Cuando todavía escuchamos el nombre de Vietnam, nos viene a la mente asociado con la palabra guerra, que tanto escuchamos años ha.
Sin embargo, hoy día, Vietnam es conocido como el país donde el coletazo de un dragón creó el paisaje más espectacular, la bahía de Halong, una gigantesca ensenada de la que brotan miles de pináculos calcáreos y arbolados. Una estampa serena que contrasta con el bullicio de Saigón y Hanóy
El 30 de abril de 1975, las tropas regulares vietnamitas y las unidades del Vietcong entraban en Saigón, hoy Ciudad Ho Chi Minh (aunque pocos la llaman así), y el país quedaba unificado bajo el actual régimen comunista (un trasunto del modelo chino de capitalismo rojo). Terminaba así una de las guerras más enconadas, largas y absurdas de la historia (la intervención estadounidense comenzó en 1955). Hollywood tardó tres años en asimilar la catástrofe. En 1978 se estrenaron El regreso, de Hal Ashby, y El cazador, de Michael Cimino. Lo hacían un año antes de Apocalypse now. Francis Ford Coppola filmó durante más de dos años esta descarnada crónica sobre la contienda y consiguió uno de los mejores filmes bélicos de la historia. Pero Vietnam es mucho más que Apocalypse Now, que encima fue rodada en Filipinas.
Con la imagen de un país tropical en la cabeza, el viajero desprevenido puede descubrir a su pesar que en el norte de Vietnam hace frío. Los vietnamitas suelen decir que su país parece un don ganh, uno de esos balancines de bambú con dos cestos para transportar arroz. En el norte, influenciado por el confucionismo y la cultura china, las montañas de Hoang Lien y el delta del río Rojo; al sur, esponjado de cultura jemer, el delta del Mekong, la antigua Cochinchina francesa, con sus tres cosechas de arroz al año (Vietnam es el segundo exportador de arroz, después de Tailandia). Dos universos muy diferentes unidos por un estrecho corredor de colinas boscosas y campos de arroz punteados de pequeños cementerios familiares.
Y en el centro del país, arropando el río del Perfume, la ciudad imperial de Hue, con las tumbas de los emperadores Nguyen y su ciudadela, que en 1968 fue escenario de una de las batallas más encarnizadas de la guerra entre las tropas comunistas norvietnamitas y las del sur apoyadas por Estados Unidos. La guerra acabó, pero sus vestigios se pueden ver en lugares como la zona desmilitarizada (DZM) que separaba Vietnam del Norte de Vietnam del Sur. En esta franja se conservan algunas de las bases americanas y los túneles de Vinh Moc, una red de varios kilómetros utilizada por las tropas comunistas y los habitantes de las aldeas para protegerse de los bombardeos, hoy convertida en atracción turística.
Existen pocos parajes tan grandiosos como la bahía de Halong, un laberinto marino formado por cerca de 3.000 islas e islotes calcáreos que se extiende por una superficie de 1.500 kilómetros cuadrados en el golfo de Tonkín, desde el delta del río Rojohasta la frontera con China. Halong, a unas cinco horas por carretera de Hanói, es patrimonio mundial y uno de los principales recursos turísticos de Vietnam. Lujosos juncos de velas rojas y barcos para turistas ofrecen travesías por las islas, donde familias enteras de pescadores viven sobre el agua en casas flotantes y barcas varadas al abrigo de paredes y cuevas.
La verdad es que a mí me hubiera gustado darme una vuelta por allí, para recordar lo que nos contó Grahan Green en sus andanzas por la antigua Indochina francesa; pero como está un poco a trasmano y son muchas horas de avión, he aprovechado el viaje de uno de mis reporteros quien me ha enviado estas bellas fotografías, que están firmadas por j.l.carrasco, enviado especial del Eremita en Extremo Oriente.