De más jóvenes siempre estábamos esperando que ocurriese algo nuevo en nuestra vida. Había tantas expectativas en el horizonte que en cualquier momento nos podía llegar la buena noticia. Cuando sonaba el teléfono o el cartero te traía una carta, podía ser una oportunidad laboral o una cita esperada. Ahora, ya de mayores, no; ahora es mejor que no pase nada.
Ahora nuestra rutina la marca nuestra serie favorita de televisión, el partido de fútbol del fin de semana, la cita para la revisión médica o la fecha de ir a la farmacia con la receta electrónica para reponer las medicinas; porque ya ni nos tenemos que preocupar por cuando nos llega la pensión, porque nos lo avisa el banco por un mensaje, y además siempre es puntual.
Por eso, lo mejor es que no llegue ninguna noticia... Aunque pudiera se buena.
El otro día, ¡menudo susto me dio el teléfono a eso de las ocho de la mañana! Aún estaba dormido y no me dio tiempo a levantarme para llegar a cogerlo. Debió ser una equivocación, porque la llamada era de Servía y que yo sepa no conozco a nadie de por allí. Ya no me acosté, pero desayuné tranquilo porque, afortunadamente, ese día tampoco había noticias y no había nada que perturbase mis rutinas y solo tendría que salir a comprar el pan, leer las noticias en la "tablet" y ver el ciclismo después de comer, que es el mejor acompañante para dormir una buena y tranquila siesta.
Ahora, hasta siento una cierta pereza a la hora de publicar algo en el blog; no sea el caso que haya alguien a quien no le guste y empiece a recibir anónimos, y eso, a mis años, no me resulta agradable.
Ya digo, le mejor es que nunca pase nada.