No, porque es exacta. Hace tiempo que observo un paralelismo entre la clase política y mi oficio. Está el actor, y el político, que razona, escucha y argumenta, y el que quiere dar la frase, el titular, el golpe de efecto. Los tengo calados. Lo malo es que, afortunadamente, a estas alturas puedo elegir a a mis compañeros de oficio, pero los políticos los eliges y luego te llevan al punto en el que estamos. De la derecha no hablo, pero que en la izquierda, a estas alturas, no haya posibilidad de entendimiento es un despropósito.
¿Y qué hacemos al respecto?
Yo, como el tío Tomás de mi pueblo, creo que “lo primero es antes”. A una edad, o tienes claras tus prioridades, o eres tonto. No puedo cabrearme más, tengo casi 82 años y otras cosas que hacer.
Pues dicen los críticos que está en su mejor momento de forma.
No les llevaré la contraria, pero en este oficio se aprende cada día, y espero seguir aprendiendo.
Se lo rifan los directores jóvenes. ¿Les chupa la juventud o le chupan la madurez?
José Sacristán (Chinchón, Madrid, 81 años) ha hecho de todo, aunque no siempre por su orden, en el cine, la escena y la tele. Y siempre te lo crees. Ahora interpreta al trasunto de Miguel Delibes de la obra Señora de rojo sobre fondo gris en el teatro Bellas Artes de Madrid.
Hay reciprocidad. Lo de ser a la vejez, muso es conmovedor para el crío de Chinchón que quería ser Tyrone Power en la España de posguerra, que había que echarle huevos. Cambian las herramientas, pero la constante de este oficio es contar historias, la pasión, la abnegación, el sacrificio.
¿Le piden consejo al mito?
¿Qúé mito? Antes monja que dar consejos a nadie. Yo soy uno de andar por casa, de mesa camilla, todo lo más de cama turca.
¿Un tipo con suerte, entonces?
Digamos que ha habido que estar disponible, dispuesto y entrenado. Espabilado, esa es la palabra. El golpe de suerte fue que, justo antes de la muerte de Franco, hay un movimiento de tierras cultural y social y aparece el prototipo de héroe del españolito medio, ya no el galán clásico ni el cómico de la legua de antes, sino ese tipo ni listo ni tonto, ni alto ni bajo, ni guapo ni feo, ese que soy yo en persona, y ahí estaba yo para hacerme cargo de esas nuevas historias.
El españolito medio ha crecido.
Es más alto, pero en algunas cosas fundamentales no hemos crecido tanto. En la parte del pensamiento, del razonamiento, de la educación seguimos bajitos.
¿Donde reside la elegancia?
La elegancia me toca los cojones. Pero no me importa tratar de parecerme a quien me gusta. Y hay formas de andar por la vida, la de Fernán Gómez, la de Marsillach, que me gustan. Y hay una jeta que me fascina: la de Samuel Becket. Becket tenía una cara acojonante; era un mapa, esa cara.
Ahora ese mapa se borra en quirófano, o se filtra en las fotos.
Una lástima. Yo no tengo móvil ni pienso tenerlo. No soy idiota, no tengo nada contra Internet, es un avance, pero con esa especie de terapia del disimulo por un lado y de la urgencia e inmediatez, por otro, nos perdemos a nosotros mismos, una forma de entendernos y comunicarnos.
¿Cuál es la novedad más sensacional que ha visto en su vida?
Marilyn Monroe.
¿Y la revolución feminista?
Hace mil años que vengo diciendo que los hombres somos un accidente, mano de obra, proveedores. El origen de todo es femenino y quien lo niegue, peor para él.
¿Cómo le salpica la muerte de sus coetáneos al autor de la mítica frase “cada vez disparan más cerca”?
Me lleva salpicando desde que enterré a mi hermana de 46 años por cáncer. Mis padres no entendían que yo quisiera ser lo que quería. Pero Venancio era el adversario y la Nati la cómplice. Cuando le dimos tierra a mi madre, tuvieron que sujetarme porque quería tirarme al hoyo con ella.
¿No tiene miedo a la parca?
Menos que a la necedad, que es homicida. Me aterran los tontos, hay que tener mucho cuidado con ellos. Al hijo de puta lo ves venir, el tonto es mortal de necesidad.
Que le quiten lo bailao, ¿no?
Y lo por bailar. Tengo en el ADN la lucidez del perdedor. Vamos a morir todos, además rodeados de hijos de puta, ladrones y necios. Entonces, sabiendo que la guerra está perdida, salgo cada día a librar la batalla del respeto, la dignidad y la justicia con dos cojones y toda la alegría del mundo. Esa idea de andar por la vida no me la va a quitar nadie.