Yo soy Tarsicio; pero no os confundáis porque no soy real. Yo soy el amigo imaginario de una niña muy mona que se llama Milagritos.
Un día, debía ser a principios de la primavera, andaba Milagritos aburrida sin saber qué hacer. Tengo que decir que la niña es algo retraída y que no tiene demasiada facilidad para hacer amigos. Posiblemente por eso, ese día se le ocurrió pensar en mi. Según ella soy muy simpático. Rubio, con el pelo rizado, los ojos azules, la nariz respingona, la tez sonrosada, alto para mi edad y muy cariñoso. Tengo que agradecerle que me haya hecho así de atractivo, aunque pensándolo bien, ya puestos, no me iba a hacer como un niño repelente.
A lo que íbamos. Desde ese día, fui su amigo inseparable. Como desde que me invento andaba como un poco más despistada de lo habitual, su madre empezó a preocuparse y ella no tuvo más remedio que confesar mi existencia. Y desde entonces Tarsicio, o sea yo, empezó a ser el centro de la atención familiar.
Ya todos conocían mis características tanto físicas como mi personalidad. Yo también empecé a conocer a toda la familia, que tengo que confesar que empezó a ser un poco también la mía.
El padre es muy callado y parece que no le preocupa nada más que su trabajo, que debe ser algo así como asesor, pero nunca he llegado a saber muy bien de que asesora. La madre, guapa si es, pero esta más pendiente de sus arreglos y de sus amistades que de la pobre Milagritos, que digo yo, por eso me debió inventar. Tiene un hermano, Turcuato se llama; algo bruto, un poco más mayor que nosotros y que tampoco nos hace demasiado caso. Se me olvidaba decir que Milagritos había decidido que éramos de la misma edad, incluso habíamos nacido el mismo día.
Están también los abuelos; los papas de papa, que vienen mucho por casa, y la abuela Nicolasa siempre se ha interesado mucho por mi, posiblemente porque nadie más la hacía caso.
Ya me han puesto una silla en la mesa y como todos los días con ellos; y para dar ejemplo, no tengo más remedio que comerme todo lo que me ponen en el plato. Mama dice que todos deberían ser como yo y no para de resaltar todas mis cualidades. Yo creo que Torcuato tiene algo de celos y hasta Milagritos pienso que se está empezando a cansar de mi.
Como ya también me conocen sus pocas amigas, estoy pensando que si ella no me quiere como amigo imaginario, le pediré a Elvirita que me adopte, porque es una niña muy cariñosa, tiene unos padres encantadores y un hermano de mi edad con el que me puedo, creo, llevar bien.
Solo lo sentiría por la abuela Nicolasa, que desde que me conoce me ha cogido mucho cariño... Como yo a ella.