigas de trigo, y para las azucenas, que había oído que eran unas flores preciosas; incluso también para los cardos, las ortigas y para esos niños tan grandes que todos los días estaban a punto de aplastarnos. También debería haber, pensé, un cielo para las hormigas, y para las luciérnagas que nos iluminaban por la noche, y para las abejas que traian y llevaban nuestro polen y hacían una miel riquísima, y para los gusa- nos, los colibríes, los gorriones y los murciélagos, aunque a mí no me gustaban porque se parecían demasiado a los ratones... Pero me dijo que no; que sólo era para las amapolas. Porque las amapolas somos flores sen- cillas, sin pretensiones ni aires de grandeza.

Allí en nuestro cielo, me contó el viejo olmo, viviríamos para siempre, y el rojo color de nuestros pétalos se mantendría para siempre brillante y lozano, como ahora luce entre las margaritas, las correhuelas de color rosa, las amarillas estrellas de mar, las flores del camino con su precioso color malva, las candeleras, los dientes de león a quienes el viento hacen volar sus vilanos como pequeños paracaídas blancos, y las demás floreci- llas silvestres que viven a mi alrededor y que, como yo soy aún demasiado joven, no he logrado aprender sus nombres.

No me lo llegué a creer del todo. Era demasiado bonito y no era justo. Yo pensaba que las margaritas, que también eran flores sencillas, y todas las demás, aunque no conociera su nombre, también deberían tener un cielo, aunque estuviese aún más lejos del horizonte donde se esconde el sol.

Debo confesar que lo de que no hubiese cielo para los gusanos y para los murciélagos no me pareció mal del todo, pero no podía quitarme de la cabeza que mis amigas las margaritas, las de corazón amarillo y pétalos blancos, no tuviesen también un cielo como el nuestro y llegué a pensar que podríamos hacerlas un sitio para compartir con ellas nuestro propio cielo...

Aquella noche, antes de dormirnos, el viejo olmo me aseguró que vendría alguna vez a visitarme al cielo de las amapolas y esa noche soñé con estrellas relucientes y hasta me pareció que la luna se acostó a mi lado hasta que el sol vino a despertarnos cuando amaneció la aurora..."


Yo conocí a la amapola ya en los últimos días de su vida, debió ser a mediados de agosto. Estaba en un búcaro de cristal, junto con otras flores silvestres que había recogido mi nieta, y que mi hija había puesto en la mesa del cuartito de estar, junto a la ventana del patio.

Me llamó la atención su vivacidad en comparación con las demás, que ya se las veía demasiado ajadas y algo tristes. Yo me cuidaba de cambiar el agua del florero donde ponía un trocito de aspirina, y con el paso de los días, llegamos a hacernos amigos. Una tarde, mientras todos dormían la siesta, ella me contó su vida.

Cuando todas las flores murieron, yo sabía que mi amapola estaría llegando a su cielo, al cielo de las amapolas; que está más allá del horizonte, hacia donde corre el sol al caer de la tarde y donde vive la luna, esperando que llegue la noche para salir a dar su paseo de todos los días.

Un cielo que debe estar muy cerca del cielo de los viejos, al que no tardaré en llegar, y aprovecharé para ir a visitar, ya sin achaques, a mi amiga la amapola que aún conservará ese color rojo brillante de sus pétalos y seguro que me recibe alborozada, porque llegamos a hacernos muy buenos amigos en esas tediosas horas de la sobremesa de los calurosos días de finales del agosto, mientras todos los demás dormían la siesta.

domingo, 4 de octubre de 2020

RELATOS PARA MAYORES IV

Y por segundo año consecutivo fue seleccionado otro relato mío, que también obtuvo un accésit.


Su título:




EL HOMBRE QUE OLVIDÓ SU NOMBRE


"Hacía ya tiempo que la niebla del olvido iba descendiendo por las estribaciones de mi mente, desdibujando recuerdos y velando realidades; por eso no os podría decir, a ciencia cierta, cuando ocurrió.

Pudo ser aquella mañana del mes de junio, cuando me despertó una tenue ráfaga de viento que se coló por las rendijas de la vieja ventana de mi alcoba. Me desperecé después de apartar la sábana que me había echado encima cuando empecé a sentir el relente del amanecer. 

Aquella mañana, no sabía por qué, me vino a la mente una palabra de esas que nunca se usan: "binza". No, no era pinza, ni pizca, ni bizca, ni bizna,  era "binza" y no sabía su significado. 

-"Binza"... "binza"... 

Nada, que no podía recordar qué podía ser "binza".

Aunque por aquello del fastidioso vértigo, tenía que levantarme poco a poco, aquella mañana me tiré literalmente de la cama y me fui directo al diccionario.

