Durante estos últimos días, después de las elecciones del pasado 26 de junio, en las tertulias de televisión y en los artículos de opinión de los periódicos no faltan las opiniones para explicar el gran "descalabro" de Podemos que solo consiguió 71 escaños en esas elecciones.
Habrá que definir claramente lo que es un fracaso y lo que es un éxito. Unos resultados iguales serán una u otra cosa en virtud de las expectativas que se hubiesen creado previamente o las posibilidades reales de conseguirlas. Uno se puede marcar las expectativas de batir el récord del mundo de los 100 metros lisos, pero si no eres Usain Bolt o uno de los pocos privilegiados atletas de la élite, en realidad tienes muy pocas posibilidades de conseguirlo, aunque sí te acercas a los 10 segundos, será un éxito indiscutible.
Los propios dirigentes del partido están aportando las causas que, a su juicio, motivaron que no consiguieran los resultados que todos les vaticinaban: la confluencia con IU, la abstención, el miedo... También se habla de la prepotencia de su líder, de los cambios de estrategias, etc. etc.
Pero si nos centramos en la desviación entre los resultados reales y las expectativas previas, es muy posible que estas estuvieran exageradas a propósito por los "enemigos"; algo parecido como cuando un equipo de fútbol concede el título de "favorito" al contrario para que se confíe.
Dentro de esta estrategia, está la amenaza del miedo y si a esto se añade el escarmentar en cabeza agenda por aquello del "brexit" británico, que coincidió casualmente en el tiempo, la realidad hizo que se unieran una serie de circunstancias que pueden explicar lo que ocurrió el pasado día 26J, aunque esto no reste ninguna responsabilidad a sus dirigentes por no haber sabido "leer" lo que estaba pasando.
El hecho es que sus partidarios pensaron que ya estaba todo hecho y que no era necesario ir a votar y los contrarios acudieron en masa a las urnas para evitar que "llegase el lobo".