El Marketing se puede definir como un sistema total de actividades encaminada a planear, fijar precios, promover y distribuir productos y servicios que satisfacen las necesidades de los consumidores potenciales.
Pero la política también ha empezado a utilizar este sistema de actividades para planear, promover y distribuir su "producto" entre los consumidores potenciales, es decir, los votantes.
Generalmente, cuando una empresa utiliza el marketing para vender su mercancía comercial, que suele tener unas características diferenciales con los otros productos similares de las otras empresas, planifica sus actividades encaminadas a mostrar la bondad de sus producto incluyendo el precio y las características que le hacen diferente a sus competidores.
Sin embargo cuando se trata de una "empresa política", el producto a vender tiene muy pocas diferencias con los productos de la competencia, ni incluso el precio -la economía- tienen en la práctica una sensible diferencia. Por eso, en política, el marketing se puede confundir fácilmente con la propaganda.
Así, vemos como los responsables del marketing político de los partidos se afanan en utilizar los sistemas de propaganda tan estudiados por esta disciplina comercial.
Como el producto es tan parecido al de la competencia, se tienen que centrar en vender la imagen de sus líderes. Pero eso, solo imagen.
A menos de un mes para las elecciones generales, están poniendo de moda lo de ir de programa en programa (aunque sea rosa o amarillo, porque para esto no importa el color) diciéndonos si Rivera tuvo una infancia feliz, si Iglesias pone en su casa un nacimiento o las novias que tuvo Sanchez en el instituto, cuando lo verdaderamente importante es saber si piensan privatizar la sanidad y la educación, que artículos de la constitución quieren modificar, si están dispuestos a mandar soldados a Siria o si piensan subir el IVA del pan.
Pero como eso podría restarles votos, sus responsables de imagen los mandan a visitar a María Teresa Campos, Bertín Osborne o Pablo Motos, porque ya Wyoming resulta más complicado, y para los debates políticos en televisión mandan a los segundos espadas.
Pero no hay que confundir "publicidad" con propaganda que, en muchos casos tiene una connotación sumamente negativa debido a los ejemplos de su uso más manipulador y chauvinista, aunque el sentido original de la palabra fuese neutro.
Yo os recomiendo que para vuestra decisión del próximo 20D no os dejéis engañar con la propaganda -bastante burda, por cierto- de los nuevos expertos en marketing de los partidos políticos y votéis a los que de verdad penséis que son los que mejor lo pueden hacer para todos nosotros.