El año 1834 será recordado en Chinchón por la gran epidemia de cólera que asoló toda España. La enfermedad llegó a Chinchón a principios del verano, causando numerosas víctimas.
El cementerio del pueblo estaba en pleno casco urbano, junto a la Iglesia de Santa María de Gracia y enfrente de la torre. La junta de Sanidad temiendo que el enterramiento de los fallecidos por la epidemia, podría crear un foco de infección dentro del propio pueblo, propone a la Iglesia la construcción de un cementerio en despoblado, eligiéndose un terreno a medio kilómetro al norte de la población, junto a la ermita de San Ana. Eligieron una parcela cuadrada de ciento cincuenta pies de lado. El nuevo camposanto fue bendecido por el párroco don Nicolás Montes el día 13 de julio de 1834, y al día siguiente fue sepultado el cadáver de Marcelino de la Cruz.
Poco después se construyó la tapia del cementerio, subastándose estas obras y las de la restauración de la ermita, ajustándose en el precio de 12.512 reales siendo adjudicadas al contratista Antonio Mendoza. Como la parroquia no disponía de dinero por las obras de restauración de la iglesia, lo adelantó el Ayuntamiento, de los fondos del pósito, devolviéndolos la parroquia al año siguiente.
La epidemia duró sólo dos meses pero en este tiempo murieron 179 personas, siendo afectadas cerca de 1500 más.
Precisamente en la tapia del cementerio, a finales del siglo pasado, se instaló un precioso Viacrucis, obra de Eduardo Carretero. Es un bajorrelieve vaciado en cemento que no tiene sólo la representación de las 14 estaciones tradicionales, sino que se completa con una más: la Resurreción de Jesucristo, porque el artista opinaba que todo viacrucis no tiene sentido si no va seguido por el triunfo de la Resurrección.
Esta entrada estaba programada desde hace un mes. Hace dos semanas que murió Eduardo Carretero, de lo que dí oportuna información en este blog. Quiero hoy volver a recordarle por esta magnífica obra que donó a Chinchón.