sábado, 16 de mayo de 2020

RESPETO


Posiblemente no se lo pueda llamar plagio, ni incluso, apropiación indebida; pero no es ético ni elegante, es, posiblemente solo, una falta de respeto.
Me estoy refiriendo a la extendida costumbre de hoy día, de tomar de internet fotografías, textos, dibujos, etc, etc., y publicarlos después como propios. Así te puedes encontrar en diversas publicaciones de Facebook, páginas web, blogs, y Whatsapp cualquier texto tuyo, cualquier fotografía de tu familia, cualquier artículo copiado parcialmente, que tu publicaste y subiste a internet, y que ahora se lo apropia cualquiera, y no solamente personas físicas, sino incluso, páginas más o menos oficiales o colectivas, sin que nadie te haya pedido permiso, y ni siquiera indicar de donde procede. Y no me refiero a que alguien reenvíe algo publicado porque le ha gustado; no, me refiero a los que lo copian y lo publican como si fuera de creación propia. 
Por supuesto que no vas a entablar una demanda judicial, ni llamarles la atención; deberíamos ser un poco más respetuosos con el trabajo de los demás, y ya que la mayoría lo hacemos por el amor al arte y sin ningún deseo de lucro, al menos que se reconozca lo bueno que hayamos podido hacer y que de ello no se aproveche ningún desaprensivo, generalmente inculto, que no tiene ningún respeto por el trabajo ajeno.
Aunque hay mucho ejemplos, me voy centrar en la página “Fotos antiguas de Chinchón”. Esta página se creo para recoger las fotografías antiguas de Chinchón y de los Chinchonenses, que cada uno quisiera compartir de las fotos familiares que tuviera en su archivo. 
Pero vemos que te puedes encontrar una fotografía de tu familia, que tu publicaste en algún documento; ahora puesta en una publicación fuera de contexto, donde no tiene ningún sentido.
Ni que decir tiene que además se publican documentos y fotografías con muchos errores, y no solo de fecha, sino incluso, diciendo que es un “cartel antiguo de Chinchón” cuando se trata de la portada de un libro.
A los particulares, solo pedirles un poco de respeto hacia el trabajo de los demás; a las entidades y administradores de grupos, que pongan un poco de cuidado en lo que publican, o al menos exijan que se indique de donde han sacado ese documento o esa fotografía.
Me consta que el Blog del Eremita es una referencia para consultas y fotografías sobre temas de Chinchón. En muchas ocasiones se han dirigido a mi para utilizar mis escritos y documentos, a lo que siempre he accedido; incluso me agrada ver mis “cosas” en otras páginas de internet; pero cuando se es muy reiterativo en la utilización de lo ajeno, ya llega a cansar.
En resumen, solo ¡un poco de respeto!

viernes, 15 de mayo de 2020

5º CONDE DE CHINCHÓN: FRANCISCO FAUSTO FERNÁNDEZ DE CABRERA BOBADILLA.



Francisco Fausto,  que había nacido el 4 de enero de 1629, en Lambayeque (Perú), durante el virreinato de sus padres sucedió a su padre como V Conde de Chinchon y fue el último conde de la dinastía.
Tenemos que recordar que sus abuelos don Diego y doña Inés habían iniciado la construcción del Monasterio de Inmaculada Concepción de las hermanas clarisas, que continuaron sus padres.
El 28 de octubre de 1653, el Señor Conde inaugura el convento y elige como primera abadesa a Juana de la Santísima Trinidad, en el siglo, Da. Juana Fernández de Pacheco y de Portugal, natural de Escalona, hija de los Marqueses de Villena, nieta de los Infantes de Portugal y prima de los condes fundadores, que había profesado en el Convento de las Descalzas Reales de Madrid, en el año 1617.
La fundación, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Concepción, fue dotada para treinta y tres religiosas, reservándose el conde el derecho de presentación de doce de ellas.
Cuando muere el 1 de octubre de 1665 es enterrado en un mausoleo que se construyó en el coro del convento. En el mismo se colocaron unas estatuas de mármol del conde y de su esposa y una lápida, que en la actualidad está muy deteriorada, con partes que han desaparecido totalmente, Aunque al faltar varias palabras es difícil hacer la traducción del texto latino, en las partes que están completas, se puede leer:

