Eran los años cincuenta, por las cuestas de Chinchón empezó a circular una "lambretta" casi siempre con un niño de "paquete" ...
Llegó Don Josémanuel y nos ofreció alternativas a los juegos del "rescatao" de la "chita", del peón y de la pídola...
Era la novena de la Virgen del Rosario y formó un coro; después vendría el equipo de fútbol, una obra de teatro que nunca se llegó a estrenar y sobre todo el Centro Parroquial que empezó a ser el catalizador de unos niños que empezaban a vislumbrar su juventud.
Y entre misas, canciones, partidos de fútbol y ensayos teatrales nunca terminados, fue enamorándose de este pueblo de cuestas empinadas, hombres que decían lo que sentían, niños con los ojos muy abiertos, y niñas que se iban destrozando, poco a poco, las manos en los telares.
Años después, estando en Roma, esos recuerdos de enamorado se fueron plasmando en versos sentidos, en cantares evocadores de un pueblo que había calado en su corazón.
Y desde entonces, "Chinchón de Castilla" ya no durmió más en su olvido.
Ahora os dejo una de sus poesía, fechada el 23 de Julio de 1982, que tituló:
EL PIROPO DEL MOZO.
Estaba la serrana
De piè, junto al arroyo:
la tarde iluminaba
la color de su rostro,
moreno por los aires
y por los soles, rojo.
Su cabellera negra
y el negro de sus ojos
pintaban de azabache
el rubor de su rostro.
Se dormía la tarde
sobre un montón de abrojos;
sonreía la moza
en el espejo roto,
- espuma sobre el agua -
del cristalino arroyo.
Muy despacio, muy quedo,
pasito a paso corto,
callando por los labios
y hablando por los ojos,
bajaba la ladera
camino del arroyo,
el corazón de un joven
y el piropo de un mozo:
"No me huelen tus ropas
a perfumes de loto,
ni siento terciopelos
si acaricio tus hombros.
Tu me hueles a jara,
ese perfume hondo
de mis montes de niño,
de mis campos de mozo.
Ese olor que penetra
en el alma, hasta el fondo...
Me hueles a la tierra,
mezcla de hierba y polvo,
refrescada a la tarde
por la sombra del chopo.
A esa tierra reseca
por los soles de agosto
y que lavan las nubes
cuando llega el otoño.
Me hueles a mi madre...
y me hueles un poco,
a la Virgen Bendita
de la Ermita del Soto".