- "Ba"... "be"... "bi"... "biberón"... 

Casi se me cayó el diccionario de las manos... faltaban muchas palabras... eran como si se hubiesen borrado... como si alguien lo hubiese sacudido y muchas palabras se hubiesen caído del libro, tintineando en el suelo como pequeñas cuentas de cristal.

Y se me olvidó la palabra. No era bizca, no. Ni pinza, ni pizca... Era... no; ya no me acordaba. 

Pensé que debía ser que todavía no había tomado el café y yo, de siempre, no había sido nadie sin desayunar. 

Entré en la rutina diaria de la tostada untada con un diente de ajo y un chorrito de aceite, de la loncha de jamón York en una rebanada de pan de molde, porque mis dientes ya no podían con la corteza del pan candeal, y del tazón de leche engañada con un poco de achicoria en que se había convertido, con los años, el tradicional café con leche.

Mientras desayunaba en la cocina no paraba de dar vueltas a la cabeza... no era pizca... ni pinza... Ni por esas, que no podía recordar la maldita palabra. 

Aunque yo lo decía hacer la cama, la realidad es que me limité a estirar las sábanas y la colcha, porque ya no podía agacharme para remeter la ropa, que sólo ofrecía un aspecto presentable los viernes cuando venía la asistenta. 

Un aseo rápido - ese día más- y me vestí para salir a dar el paseo matutino y comprar el pan. Pero antes cogí de nuevo el diccionario. Efectivamente se habían perdido muchas palabras. Estaban la mayoría, las que se usan normalmente... "Alba", "ayuda", "baile", "casa", incluso estaba "diptongo" que hacía mucho tiempo que no escuchaba; pero habían desaparecido todas esas palabras tan raras que nadie dice y que casi nadie sabe su significado, las que a mí me gustaba llamar palabras dinosaurio.

No sabía interpretar lo que ocurría y pensé que podía estar pasando lo mismo en los otros libros. Me fui al Quijote y allí también se habían caído bastantes palabras. Ojeé algunas páginas y de vez en vez había espacios en blanco: "El resto de ella concluían.............. de ............. , calzas de ................ para las fiestas, con sus ............. de lo mismo, y los días de entre semana se honraba con su.............. de lo más fino". Leí, empezando a asustarme. 

Lo bueno que tiene el síndrome del inicio del alzhéimer es que todo se me olvida muy pronto y cuando volví de la calle, puse la tele para no ver cómo se despellejaban en las tertulias, porque yo nunca veo la televisión, aunque la tenga siempre encendida. Es mi única compañía.

A la mañana siguiente me vino a la mente "albahaca" y cuando fui al diccionario se habían perdido todas las palabras con raíz árabe. 

Unos días después fueron los anglicismos y luego los toponímicos. 

En el diccionario y en los libros había, cada vez, más espacios en blanco que avanzaban inexorables. Me parecía ver unos grandes osos polares devorando salmones, con escamas de letras, que intentaban, en vano, nadar contra corriente.

Ya eran muy pocas las frases que estaban completas; posiblemente sólo "mi mamá me mima", "amo a mi mamá" y "Con cien cañones por banda", que era la única poesía que había aprendido de pequeño. 

Me llegué a obsesionar con las palabras que iban desapareciendo de los libros, pero no podía contárselo a nadie. 

A pesar del buen tiempo apenas si ya salía a la calle y pasaba horas y horas asomado a la ventana hasta que la silueta del castillo se diluía en el azul cada vez más oscuro del horizonte. 

Entonces empezaban a encenderse las estrellas, y me entretenía  en contar las que jugaban al escondite, las que tiritaban de calor y se me humedecían los ojos, emocionado, cuando veía las estrellas fugaces, porque pensaba que se iban a pasear con sus amigos por la vía láctea; luego me acostaba y muchas noches olvidaba apagar la televisión.

Otros días me gustaba recordar cuando, siendo aún niño, aparecía el arco iris y las gotas de lluvia me caían sobre la cara y el sol anunciaba que llegaba la bonanza. 

También solía pasar horas acariciando ese pétalo que se había caído de la rosa que moría temblorosa en el vaso lleno de agua con una pizca de aspirina. 

En los días de frío, cuando no era tan viejo, me entretenía en cazar besos perdidos entre los dedos de los niños y los coleccionaba con cuidado para que no se marchitasen. Llegué a tener más de doscientos y hasta los ponía nombre. Uno lo llamé "lulú" y otro "copito"; al último le puse "luciérnaga", porque era de una niña con luz en los ojos; pero el que más me gusta es "pimpollo", porque fue el primero que me tiró mi nieta, hace ya mucho tiempo, cuando todavía no sabía decir mi nombre. 

