Este señor tan feo era Antistenes, un griego algo cínico
Allá por el siglo IV antes de Cristo, un tal Antistenes predicaba el rechazo de los convencionalismos sociales y la moral generalmente admitida. Uno de sus más ilustres seguidores fue el célebre Diógenes.
Con el tiempo, el concepto de cinismo fue mutando, y hoy se asocia a la tendencia a no creer en la sinceridad o bondad humana, ni en sus motivaciones ni en sus acciones, así como una tendencia a expresar esta actitud mediante la ironía, el sarcasmo y la burla.
Ahora, sus seguidores, que como suele ocurrir con la mayoría de las tendencias filosóficas y religiosas se apartan de la idea original de los fundadores y se quedan con lo anecdótico, por eso se atreven a mentir con descaro y practicar de forma impúdica y deshonesta lo que merece la general desaprobación. Es lo que también se conoce como “cinismo oportunista”.
Así que, después de tantos siglos, no han desaparecido sus discípulos, y yo me atrevería a asegurar que hasta han mejorado sus prácticas, y lo que es más peligroso, se han ido asentando, sobre todo, en el mundo de la política y del periodismo, sin olvidarse del poder en todos sus aspectos.
Desgraciadamente, sólo los desheredados de la tierra creen todavía en la bondad, y piensan que “to er mundo e gueno”.
Los demás, se saben aprovechar y no tienen el menor reparo en mentir con descaro y actuar en consecuencia a sabiendas, o sea, a practicar el cinismo reformado que predicaba aquel griego hace ya veintiséis siglos.
Y cuando llegan las campañas electorales, como era previsible, se agudizan estos comportamientos...
Así que ya sabéis, no escuchar lo que dicen los políticos y sus voceros y fijaos lo que hacen. Luego, votad en consecuencia, porque, aunque no os lo creáis, no “to er mundo es gueno”.