AQUÍ YACE EL EXCELENTÍSIMO SEÑOR DON FRANCISCO FAUSTO FERNANDEZ DE CABRERA Y BOBADILLA, CONDE DE CHINCHÓN, MARQUES DE SAN MARTIN DE LA VEGA, DISTINGUIDO CON LA INSIGNIA DE LA SAGRADA ORDEN MILITAR DE SANTIAGO Y COMENDADOR DE LA MISMA EN EL CAMPO DE CRIPTANA......
.... LA ESCELENTÍSIMA SEÑORA DOÑA FRANCISCA DE CORDOBA Y VELASCO, SU QUERIDÍSIMA ESPOSA, CONSTRUYÓ ESTE SEPULCRO, COMO MONUMENTO DE DOLOR Y AL MISMO TIEMPO DE SU SINCERO AMOR. MURIÓ EL PRIMER DÍA DE OCTUBRE DEL AÑO MIL SEISCIENTOS SESENTA Y CINCO.

Como dice esta lápida fue nombrado en el año 1642, antes de suceder a su padre, Marqués de San Martín de la Vega y fue Comendador del Campo de Criptana de la Orden de Santiago. Amplió el Mayorazgo que fundaron los primeros señores de Chinchón, por testamento otorgado en Madrid el día 3 de mayo de 1665.
Se había casado con doña Francisca de Córdoba y Velasco, hija del Marqués del Fresno, con quien no tuvo descendencia, por lo que le sucedió en el condado su prima doña Inés de Castro y Rivera.
Unos días después de su muerte el Concejo de Chinchón acuerda hacer honras fúnebres y nombrar a una comisión que se traslade a Madrid para dar el pésame a su viuda y a su heredera.
Como se ve el conde ya tenía su residencia en la Corte pero seguía ocupándose de su condado, y no solo de los aspectos políticos y económicos, sino también de los aspectos morales. Sin duda que el Conde había demostrado su interés por los aspectos religiosos con la terminación y ampliación de la fundación del convento de religiosas, y este carácter religioso y moralizador lo manifiesta en un escrito que envía al concejo de Chinchón, en cuyo libro de acuerdos municipales, con fecha 11 de febrero de 1665, se recoge una disposición del conde que, por su curiosidad recogemos íntegramente, y dice así:
"Luego que recibáis esta os informaréis, con todo cuidado, si en esa villa hay algunos pecados públicos o secretos u otras cosas dignas de remedio; y sobre ello haréis toda la diligencia e inquisición necesaria, con intervención del cura y habiéndolo averiguado, pondréis en ello el que convenga por el camino que a todos pareciese más apropiado, para que se consiga el servicio de Nuestro Señor y bien de las almas de mis vasallos.
Así que os encargo las conciencias, para que la mía no lo quede, y os advierto que así la averiguación como el remedio, se hagan con la prudencia, por si acaso tocare a mujeres casadas o personas constituidas en buena opinión; pero que sea sin reservación de nadie; y no solo lo que fueran liviandades sino también usura y otros procederes ilícitos; y porque pueda tener mejor efecto, en caso necesario, daréis cuenta a mi corregidor, para que con su autoridad se reforme. Estando ya advertido, porque yo se lo he escrito así. Y juntamente con el cura me enviareis recibo de la carta, con que yo quede asegurado de que ha llegado a vuestras manos y libre del escrúpulo de mi obligación".

jueves, 14 de mayo de 2020

4º CONDE DE CHINCHÓN: DON LUIS JERÓNIMO FERNANDEZ DE CABRERA Y BOBADILLA.