Una mañana, a la semana siguiente, vi que había perdido las palabras esdrújulas y en poco más de un mes, no me quedaban palabras con más de cuatro letras. 

Tenía "luz", "niño", "amor", "pan", pero ya no estaba "mariposa", ni "pájaro", ni "amapola", aunque todavía me quedaba "flor". Claro que no me importaba, porque las palabras que se habían caído de los libros yo las había olvidado. 

Ya no sabía que significaba "dolor", ni "recuerdo", ni "esposa", y unos días después, tampoco "hijo"; porque sólo me quedaron las palabras de dos letras.

Por eso, sólo decía "yo" cuando los médicos me preguntaron mi nombre. Y es que "Zósimo" fue una de las primeras palabras que olvidé, porque era esdrújula, porque hacía mucho tiempo que nadie me llamaba y porque en la tele nunca se oía un nombre tan raro.

Cuando mis hijos entraron en casa para hacer la testamentaría, todos los libros tenían las páginas en blanco, aunque ellos no se enteraron porque sólo buscaban las cartillas de la Caja de Ahorros".


Nota: Para que no tengáis que buscarlo, “binza” es la capa o película exterior de la cebolla. Dios tendría que haber dotado, también, a los hombres de una binza protectora

sábado, 3 de octubre de 2020

RELATOS PARA MAYORES III


Al año siguiente, en 2013, volví a presentar otros relatos al Concurso de relatos para mayores de La Caixa y RNE, este primero fue el que no fue seleccionado. Lo titulé:





¡AY, MI SOLEDAD!


Cuando mis dedos se vistieron de terciopelo llené de caricias sus pensamientos, hasta que se paró el tiempo porque los relojes anunciaron que él se había marchado.

Entonces, el viejo dolor de penas ya casi olvidadas se aposentó en mi vida; los suspiros tornasolados por lunas plateadas se adueñaron de mi existencia y los sinsabores de fresa y de hierbabuena me acompañaban en un errar cansino por caminos que iban a ninguna parte.

Así la conocí. Alguien me la presentó y la invité a mi casa donde, antes de que yo me diese cuenta, se quedó de okupa en el desván de mi memoria. Allí nos veíamos; yo solía subir por aquella escalera de caracol con peldaños de ansiedad, para hacernos compañía. Ella me esperaba a oscuras cuando el sol salía de excursión por las tierras del sur y los fantasmas de sombras opacas se asomaban a las ventanas. A veces, soñábamos con esferas luminosas, con fríos globos multicolores, con jardines que olían a buganvillas en sazón a la caída de la tarde. Cuando soñábamos con olas rizadas y barcos de pequeñas velas azules y blancas, yo casi me olvidaba de ella; pero todos los días volvía el alba con sus despertares grises y apagados.

Pasamos las horas muertas cuidando y dando cuerda a mis relojes. Había muchos y era imposible que todos marcasen la misma hora. Algunos eran grandes, los que medían el tiempo de los acontecimientos importantes: el tiempo del amor y los tiempos del desamor, porque siempre son más duraderas las épocas en que nuestro corazón pena suspirando por otros tiempos felices. Otros relojes, los pequeños, sólo señalaban los hechos triviales: la hora del trabajo, de la siesta o, como mucho, de las tertulias alrededor del brasero. Medio escondido, estaba también el viejo reloj de cuco, con su péndulo dorado, que esperaba paciente a que la parca le diese cuerda para marcar la hora exacta de la muerte.

De pequeña, me dijeron que las agujas de ese reloj siempre giraban al revés y que cuando empezaba a andar ya no se detenía hasta la hora fijada por el destino. Muchas veces había estado tentada de ponerle yo misma en marcha, pero ella nunca me dejó. ¡Pobre Soledad! Llegamos a ser casi felices.

Siempre fue una amiga fiel; al principio ella me esperaba paciente en casa sin apenas hacerme reproches si algún día llegaba tarde. Después se empeño en venir conmigo, al trabajo, de paseo, al mercado, incluso a las fiestas que me invitaban; fue una sensación nueva: estar con Soledad en compañía.

Tuve que dejar a todos los amigos; también a los conocidos. Distancié las visitas a la familia para quedarme sola con mi Soledad. Su presencia se iba haciendo agobiante de día en día. Ya ni podía trabajar, estaba obsesionada con llegar a casa para estar a solas con ella. La nuestra era una relación etérea, casi lésbica, absorbente y exclusiva que no dejaba lugar para nadie más. No lo podía soportar, pero la soledad es así, lo quiere todo para ella y nunca se lo perdoné. Y ella también me dejó.

