El pasado mes de mayo se conmemoró el 250 aniversario de un hecho transcendente en la historia de Chinchón. Al cambiar su residencia definitivamente a Italia, el duodécimo conde de Chinchón, el Infante don Felipe de Borbón, vendió el Condado de Chinchón a su hermano pequeño don Luis Antonio Jaime de Borbón y Farnesio el 28 de mayo de 1761, lo que va a suponer un cambio significativo en la actitud del nuevo conde en comparación con su antecesor. Mientras éste no se ocupo personalmente del Estado de Chinchón por estar centrado en asuntos oficiales de mucha mayor importancia, ostentando títulos de mayor rango, don Luis eligió para sí el título de Conde de Chinchón, porque, según decía, era el único que había conseguido por sí mismo.
El nuevo conde había comprado un poco antes el señorío de Boadilla a la señora de Mirabel, por 1.200.000 reales, que aumento con compras a los concejos de Boadilla y Pozuelo de Alarcón, a los premonstratenses de San Joaquín de Madrid, y a las monjas de Santa Clara de Boadilla. Por la compra del Condado de Chinchón pagó a su hermano Felipe catorce millones de maravedíes.
Impulsó las obras de restauración de la Iglesia de la Piedad y respaldó la creación de la Sociedad Económica de Amigos del País de Chinchón, de la que ya hemos dado noticia en este blog; pero vamos a empezar por el principio.
Don Luis Antonio Jaime de Borbón y Farnesio había nacido en Madrid el 25 de julio de 1727, hijo de Felipe V y de su segunda esposa Isabel de Farnesio. Sus primeros años los pasó en Sevilla, porque allí se había trasladado la corte para que el rey pudiese superar uno de sus estados de postración en los que caía frecuentemente. A los seis años regresa a Madrid y vive en el Palacio del Buen Retiro y en los distintos Sitios Reales, bajo la tutela de su viejo ayo, el marqués Aníbal Scotti, demasiado mayor para imponer ninguna clase de disciplina al displicente infante, que no mostraba demasiado entusiasmo por el aprendizaje.
D. Luis, utilizó el título de Conde de Chinchón, en vez de otros de mayor rango, y se preocupó de los asuntos del pueblo. Envió a su arquitecto personal, Ventura Rodríguez, para que se encargase de la restauración de la Iglesia.
La toma de posesión del condado se realizó con fecha 11 de junio de 1761, estando representado el conde por el Caballero de Santiago don Sebastián Fernández de Helices. Asistieron a la ceremonia representantes de todos las villas del Condado y Estado de Chinchón, y se celebró en el salón de juntas del Ayuntamiento. El testimonio de este acto lo redactó el escribano Manuel Machuca, y por él sabemos que los representantes de Chinchón en este acto fueron el Corregidor don Francisco Rivero Ramírez de Arellano, abogado de los Reales Consejos, don Francisco Irala alcalde ordinario del estado noble, Juan Antonio González Recas, alcalde del estado general, don Blas Dusmet y don Vicente Carrasco regidores del estado noble, y don Gabriel Díaz y don Francisco Ortego, del estado general. Asistieron como testigos muchos caballeros y personas de distinción de todas las clases, como don Juan Carrasco y Latorre, don Bernardino de Calba, y don Francisco Ortiz de Zárate, de Chinchón y los representantes del conde don Juan Antonio de Pinillos, don Manuel Moreno y don José de Echevarría.
Después de este acto, el apoderado del Infante acompañado de todos, tomó posesión de los distintos patronatos: Capilla mayor de la parroquia; Capilla de la Piedad en la iglesia nueva, representada por el capellán mayor don José de Fominaya Monterroso; Convento de Santa Clara representado por la madre abadesa Sor María Antonia de la Santísima Trinidad y por el padre vicario Fray José de Cobos, y la capilla mayor del convento de San Agustín, representado por su Prior Fray Francisco Salcedo.
A las seis de la tarde pasó al castillo, en cuya puerta estaba el gobernador de estos Estados don Blas Manuel Dusmet que le entregó las llaves de la fortaleza, recorriendo el apoderado del infante sus estancias, paseando por sus almenas y abriendo y cerrando puertas en señal de posesión. Devolvió después las llaves al gobernador para que las tuviera a orden y disposición del Infante.