82.- El Pozo de las nieves. (Cultura)
Uno de los cometidos de un relator independiente es recoger información sobre la historia, las costumbres y los lugares
de esa misma ciudad, para después divulgarlo. Para ello se puede hacer
contándolo en una crónica o, como en este caso, trasmitir lo que otros te
cuentan, sin modificar sus palabras.
En este sentido, os dejo este artículo que me envió
Jesús Sáez Estecha, un enamorado de Chinchón, que se ha ocupado en recopilar
información y anécdotas de nuestro pueblo. Es para mí una satisfacción el ceder
estas páginas a todos los que quieran aportar su granito de arena para que
Chinchón sea más y mejor conocido. Gracias Jesús.
"Siempre es
insuficiente el tiempo que va pisándonos los talones y las ideas, estas se nos
amontonan antes de que nuestras voces puedan trasmitirlas.
Esto precisamente es lo que
quiero hacer, “pobre de mí”, trasmitir pequeños goteos de la historia de Chinchón.
Todo chinchonete, sabe
perfectamente, sin miedo a equivocarme, la ubicación y el nombre que se le da a
muchos rincones de nuestro pueblo y que hemos recibido de nuestros ancestros y
que han pasado de padres a hijos, quizás sin saber de dónde les viene el nombre,
por ejemplo, la
“puerta de la valquina”, “el
arco de la plazuela palacio”, “el arco de santa Ana”,” “la cuesta de los
frailes”, “la plazuela el pozo”, “la cruz del portugués”, “el liceo”, o “el
pozo de las nieves”, entre otros.
Hoy quiero referirme a este
último, a este rincón de Chinchón, al pozo de las nieves, ubicado
aproximadamente a cien metros de El castillo de los condes, donde actualmente
se hay un taller mecánico y una terraza de verano.
Transcurría el año 1607,
cuando un catalán afincado en Madrid, Pablo Xarquies, se presenta al Rey Felipe
III como inventor de un modo de aprovechar e industrializar el hielo y la nieve
obteniendo pronto el favor regio a través de un privilegio real.
Privilegio que pronto se
extendería a toda la Corona de Castilla, pudiendo aprovechar en cualquier lugar
de ellas, las aguas de los ríos y las fuentes, los manantiales, hacer balsas y
pozos necesarios para la conservación y la industrialización de los hielos y
las nieves. La contrapartida que ofreció Pablo Xarquies era acudir a la
Real Hacienda, con la quinta parte de lo vendido, es decir, el quinto Real.
Así mismo se dio gran
capacidad de intervención a la Justicia Municipal para que vigilaran
la actividad y asegurara el abasto y los precios.
La nieve y el hielo se medían
en arrobas y se vendía en libras pues tenía indistintamente el mismo precio, en
el año 1608, el precio de la libra de nieve o hielo oscilaba entre 12 y 16
maravedíes. El consumo de la nieve y el hielo, llego a ser muy popular.
La mano de obra siempre la
llevaban a cabo los tejeros. Hay dos razones muy poderosas para que se de esta
relación, en primer lugar la abundancia de agua que necesitaban las dos
actividades y, en segundo lugar, la mano de obra, los trabajadores de los
tejares no pueden trabajar con bajas temperaturas y durante el invierno y sin
embargo, si pueden recoger hielo, machacarlo y empozarlo. Su venta siempre
estuvo vigilada, el romaneo era intervenido por dos fieles municipales que
anotaban escrupulosamente las arrobas de nieve que se extraían de los pozos
para su posterior contribución municipal y real.
La conservación de hielo y
la nieve en los pozos consistía en envolverlo en fajos de paja y la temporada
alta de venta era de mayo a octubre. También en los pueblos de Aranjuez y
Colmenar de Oreja, existían estos pozos y esta es la pequeña historia del
porque a este rincón de Chinchón se le conoce como “El pozo de las nieves”.
Colaborador independiente.