LAS VIRTUDES TEOLOGALES.
FE - CONFIANZA
Todas las religiones están
basadas en la fe. El creyente tiene que aceptar unas “verdades” porque han sido
“reveladas” por dios, ante las que no cabe ninguna discusión ni siquiera la más
leve objeción. Estas verdades no tienen que ser justificadas ni explicadas, y
su aceptación se basa únicamente en la fe ciega que es exigible a todo
creyente. Si alguien las pone en duda y, de buena fe, no las puede aceptar
porque están en contra de su criterio, la religión dice que esa persona no
tiene fe y por lo tanto es justificable su incredulidad. Y es que una de las
características de la fe es que es una “gracia” divina. Un don que se recibe de
dios sin dar nada a cambio. Un don “gratuito” (una gracia) que una vez recibido hay que
conservar.
Porque las religiones admiten la
falta de fe en las personas por
desconocimiento o falta de formación. Pero lo que ya es más difícil admitir es
la pérdida de la fe, que muchas veces se atribuye a intereses bastardos para
justificar una actitud personal no acorde con las enseñanzas de la religión.
Ante esta concepción de la fe, la
religión no tiene que justificar ni explicar nada. Lo que dice es como es,
porque sí, porque así lo ha revelado dios. La religión pide al creyente sólo
fe, no confianza. A la religión no le preocupa que sus fieles tengan confianza
en lo que predican sino solamente que lo crean y acepten tal y como lo
explican.
Este planteamiento fue válido
durante siglos amparándose en la ignorancia y en la falta de formación de los
fieles. Hasta el siglo XVI las sagradas escrituras del Cristianismo estaban
escritas en latín, sin traducirlas a las lenguas vernáculas, con lo que sólo se
podía acceder a sus doctrinas por las traducciones de los “doctores” de la
iglesia. Después, y hasta hace poco más de medio siglo, la iglesia “aconsejaba”
a los fieles no leer el Antiguo Testamento, por no estar capacitados para
descifrar las enseñanzas divinas que encierran sus libros, que estaban escritos
para unas mentalidades culturales muy diferentes a las actuales. Durante mucho
tiempo se hizo una lectura literal de la Biblia, lo que ocasionó que se
aceptasen errores que, poco a poco, la ciencia iba desmontando. Desde que terminó el Concilio Vaticano II,
los teólogos están haciendo una lectura
de los libros sagrados con interpretaciones que distan mucho de las tradicionales,
pero que no son compartidas por toda la Iglesia. Así podemos encontrarnos con
homilías muy diferentes en función de la iglesia donde asistas a los servicios
religiosos.
Cuando la iglesia manifiesta que
actualmente la sociedad occidental está sufriendo una crisis de fe, achacando
la misma a múltiples circunstancias, entre las que destaca el ataque frontal de
sus enemigos, debería preguntarse si en vez de crisis de fe no se está viviendo
una crisis de confianza en las enseñanzas tradicionales de la iglesia.
ESPERANZA - ILUSIÓN
La segunda de las virtudes
teologales propuestas por el cristianismo es la esperanza. De alguna forma es
lógico que así sea, puesto que habiendo propuesto lo fe como la principal de
las virtudes, era necesario que se tuviese esperanza de alcanzar lo que la fe
prometía.
Pero tiene esta virtud un
carácter pasivo. Etimológicamente proviene de esperar, y normalmente no se
puede hacer nada para acortar la espera. Así la esperanza es una virtud
paciente. La esperanza es lo único que ayuda a sufrir con fortaleza los
trabajos y las adversidades. Y
recíprocamente se suele basar en la fe para no desesperar.
Por la tanto, la esperanza anima
a los fieles, si no a renunciar a la acción, sí al menos, a no precipitarse y
poner en manos de la providencia la resolución a sus problemas. Y muchas veces
la esperanza es triste porque no se tiene la confianza cierta de la resolución
de lo esperado. Por eso los cristianos se sienten esperanzados pero no
ilusionados.
Porque la ilusión, al contrario
de la esperanza, anima a la acción. La ilusión ayuda a emprender, a comenzar
nuevos proyectos, a buscar nuevos horizontes. Difícilmente alguien se puede
quedar parado cuando tiene ilusiones. Lógicamente la ilusión también se apoya
en la esperanza para afianzar el buen resultado de lo que se emprende, pero
poniendo la confianza en el esfuerzo propio, en su empuje y en su experiencia.
CARIDAD - JUSTICIA
La propuesta cristiana de la
caridad, en la que basa todo el contenido de su doctrina, puede resultar y, de
hecho, ha resultado una coartada para eludir la justicia. Hay que hacer caridad
con los desfavorecidos, eso nos acerca a dios. Hay que amar al prójimo como a
nosotros mismos; pero también se dice que no hay que amarse demasiado a uno
mismo, porque sería egoísmo. Es como decir que hay que amar al prójimos, pero
dentro de un orden y, desde luego, dejando la motivación en un buen sentimiento
personal, y no en el derecho del prójimo a ser ayudado. También la caridad es
un don gratuito para el que lo recibe; no puede exigirlo. Y desgraciadamente como decía antes, en bastantes ocasiones, la caridad se convierte en una coartada para no tener que aplicar la justicia y, ya de paso, para acallar las conciencias.
FIN
Nota: A lo mejor, un día, continúo con el tema.