"Toro, sangre, sombra y sol". 50x50 Acrílico sobre lienzo. Manolo Carrasco.
Me hubiese gustado escribir una nota necrológica sobre la muerte de Iván Fandiño, diciendo que lamentaba su muerte, porque era una persona joven y buena, según dicen los que le conocían, que deja mujer y una hija de poco más de dos años.
También me hubiese gustado decir que era una muerte lamentable e innecesaria, como tantas que se producen por practicar deportes o actividades peligrosas.
Pero si me hubiese decidido a escribir algo por el estilo, seguro que tendría infinidad de detractores, por más que hubiera sabido ser ecuánime y moderado en mis palabras.
Otra vez más, con este motivo, las redes sociales están llenándose de opiniones, la mayoría desproporcionadas y lamentables, en las que taurinos y anti taurinos se vuelven a enzarzar en improperios y descalificaciones mutuas, además de salidas de tono lamentables que descalifican a unos y a otros.
Los hay desde los que se alegran por la muerte del torero hasta el que se atreve a defecar en los muertos de los anteriores; aunque, todo sea dicho de paso, este último no se distingue por su educación, vida ejemplar y cultura, sino más bien por sus amoríos y sus salidas de tono en la prensa rosa, el único medio que parece ser le queda cuando ya ha dejado de ser alguien en el mundo del toro, al que dice amar tanto.
Lo dicho, que no me atrevo a escribir sobre la muerte lamentable de Iván Fandiño.