En estos días de espera a la publicación oficial de las candidaturas para las elecciones municipales, no estaría mal sentarse a pensar lo que nos van a ofrecer las distintas agrupaciones contendientes.
A la hora de ubicarlas tendemos a simplificar y colocarlas ideológicamente por sus siglas o sus antecedentes, y las catalogamos de izquierdas o derechas atendiendo a sus supuestas ideologías.
Sin embargo, no deberíamos caer en la trampa de creernos lo que nos cuentan de su ideario.
En las elecciones municipales se vota, al menos eso decimos la mayoría, a las personas y no a los partidos; tiene más peso la valía y trayectoria de las personas que la ideología que sustenta a los partidos u organizaciones que representan; aunque esto no sea del todo verdad.
Yo he escuchado decir a muchos que ellos nunca votarían a un facha por muy honrado que fuera y a otros que no votarían a un comunista, y menos a un podemita, aunque fuese el más capaz del pueblo.
Es verdad que la ideología de las personas va a influir en sus actuaciones, al menos teóricamente, pero influyen más los intereses personales y los del grupo que sustentan a cada candidatura.
Al final, la ideología suele ser el interés y el dinero; y por dinero y por interés se toman las decisiones y también se vota. La mayoría de las veces votamos pensando en nuestro bolsillo y en lo que creemos que más nos interesa a nosotros que lo que sería mejor para el pueblo.
Y por eso es muy socorrido pregonar que bajarán los impuestos, claro está que sin dar cifras, porque eso suena bien; aunque el beneficio individual se reduzca a unos pocos euros, y el perjuicio para el pueblo suponga privarnos de medidas necesarias para mejorar nuestra vida del día a día.
¡Ah! Y tened mucho cuidado con los slogans, ¡que los carga el diablo!