Entonces vi, entre complacida y aterrada, cómo el péndulo dorado del reloj de cuco iniciaba un lento balanceo y que sus agujas, no sé si movidas por la desesperación, por la ansiedad o por el hastío, habían comenzado su lento desandar hacia el ocaso luminoso que se empezaba a vislumbrar en el horizonte.

Me había quedado sola, sola sin nadie; sin amigos, sin compañeros, sin familia, sin trabajo, sin marido y sin hijos; sola sin Soledad, sola sin esperanza; sólo, sola.

lunes, 28 de septiembre de 2020

RELATOS PARA MAYORES I

El próximo día 22 de Octubre tendrá lugar la entrega de premios de la XII Edición del Concurso de relatos para mayores, convocado por La Caixa y RNE, en la que he sido seleccionado entre los quince finalistas, con un microrrelato titulado “La huida”

Es la cuarta ocasión en la que he llegado a la final, habiendo conseguido un accésit en dos ocasiones.

He pensado que podía volver a publicar todos los relatos que he presentado durante los 6 años que he participado en este concurso. Es posible que alguno los pidáis conocer, pero espero que paséis un rato agradable.

Comienzo con el relato del año 2012, que no fue seleccionado. Se titula:






UN ENCUENTRO INSÓLITO.


A ciertas edades aumenta la presión arterial sistólica y hay que procurar no sobresaltarse con nada. Os voy a contar lo que me pasó.

Cuando me levanté aquella mañana hacía un día espléndido. Era primavera, los cielos se habían pintado con unas irreales nubes esponjosas como si se estuviera preparando el telón de fondo para un decorado naif, los árboles susurraban al compás de una brisa silenciosa y las flores de los jardines parecían dibujadas por las manos caprichosas de un pintor primitivista.

Dije a mi mujer que me apetecía dar un paseo y sin saber cómo estaba en la línea uno del metro con dirección a Sol. Puede ser que mi subconsciente me hubiese llevado allí por las noticias que todas las cadenas de televisión estaban dando desde hacía unos días. La Puerta del Sol de Madrid estaba ocupada por el movimiento 15M.

Salí frente a la calle Carretas, no circulaban los taxis ni los autobuses. La calzada y parte de las aceras estaban tomadas por una marabunta de personajes extraños y poco habituales por allí. No estaban ni los paletos, ni los emigrantes, ni las busconas de siempre; en su lugar, mucho melenudo, mucho hippy, varios jóvenes con megáfonos recomendando orden y respeto y algún que otro “perroflauta” con la vigilancia distante de las fuerzas de orden público. Circulando por el poco espacio que había libre en las aceras, mucho curioso, algunos turistas haciendo fotos y los reporteros de las televisiones preparando alguna entrevista.

Cuando llegué al monumento del oso y el madroño, me llamó pero, al principio, no le conocí.

-¡Eh, Benito! ¿No me conoces? ¡Soy Sigerico... sí, el del instituto! Sinceramente no me acordaba de su cara, pero lo de Sigerico me hizo recordar.

Habíamos coincidido en los dos últimos cursos, y después le perdí el rastro.

Luego, creo que coincidimos en una reunión de antiguos alumnos. -Pero, coño, Sigerico. ¡Cuánto tiempo sin verte!

- Sí, es que me morí hace tres años.

- Chico, pues no sabes lo que lo siento. No me había enterado...

 - No tiene importancia. Es que como me morí en verano, mi familia no quiso avisar a nadie para no fastidiar las vacaciones, y aunque salí en el obituario del País, no se enteró casi nadie.

Yo, la verdad, no tenía mucha experiencia en eso de encontrarme con amigos muertos, por lo que me quedé un poco parado. Él, que debía estar acostumbrado a esta clase de encuentros, no se ofendió. Yo para salir del paso, le dije que estaba ligeramente pálido, y que había notado algo raro en su aspecto.

- Sí, claro, es que este cuerpo no es de carne; es de una mezcla de látex y poliéster... mira, ¡toca, toca...!

A mí me daba un poco de reparo tocarle, pero para no importunarle, le toqué en el brazo, y efectivamente, el tacto era como cuando se toca una pierna ortopédica, aunque un poco más blanda, se veía que era un poliéster de buena calidad.

- Hay que tener cuidado, porque es muy inflamable, pero se va a gusto en él.

- Yo, Sigerico, le confesé, no había coincidido con nadie que hubiese muerto, y ahora que te tengo a ti, me gustaría hacerte algunas preguntas... - No te cortes, Benito, para eso estamos...

- ¿Y qué tal te va por..."allí"...?

