Este año nos tocan unas Navidades distintas. Aunque desde la televisión estamos recibiendo mensajes contradictorios, en que los unos te animan a salir a comprar y otros te recomiendan no salir de casa, la realidad es que, lo queramos o no, van a ser unas fiestas de Navidad, diferentes... o no tanto.
Todos, a lo largo de los años, hemos vivido en alguna ocasión, estas fiestas de manera distinta a lo habitual, ya haya sido por enfermedades, fallecimientos de seres queridos o lejanía de la familia; pero las vivimos con la normalidad de que eran situaciones excepcionales y con el convencimiento de que volveríamos a la normalidad.
Este año, la excepción no es de solo nuestra familia, sino que es general, y eso ha creado una psicosis colectiva que ha variado los parámetros de nuestra forma de afrontar la situación.
Este año, aunque algunos se empeñen en recomendarlo, no saldremos de compras. Este año, no saldremos con toda la familia a un restaurante; este año no tendremos el regalo del amigo invisible... ya digo, este año vamos a tener unas fiestas de Navidad algo diferentes...
Pero deberíamos pararnos un poco a pensar que las cosas, verdaderamente importantes, no se venden en las tiendas, y ni siquiera se pueden comprar.
El cariño, la amistad, la honradez, la decencia, los afectos, la generosidad, están al alcance de nuestras manos y de nuestra voluntad; hay que cultivarlos, hay que cuidarlos, hay que protegerlos... pero de ninguna manera se pueden comprar.
Así que este año vamos a vivir estas fiestas renunciando a esas pequeñas o grandes cosas que añoramos en estos días. Nos tendremos que conformar con un Whatsapp de los amigos, una videollamada de los nietos, con el recuerdo de tantas y tantas navidades pasadas y la esperanza de las que todavía llegarán... pero no hagamos trampas; no juguemos a la ruleta rusa y no hagamos caso a los que anteponen los dineros a todo lo demás.
Seguro que, aunque sean diferentes, tendremos unas Felices Navidades, aunque este año sean algo diferentes.