La verdad es que muchas veces es difícil mantenerse neutral, no involucrarse.
Casi siempre nos obligan, o nos obligamos, a ser beligerantes en cualquier tema que se nos propone o con el que nos encontramos en nuestra vida.
Porque aunque nosotros no queramos tomar partido por una u otra opción, los implicados nos instan a que decidamos a cual de las propuestas apoyamos.
Ésto, en principio tiene su lógica, y se puede admitir que quieran conocer nuestro posicionamiento. El problema está en que, desde el momento que decidimos, nos convertimos en los enemigos de los que no hemos apoyado.
Uno puede ser del Real Madrid o del Atléti, pero también puede ser del Rayo Vallecano o, simplemente no gustarle el futbol; pero si presencias la disputa entre dos forofos de distintos equipos y se te ocurre corroborar los asertos de uno de ellos, indefectiblemente te convertirán en el enemigo del otro.
Suele pasar algo parecido cuando el tema es político. Puedes no pertenecer a ningún partido, incluso puedes haber votado a distintas formaciones en las elecciones, en función de los programas que cada partido haya presentado, pero en caso de controversia, serás el enemigo del simpatizante de un partido con el que no estés de acuerdo.
Y la cosa puede llegar a ser grave si no te desternillas cuando uno cuenta un “chiste” del lider del partido rival, aunque sea de muy mal gusto, como suele suceder normalmente.
Y es que ya se sabe: “El que no está conmigo está contra mí”.
Y es imposible convencer a tu interlocutor de que no; de que no estás contra él; que simplemente pasas del tema, que respetas lo que él quiera pensar, pero que no lo compartes.
Y el problema grave está en que hay muchos que no aceptan la neutralidad, que la comparan con la cobardía, el relativismo, la falta de ideales y el pasotismo. Hay muchos que te exigen la fe inquebrantable, la adehesión incondicional, la sumisión sin fisuras a sus dogmas y mandamientos, que comulgues con sus ruedas de molino, y si no lo haces, simplemente, eres su enemigo, porque como no estás con ellos, estás contra ellos.
Y lo primero que harán, será quererte convencer de que estás en un terrible y peligroso error. Lucharán por todos los medios para llevarte al buen camino, para salvarte. Pero si no lo consiguen, como eres su “enemigo”, tienen que combatirte, aunque tú no estés dispuesto a hacer nada contra ellos.
Y ¡ay de tí! si se te ocurre cuestionar sus principios, entonces no tendrán más remedio que aniquilarte, porque eres un peligro para la sociedad que ellos defienden.
Un amigo me pregunto, no hace mucho, quíen había dicho esa frase. Le dije que está en los evangelios de Mateo (Cap.12 v.30) y Lucas (Cap.11 v.30), pero añadí que tengo serias dudas de que realmente fueran pronunciadas por Jesús de Nazaret, aunque es, posiblemente, la enseñanza que más seguidores tiene.
Nota: Esta entrada está dedicada expresamente a un anónimo comunicante que me ha declarado su "enemigo" por no compartir sus mismas ideas y porque no le gusta lo que digo en el blog, aunque él lo lee, por lo que parece, todos los días. Él, desde luego, no es mi enemigo; simplemente lo ignoro. como él debería hacer conmigo si no le gusta lo que digo.