- ¿Pues qué quieres que te diga...? Un poco decepcionado. (Hizo una pausa, como para darse importancia, y continuó) Yo había oído, como me figuro que tú, lo del cielo y lo del infierno... Pues nada. Todo, mentira. Aquello es mucho más prosaico y más aburrido. Es como una especie de campo de fútbol inmenso, con techo, en el que las almas planeamos a nuestro antojo. Como no hay cuerpos, allí hay espacio suficiente para todos. Sólo hay que procurar no tropezar con los despistados, porque hay algunos que van como locos, y luego pasa lo que pasa. Lo del techo es para que nadie se escape sin permiso, y es que lo de las salidas, allí está muy serio.

- ¿Y este cuerpo?

- No, este cuerpo es sólo para salir. Tardan unos dos años en hacértelo y entonces, una vez al mes puedes volver al mundo, a darte una vuelta. A donde quieras. Yo ya he estado en Estambul, en El Cairo, en Nueva York, el mes pasado estuve en Tokio, y el mes que viene tengo pensado darme una vuelta por Benidorm, que con el buen tiempo ya estará muy animado. Hoy he venido a Madrid porque esto del 15 M no veas lo que está dando que hablar por allí.

- ¿Y puedes ir donde quieras? Le corté yo.

- Donde quiera, donde quiera, no. No puedo visitar a mis familiares y amigos íntimos por aquello de que podría darles un susto de muerte. A los conovidos como tú, sí; aunque te aconsejo que no se lo digas a nadie, más que nada, para que no piensen que estás loco...

- ¿Y qué haces durante el resto del tiempo?

- Pues allí se vive mucho de los recuerdos. Cuando llegas te dan una especie de “iPad” en el que está grabada tu vida, con todo lujo de detalles. Puedes ver a tus padres, la primera comunión, el colegio, el instituto... Por eso te he reconocido enseguida, es que el otro día estuvo repasando esos años...También suelo ver con frecuencia cuando empecé con mi primera novia... en fin, todo. Pero si te soy sincero, es un poco aburrido...

¿Y de la actualidad, estáis al corriente?

- Sí, por supuesto. Podemos ver todos los canales del televisión del mundo; cuando te mueres ya entiendes todos los idiomas, eso sinceramente, es una ventaja. Además tenemos un canal privado en el que podemos ver a nuestra familia...

- ¿Eso sí que es una buena cosa, no?

- ¿Pues qué quieres que te diga? En principio, sí. He conocido a mis dos nietos que son una preciosidad, pero... ¿Tu conociste a mi Mari Pili? Sí, mi mujer... Pues un putón. No pasaron ni dos meses y ya estaba liada con el vecino... Que me digo yo, si tardó tan poco en acostarse con él, a lo mejor ya estaban liados cuando yo vivía... Pero eso aún no lo he logrado averiguar, a pesar de haber revisado detenidamente en el video todos los encuentros que tuvimos con él antes de morirme... ¡La muy guarra le mete en mi propia cama y tiene la desfachatez de asegurar que él lo hace mejor que yo!

-Lo que tienes que hacer, le dije yo, es olvidarte de ella de una vez, que por lo que me dices, no te merece. ¿Y allí no tienes ningún ligue?

- Hombre, lo que nosotros entendíamos por ligue, no. Allí es distinto; como no hay cuerpos, eso de los sexos tiene menos importancia. Tú sabes que yo siempre fui muy machote y algo mujeriego, pues ahora estoy colado por el alma de un chico de Lugo que es simpatiquísimo y cuenta unos dichos de su tierra que te partes de risa. En cambio para salir, me suele acompañar una jovencita de Burdeos que tiene un cuerpo de infarto, aunque sea de poliéster, claro. Hoy no ha venido porque ha ido a darse una vuelta por París porque siente añoranza. A ver si la próxima vez coincidimos y te la presento.

- Oye, dije yo, y hay muchos como tú por aquí.

- Muchísimos... aquel del sombrero de cuadros que está saludando a la señora gorda con el vestido de flores, es de allí. Yo le conozco porque solemos coincidir cuando me doy una vuelta por Madrid... Y la señorita que se está tomando una coca cola en aquel bar... y el señor con bigote y gafas negras... en fin, muchos... Y eso que sólo podemos salir una vez al mes, que si no, esto se pondría imposible...

Yo me sentía un poco nervioso hablando con Sigerico, porque uno es muy mirado y pensaba que si me veía algún conocido, cómo le iba a explicar que mi amigo del instituto realmente estaba muerto.

- No te preocupes, me dijo Sigerico, que como ya sólo era espíritu podía leer el pensamiento; si esto de hablar con los muertos es muy corriente. No te digo más que hasta hay clubs privados en los que se reúnen para contar los contactos que consiguen. Porque, si tienes un poco de experiencia, es muy fácil reconocernos. Fíjate bien, el pelo es sintético, la dentadura es demasiado perfecta, el color de la piel no está totalmente conseguido, y si además nos tocas, ya no hay ninguna duda. Yo procuro no montar en metro, porque en alguna ocasión he sentido que me palpaban y estoy seguro que era alguno que quería comprobar si era de los muertos.

