Está el poder legislativo, el poder ejecutivo y el poder judicial... Y los poderes fácticos.
El dinero, los mercados, las influencias, son los que muchas veces dictan las directrices que marcan el rumbo a seguir. Pero esos poderes suelen ser invisibles y difíciles de identificar.
Antes, en los pueblos, esos poderes si eran fácilmente identificables y estaban siempre bien visibles. En la imaginería popular se identificaban con el cura, el alcalde, el maestro, el guardia, el boticario, el noble y el terrateniente; y no necesariamente por este orden.
Ahora ya no. Aquellos poderes fácticos han perdido su fuerza real, y si no han desaparecido del todo en los pueblos, si han perdido su eficacia.
Han tenido que pasar varias generaciones para desterrar el concepto de "señorito". Los jóvenes de ahora no saben casi nada de la "guerra", les han contado muy poco de la dictadura, casi desconocen lo que fue la transición. La mayoría ha estudiado y ha salido del pueblo; lo que les contamos los mayores les suena a "batallitas" del abuelo, y tienen información, mucha información, casi demasiada información.
Y para bien o para mal han formado su criterio personal y son menos influenciables por aquellos viejos poderes fácticos que tanto peso tuvieron para las generaciones anteriores.
El cura, el alcalde, el maestro, el terrateniente o el noble, como mucho, son personas respetables, pero con casi nula influencia en los comportamientos de la gente.
Ahora tiene más influencia la televisión, internet, el Facebook o, incluso, un blog cualquiera.
¿Y esto es bueno o es malo?
No lo se, pero lo es. Y solo el que no lo quiera admitir se puede equivocar a la hora de tomar decisiones.
Y muchos se han equivocado pensando que todavía seguían existiendo los viejos poderes fácticos.