Hace ya diez años planté un magnolio en un rincón del patio de mi casa. En el vivero me dijeron que era un árbol de rosa perenne, que florecía a finales de la primavera, y tenía unas flores blancas muy olorosas.
Pasaban los años y mi magnolio no florecía.
Me dijeron que podía ser porque apenas si le daba el sol, o por las heladas de los fríos inviernos de Chinchón, el caso es que hasta la fecha no habíamos visto ni olido sus flores blancas.
Ya habíamos perdido la esperanza, pero este año, ¡ha florecido el magnolio!
Y, lógicamente, quiero mostraros las flores de mi magnolio.