Me tuve que despedir porque había prometido a mi mujer que volvería pronto, y como no está acostumbrada a mis salidas, se preocupa mucho si me retraso.

Nos despedimos. Yo no sabía si darle un abrazo o estrecharle la mano. Él se adelantó y me abrazó efusivamente.

-No veas lo que me he alegrado de charlar un rato contigo; ha sido muy agradable recordar los tiempos juveniles... A ver si volvemos a coincidir... - Adiós, Sigerico, yo también me he alegrado mucho de verte.

No se lo había contado a nadie, hasta hoy.

miércoles, 9 de septiembre de 2020

MANUEL CARRASCO, FINALISTA EN EL CONCURSO DE RELATOS DE RADIO NACIONAL DE ESPAÑA.






Manuel Carrasco ha sido seleccionado entre los 15 finalistas de la XII Edición del  Concurso de relatos escritos por mayores que convocan La Caixa y Radio Nacional de España, por su micro-relato titulado “Huida”.
Se han presentado este año un total de 2.955 relatos, recibidos desde diferentes comunidades de España. Ha sido el mayor número de relatos recibidos en todas sus ediciones.

Dada la actual situación COVID-19, y con el fin de evitar encuentros numerosos y desplazamientos entre las distintas provincias, el fallo del Jurado y la entrega de premios se retransmitirá en streaming. Es decir, en directo a través de internet, donde finalistas, jurado y moderadores de Radio Nacional de España intervendrán desde sus domicilios.

El streaming se celebrará el 22 de octubre a las 18h.

Es la cuarta vez que nuestro paisano ha sido finalista en este concurso literario, habiendo recibido dos accésit en años anteriores.



sábado, 18 de mayo de 2019

“CONJURA EN LA SEVILLA IMPERIAL” de JORGE ARTEAGA.



Jorge Arteaga Gómez fue profesor de Historia en el Instituto Carpe Diem de Chinchón. En el año 2007 obtuvo el primer premio en el Concurso de Investigación de Chinchón con su trabajo “Breve panorámica histórica sobre los excluidos de la Villa de Chinchón en el Antiguo Régimen (1600-1833), ahora ha ganado el XXIV Premio de Novela de la Universidad de Sevilla, con su novela “CONJURA EN LA SEVILLA IMPERIAL”


Esta es la sinopsis de la obra:
“Sevilla, centro de todo el orbe conocido desde la llegada a las Indias, se ha convertido además, desde 1526, en la capital imperial. Ha sido elegida como sede para consagrar el matrimonio de la persona más poderosa del mundo en esos momentos, el emperador Carlos V, con una de las mujeres —según se dice— más bellas del planeta, su prima Isabel de Portugal. Durante los días en que la Corte permanece en la ciudad hispalense, en medio de la confusión y una afluencia de gentes nunca vista, un niño, que sobrevive en los bajos fondos, descubre fortuitamente una conjura que puede cambiar el signo feliz de esas jornadas. Con su determinación e ingenio como únicas armas, este muchacho intentará evitar ese desastre. El encuentro con un gran hombre del momento, Hernando Colón, podría ser decisivo para lograr su valiente y arriesgado empeño.

Esta audaz novela en clave de intriga histórica, y en un tono dirigido a todas las edades, combina personajes reales y ficticios, y ofrece un ajustado contexto de verdadera historicidad, especialmente en el reflejo de la vida cotidiana de la Sevilla del siglo xvi, hasta hacernos vivir la cara más trepidante de unos  hechos que pudieron haber sido reales...”

Nuestra felicitación por el premio y por la edición de la novela.








jueves, 18 de abril de 2019

LITERATURA, TAMBIÉN


Para terminar los reportajes sobre el Balneario de la Concepcion en Villatoya, también nos encontramos con las efigies de varios de los literatos ilustres de nuestras letras que nos ofrecen la oportunidad de recordar algunas de sus más conocidas líneas de sus obras:


Gustavo Adolfo Bécquer


“¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú”.

Antonio Machado



“Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.

Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.

Caminante no hay camino
sino estelas en la mar”.

José de Espronceda


“Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria, la mar"
. (La Canción del Pirata)

Pedro Calderon de la Barca


“Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,  
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende”.

Miguel de Cervantes.


“ En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años. Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de «Quijada», o «Quesada», que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben, aunque por conjeturas verisímiles se deja entender que se llamaba «Quijana»”.

