Cuando éramos pequeños, en la escuela nos enseñaban urbanidad, que no era nada más que enseñarnos cuál bebía ser nuestro comportamiento acorde con los buenos modales como demostración de buena educación y respeto hacia los demás. También en casa eran estrictos en esta materia y, por lo general, la urbanidad era el baremo que marcaba el comportamiento social de aquellos tiempos.
Ahora los tiempos han cambiado una barbaridad y creo que en el colegio ya no se enseña esa materia y en casa también se ha relajado el énfasis y hoy en día parece que la urbanidad no es la norma de comportamiento social en vigor.
Y es que se ha perdido el respeto a los demás. Ya no se respeta a los iguales, ni a los superiores, ni a los mayores, ni a las autoridades, vamos, a nadie.
Y no es cuestión de los jóvenes, la falta de educación está en todos los sectores de la sociedad; desde el Parlamento a las redacciones de los medios de comunicación, incluyendo todas las redes sociales.
Y es precisamente entre los periodistas profesionales donde más llama la atención esa falta de respeto y esa mala educación, cuando debían ser ejemplo de todo lo contrario.
Empleando expresiones que ellos suelen utilizar, tipejos como Federico Jiménez Losantos o Carlos Herrera, solo por poner dos ejemplos, insultan a diario a quien enfocan en sus comentarios, ya sea las más altas autoridades del Estado, científicos, magistrados, empresarios o simples ciudadanos que tengan la mala suerte de haber sido elegidos, por estos deslenguados y maleducados opinadores, para sus críticas.
Oyendo sus intervenciones, la mayoría de las veces se basan en descalificaciones y en insultos más que en argumentos razonados, no exentos de un cierto gracejo irónico y de un indisimulado encono contra todo lo que no está de acuerdo con su forma de entender la vida y su concepción particular de la organización social y política que debería imperar en el país. Una concepción que se asemeja más a una dictadura que a un estado democrático.
Y lo malo es que esta forma de entender la información y la opinión se está generalizando y es la forma habitual de manifestarse en las redes sociales, y en este caso agravado por esconderse en el anonimato.
Ya sé que decir esto desde aquí no tiene ninguna repercusión, pero no está de más ir poniendo en evidencia esta forma de entender el periodismo, en tanto que en la opinión pública se vaya instalando el buen gusto, el respeto y la urbanidad que nos enseñaron de pequeños. Amén.