Yo fui perro del hortelano, pero lo dejé porque tenía muy mala prensa. Después fui simple perro de compañía, pero era muy aburrido y también lo dejé. Ahora me ha contratado el conde para que guarde el castillo. Y no es que haya nada importante que guardar, pero esto es más entretenido y además ¡no veáis como presumo con mis colegas cuando digo que soy guardián del Castillo del Conde!
El sueldo no es alto, pero es que a mi edad las necesidades son pocas. Se podría decir que tengo una jubilación dorada. Además, no se lo digáis a nadie, aquí se liga mucho. Con las perras de aquí, no; pero con las que vienen de turismo tengo un éxito enorme. Las enseño el patio, los torreones y hasta alguna se atreve a bajar conmigo a las mazmorras... Vamos, que esto de ser el guardián del Castillo de Chinchón es una ocupación que da prestigio y, ¿Que queréis que os diga? a mí me llena de satisfacción y es un título, que como el del conde, se transmite de padres a hijos...