ESTAS SON LAS ÚLTIMAS ENTRADAS

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MIS EDICIONES MUSICALES

MIS EDICIONES MUSICALES
SENTIRES. Canta Mª Antonia Moya. Edición remasterizada. 2012. Incluye las canciones siguientes:

AVE MARIA

AVE MARIA
De Schubert. Canta María Antonia Moya, acompañada por el Maestro Alcérreca. 2011. Para escucharlo, pinchar en la image.

LA TARARA

LA TARARA
Canta Maria Antonia Moya. Si quieres escuchar la canción, pincha en la imagen

LOS PELEGRINITOS

LOS PELEGRINITOS
La canción de Lorca, cantada por María Antonia Moya, con imágenes de Lucena (Córdoba) Para escuchar la canción pincha en la imagen.

EN EL CAFÉ DE CHINITAS

EN EL CAFÉ DE CHINITAS
La copla de Lorca, cantada por María Antonia Moya, acompañada a la guitarra por Fernando Miguelañez. 1986. Para escuchar la canción, pinchar en la imagen

VERDE, QUE TE QUIERO VERDE

VERDE, QUE TE QUIERO VERDE
Maria Antonia Moya canta el Romance Sonámbulo de Federico García Lorca. Puedes escucharlo pinchando la imagen.

LOS CUATRO MULEROS.

LOS CUATRO MULEROS.
Canta: María Antonia Moya. 1986.Para escucharlo,pinchar en la imagen.

PERFIDIA

PERFIDIA
Canta Maria Antonia Moya, acompañada a la guitarra por Fernando Miguelañez. Año 1986. Para escuchar la canción, pincha en la imagen.

PASODOBLE DE CHINCHÓN

PASODOBLE DE CHINCHÓN
Letra: L.Lezama - Música: Palazón. Canta: María Antonia Moya. 1987Puedes escucharlo pinchando en la imagen

MIS LIBROS DE FICCIÓN. EL AMARGO SABOR DE LAS ROSAS.

MIS LIBROS DE FICCIÓN. EL AMARGO SABOR DE LAS ROSAS.
"El amargo sabor de las rosas" Novela. Marzo de 2017

MIS QUERIDOS FANTASMAS

MIS QUERIDOS FANTASMAS
ENERO 2020. RELATOS Y CUENTOS..PRÓXIMA EDICIÓN

HISTORIAS IMPOSIBLES

HISTORIAS IMPOSIBLES
ENERO 2020. PRÓXIMA EDICION.

SUI GENERIS

SUI GENERIS
ENERO 2020. PRÓXIMA EDICIÓN

LA BODA

LA BODA
"La boda" 1996 -2001. Inédito.Para leer el cuento, pincha en la imagen

ANDANZAS Y SENTIRES

ANDANZAS Y SENTIRES
"Andanzas y sentires" 2003. Inédito. Para leer el libro, pinchar en la imagen,

EL CIELO DE LAS AMAPOLAS

EL CIELO DE LAS AMAPOLAS
nueva edición 2022

CUENTOS DE OTOÑO

CUENTOS DE OTOÑO
Cuentos de Otoño. 2006. Si quieres leer los cuentos, pulsa en la imagen.

LUZ DEL CIELO Y OTROS RELATOS CON NOSTALGIA

LUZ DEL CIELO Y OTROS RELATOS CON NOSTALGIA
“Luz del Cielo” y otros relatos con nostalgia. 2019. Proximamente en este blog

CUENTOS DE CAFÉ CON LECHE

CUENTOS DE CAFÉ CON LECHE
Cuentos de café con leche. Pinchar en la imagen para leer los cuentos.

CUENTOS AMORALES

CUENTOS AMORALES
"Cuentos amorales" 2005. Inédito. Para leer los cuentos, pincha en la imagen

LOS CUENTOS DEL ABUELO

LOS CUENTOS DEL ABUELO
Próximamente en este blog.

TRABAJOS FORZADOS

TRABAJOS FORZADOS
Recopilación de 44 relatos escritos para el taller literario.2007-2012. Para leer los relatos pinchar en la portada.

LOS VELOS DE LA MEMORIA I. HISTORIA DEL SOLAR

LOS VELOS DE LA MEMORIA I. HISTORIA DEL SOLAR
"Los velos de la memoria". Historia del Solar. Edición restringida de 95 ejemplares. Se presentó el 10.1. 2010.

LOS VELOS DE LA MEMORIA II. EL AMO.

LOS VELOS DE LA MEMORIA II. EL AMO.
Los Velos de la Memoria II. El Amo. Edición digital. 2012.

DÉJAME QUE TE CUENTE....

DÉJAME QUE TE CUENTE....
"Déjame que te cuente"... 2013. Recopilación. Para leerlo, pinchar en la portada del libro.

