Desde el lobo de pequeños al Podemos actual, llevamos dentro de nuestro subconsciente la imagen terroríficas de lo desconocido. Y eso lo sabían bien nuestros educadores de antaño y los directores de campaña política actuales.
De pequeños, nuestros padres se ahorraban tener que argumentar las causas por las que no era aconsejable hacer esto o aquello, era más efectivo amenazar con el lobo, aunque muchos de nosotros desconocíamos realmente lo que era un lobo, porque en nuestros lugares de residencia nunca se había visto ninguno. También era recurrente, a estos efectos, el hombre del saco, la bruja e, incluso, el corzo, que mucho después descubrimos que era un bello cérvido, por lo general pacifico, pero que, llegado el caso, también servía para meternos el miedo en el cuerpo, aprovechando que ninguno de nosotros lo había visto ni en los libros de ciencias naturales.
Ahora, cualquier asesor de campaña que se precie, sabe que el recurso al miedo es uno de los argumentos más efectivo y más "económico" al que se puede recurrir para desactivar al enemigo. No son necesarias las argumentaciones, ni la confrontación de las ideas; no es, incluso, necesario ocultar nuestros defectos ni nuestras vulneraciones de la ley, no; solo hay que decir que "viene el lobo" y en el subconsciente de la mayoría aparecerá la imagen terrorífica de nuestra niñez que anulara todos los razonamientos para hacernos claudicar de nuestros principios y dejarnos llevar por el atávico e irracional miedo que ha venido siendo una de las causas más determinantes en nuestra toma de decisiones de toda nuestra vida.
Alguien, en esta última campaña electoral, debería haber rescatado al entrañable Félix Rodríguez de la Fuente para recordarnos lo de "nuestro amigo el lobo".