Esperanza
Aguirre expide certificados de quien es un buen español y quien no, según el
grado de afición de cada uno al espectáculo sangriento de la fiesta nacional
Esta Señora de los Calcetines Blancos, Esperanza Aguirre,
simpática, retrechera, desahogada, dama de hierro cañí, orgullosa de su
encaste, expide certificados de quién es un buen español y quién no, según el
grado de afición de cada uno al espectáculo sangriento de la fiesta nacional.
Esta mujer, que pasa por ser un animal político, puede presumir de chula, pero no
de valiente. Como buena aficionada a los toros, la señora Aguirre sabe de sobra
qué es una espantá, puesto que ella ha realizado dos muy sonadas: una, huyendo
de la balacera terrorista de un hotel de Bombay; otra, saliendo de naja en el
coche desde la madrileña plaza del Callao. En la primera abandonó a su suerte a
la expedición de empresarios que presidía, cogió el primer avión, se vino sola
a Madrid y sin pasar por casa se presentó en directo ante las cámaras con
calcetines blancos, todavía sudados. En la segunda estaba aparcada en el
carril-bus, como quien dice en la jurisdicción del toro, y al ser requerida por
los picadores del tráfico se largó sin atender sus órdenes, derribó la
motocicleta de un policía, saltó varios semáforos, se refugió en el burladero
de su palacio y mandó a dos alguaciles para ver si arreglaban el entuerto y
después incluso presumió de haber cortado orejas ante el aplauso de cuantos le
deben beneficios.
La historia le regaló dos ocasiones de oro para mostrar
coraje político y echar la patap´alante, como ella dice, pero optó por tomar el
olivo. El toro no es una fiera sino un bello animal herbívoro, más bien torpón.
Si fuera inteligente al segundo pase ensartaría al torero. Su bravura solo
esconde miedo y siendo además un perdedor nato, ahora que la fiesta nacional
agoniza, ha sido incorporado a la bandera nacional como símbolo del triunfo
deportivo en los estadios. La fiesta nacional está herida de muerte, pero un
año más la degollina de la feria de San Isidro va a empezar y los españoles de
verdad, los pocos que quedan con el certificado de Aguirre, ocuparán las gradas
del matadero mudéjar de Las Ventas para contemplar puyazos, estocadas, vómitos
de sangre y descabellos, todo sin IVA.
Los españoles de segunda, en medio de
las cornadas terribles que da el morlaco de la crisis, haremos lo posible para
ir tirando con cierta dignidad.