LOS VELOS DE LA MEMORIA III LA HEREDERA

LOS VELOS DE LA MEMORIA III LA HEREDERA
LOS VELOS DE LA MEMORIA III. La Heredera..AÑO 2014.

HISTORIAS DE INTRIGA PARA DORMIR LA SIESTA

HISTORIAS DE INTRIGA PARA DORMIR LA SIESTA
2013.Recopilación de relatos. Para leerlos, pincha en la portada

PAISAJES CON FIGURA

PAISAJES CON FIGURA
2013. Recopilación. Para leer los relatos, pinchar en la portada

MIS LIBROS DE ENSAYO. LA OPINIÓN DEL EREMITA

MIS LIBROS DE ENSAYO. LA OPINIÓN DEL EREMITA
LA OPINIÓN DEL EREMITA. Recopilación. 2008-2013. Para leer los trabajos, pinchar en la portada.

LA OPINIÓN DEL EREMITA 2º TOMO

LA OPINIÓN DEL EREMITA 2º TOMO
Segunda entrega. Próximamente en este blog.

MIS OBRAS DE TEATRO.

MIS OBRAS DE TEATRO.
Un ramito de Violetas. Para leerlo, pulsar en la portada.

MIS LIBROS DE POESÍAS.

MIS LIBROS DE POESÍAS.
"SINSENTIDO" Para leer las poesías, pinchar en la portada.

MIS LIBROS DE VIAJES

MIS LIBROS DE VIAJES
Los viajes del Eremita.Volumen I. 2016.

LOS VIAJES DEL EREMITA VOLUMEN II

LOS VIAJES DEL EREMITA VOLUMEN II
VOLUMEN II. LOS VIAJES DEL EREMITA.

LOS VIAJES DEL EREMITA. VOLUMEN III

LOS VIAJES DEL EREMITA. VOLUMEN III
Los viajes del Eremita. 2016.

LOS VIAJES DEL EREMITA. VOLUMEN IV

LOS VIAJES DEL EREMITA. VOLUMEN IV
Los viajes del eremita.Volumen IV. 2016.

EL CATÁLOGO DE MI PINTURA.

EL CATÁLOGO DE MI PINTURA.
POLITÉCNICA. CATÁLOGO DE ARTE. Pintura, dibujo, diseño.Para ver el catálogo, pinchar la portada

FOTOGRAFÍA: ESPAÑA,UN MOSAICO DE IMÁGENES.

FOTOGRAFÍA: ESPAÑA,UN MOSAICO DE IMÁGENES.
ESPAÑA: UN MOSAICO DE IMÁGENES. Fotografías. Para verlo, pinchar en la portada.

FOTOGRAFÍA: CHINCHÓN EN DUOTONO.

FOTOGRAFÍA: CHINCHÓN EN DUOTONO.
CHINCHÓN EN DUOTONO. Fotografía.Para ver la exposición, pinchar en la portada.

FOTOGRAFÍA. DETALLES

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FOTOGRAFÍA: ACORTANDO DISTNACIA

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ACORTANDO DISTANCIAS. Fotografías. Para ver la exposición, pinchar en la portada.

FOTOGRAFÍA: FRUTAS Y VERDURAS

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FRUTAS Y VERDURAS. Fotografías. Para ver la exposición, pinchar en la portada.

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PAISAJES EN MI RECUERDO. Fotografías. Para ver la exposición, pinchar en la portada.

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DENIA EN FALLAS. Fotografías. Para ver la exposición, pinchar en la portada

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CHINCHÓN EN FIESTAS. Reportaje fotográfico. Para verlo, pinchar en la portada

FOTOGRAFÍA: TURISMO

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TURISMO. IMÁGENES DE MIS VIAJES. Fotografías. Para verlas, pinchar en la portada.

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COMIDAS. Fotografías. Para verlas, pinchar en la portada

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VIAJE A CÓRDOBA Y GRANADA.FOTOGRAFÍAS. Para ver el reportaje, pinchar en la portada.

FOTOGRAFÍA: FLORES Y PLANTAS

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Flores y Plantas. FOTOGRAFÍAS. Para ver esta exposición, pinchar en la portada.

LAS RECOMENDACIONES DEL EREMITA: CHINCHÓN MONUMENTAL.

LAS RECOMENDACIONES DEL EREMITA: CHINCHÓN MONUMENTAL.
CHINCHÓN MONUMENTAL. Una visita virtual por las calles, plaza y campos de Chinchón. Para verlo, pinchar en la foto.

Museo Etnológico LA POSADA DEL ARCO

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Una visita al Museo LA POSADA DEL ARCO.Para ver la visita virtual, pinchar en la fotografía.

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