El nuevo gabinete de Pedro Sánchez ha sido saludado con alborozo por el hecho de tener once ministras en el Consejo de ministros. También se ha resaltado que tiene dos homosexuales. Claro está que también se ha puesto en valor el carácter profesional de la mayoría, aunque algún periodista se preguntaba si había alguna lesbiana entre ellas, algún transexual o algún representante de alguna otra minoría. Hay catalanes, andaluces, valencianos, extremeños; vamos, de todo un poco.
Es posible que hacer todas estas consideraciones no sea más que la necesidad de rellenar todos los días tanto periódico, tanta tertulia y tantas horas de televisión, pero no deja de ser un síntoma de andarse por las ramas y desviar la atención de lo verdaderamente importante: sus méritos y su capacidad de gestión.
Yo creo que es también un claro síntoma de machismo, aunque pueda parecer machismo positivo. Es posible que el lenguaje pueda marcar el pensamiento y el diccionario de la lengua española está plagado de giros machistas, pero decir consejo de ministras y de ministros no es nada más que una forma de dar la nota, con muy poco recorrido efectivo en favor del feminismo. Yo pienso que se habrá llegado a la verdadera igualdad cuando ya no haya que resaltar el número de mujeres que forman parte de un Consejo de Administración, porque se entienda que los que allí están han sido escogidos o escogidas (ya estamos con el maldito machismo del idioma), por su valía, sin tener en cuanta su sexo, condición, raza o religión.