Caravaca de la Cruz es una ciudad
situada en un enclave fronterizo entre Murcia y Granada. Una población por la
que pasaron, sucesivamente, íberos, romanos y musulmanes y que se encuentra
construida en torno a su Castillo, levantado en el s. XV por la Encomienda de
los Templarios.
Pero Caravaca es, esencialmente,
la Ciudad Santa, la ciudad de la Cruz que lleva su nombre. Según la leyenda, que
nos contó una simpática señorita que nos acompañó en la visita guiada al
Santuario, en el año 1232, el rey moro
Abú Zeid se convirtió al cristianismo cuando contempló cómo dos ángeles bajaban
del cielo una cruz para que un sacerdote preso en el castillo pudiera decir
misa. Esta leyenda dio lugar a la construcción, a partir de 1617 y en el
recinto de la propia fortaleza, del principal monumento de esta localidad del
Noroeste murciano, el Santuario de la Vera Cruz. Una construcción en la que
destaca su lujosa portada de mármol rojo de Cehegín en la que se hace toda una
exaltación de la Santa Cruz.
Caravaca de la Cruz, Ciudad
Santa. En 1998, S.S. el Papa Juan Pablo II, concedió a Caravaca de la Cruz el
Año Jubilar, lo que convierte a esta ciudad en la quinta del mundo que, junto a
las otras cuatro (Santiago de Compostela, Santo Toribio de Liébana, Roma y
Jerusalén), va a poder celebrar el Jubileo Perpetuo. Esto significa que la
Santa Sede concede el poder celebrar Año Santo cada siete años in perpetuum en
el Santuario de la Vera Cruz, siendo el próximo Año Jubilar, en Caravaca de la
Cruz, este año 2017.
Sin embargo, el Santuario, que
posee un interesante Museo de Arte Sacro e Historia, no es el único monumento
religioso de Caravaca. Del s. XVI datan las interesantes iglesias de la
Soledad, hoy convertida en Museo Arqueológico ; El Salvador, considerada como
la obra cumbre del Renacimiento murciano, y la iglesia de la Purísima
Concepción, a las que hay que sumar el Convento de los Carmelitas. En cuanto al
poder civil es destacable el edificio del Ayuntamiento, erigido en el s. XVIII.
Caravaca de la Cruz tiene una
casco antiguo situado al pié del Santuario donde sus calles estrechas y
empinadas no tienen nada que envidiar a las cuestas de Chinchón.
Fotos: m.carrasco.m