Luis Jerónimo de Cabrera y Bobadilla (Nació en Madrid el 20 de Octubre de 1589 y murió en Madrid el 28 de octubre de 1647) IV Conde de Chinchón. Fue tesorero general del Consejo de Aragón entre 1612 y 1627[1] y virrey del Perú durante diez años, desde 1629 hasta 1639.
Sus padres fueron Diego Fernández de Cabrera y Mendoza, tercer conde de Chinchón, e Inés Pacheco.
Al concluir su mandato como virrey en 1639, Cabrera regresó a España, donde llegó a ser consejero de estado y acompañó al rey Felipe IV en la campaña de Navarra, Aragón y Valencia.
Contrajo matrimonio dos veces: la primera con Ana Osorio Manrique, hija de los Marqueses de Astorga, con quien no tuvo sucesión y la segunda con Francisca Enríquez de Rivera, hija de Afán de Rivera, con quien tuvo un único hijo, Francisco Fausto, que le sucedió en sus títulos nobiliarios.
EL IV Conde de Chinchón fue el que, sin duda, alcanzó el puesto de mayor rango, al ser nombrado Virrey del Perú.
El año 1628 iba a ser de gran importancia para el IV conde de Chinchón. El día 18 de febrero de ese año, S.M. el Rey de España, Felipe IV, nombra Virrey del Perú a don Luís Jerónimo Fernández de Cabrera Bobadilla de la Cerda y Mendoza, conde de Chinchón. Tenía 39 años.
Durante los años que permaneció fuera de España, delegó el gobierno de su Casa y Estado a don José Carvajal, que era también Consejero de Estado, y su secretario y lugarteniente como Tesorero General de la Corona de Aragón; a este lo sustituyó después don Juan de Olavarría.
Embarcan en Cadiz el 7 de mayo de 1628, en la armada de galeones al mando de don Fadrique de Toledo, con rumbo a America, y después de treinta y tres días de navegación, arribaron al puerto de Cartagena de Indias, el día 19 de junio.
El Virrey tomó una embarcación y navegó sin novedad hasta el Callao. Sin embargo decidió que su esposa hiciese el viaje por tierra por estar embarazada, teniendo que soportar una larga marcha hasta llegar a Lima. Antes de llegar, en Lambayeque, del Obispado de Trujillo, dio a luz a su hijo, el 4 de enero de 1629, que fue bautizado por el licenciado don Fernando de Contreras, capellán y tesorero del Conde, con los nombres de Francisco, Fausto, Antonio y Melchor. 
El Conde de Chinchón no fue una figura excepcional en la historia de la civilización española en América. Era un hombre cristiano, leal, recto y prudente, uno de tantos españoles que dejaron su patria y marcharon a aquellas tierras lejanas con el afán de servir a su Patria y a su Rey, y sin perder de vista la obligación de ayudar desde sus puestos a los encargados de cristianizar el nuevo mundo.
Ruben Vargas Ugarte, en su introducción al “Diario de Lima” dice que “el período del Conde no se señaló por ningún hecho sobresaliente, pero sin ser autor de grandes reformas y haberse significado como impulsor de obras de capital importancia, fue un gobernante discreto y acertado, celoso del cumplimiento de sus deberes e inclinado siempre a hacer justicia y mirar por el bien de sus subordinados. No puede atribuírsele mejor elogio. Agobiada la Monarquía por las continuas guerras y el despilfarro introducido por validos y favoritos, corría a su ruina y, para detenerla se hacía preciso demandar continuos auxilios pecuniarios.... El Conde de Chinchón hubo de plegarse a esta política egoísta que empequeñecía su labor, reduciéndola a la categoría de administrador de un hidalgo manirroto”.

Según su criado Diego Pérez Gallego, el Conde de Chinchón era un hombre minucioso y ordenado que “pasaba un día como los demás y refiriendo el exercicio de uno está dicho el que tuvo en los doce años que vivió en las Yndias”. 
Según escribe Luís Hernández Alonso en su “Virreinato del Perú”, no admitía camarillas. 
En cuanto a sus virtudes, se puede reseñar que supo aunar la valentía con la prudencia, la energía con la comprensión, habiendo que destacar su sentido de la justicia, su caballerosidad y su discreción.
Su prudencia se manifestó en el cuidado de guardar las leyes y ordenanzas antiguas, pues consideraba que la novedad trae consigo generalmente odios y crea quejas y disgustos. No se dejaba llevar por la pasión en la toma de decisiones. Su criado dejó escrito: “Nunca pensó lo que no era, ni dixo lo que no sabía ni creía; dezia lo que no tenía, ni jamás dixo todo lo que sabía, ni creyó todo lo que oía. Qué buenas propiedades de Virrey, y más de tierra tan dilatada donde los informes son varios y contrarios muchas veces”.
Era el Conde de Chinchón muy riguroso en cosas tocantes a la moral y a los deberes y prácticas religiosas. Daba órdenes para que la tropa y las personas que iban a viajar por mar se confesasen y comulgasen, como en aquel tiempo de largas navegaciones se acostumbraba. Prohibió se reuniesen ambos sexos en las distribuciones devotas que se hacían por cuaresma en diferentes templos: así mismo mandó en 1630, que en el Teatro estuviesen siempre separados los hombres y las mujeres; que las de la plebe no usasen ropas de seda y otros artículos de lujo: y dictó frecuentes providencias, intentando extinguir el hábito de cubrirse aquéllas el rostro. Favoreció el proyecto de establecer una casa particularmente destinada para huérfanas en Lima; y contribuyó al acrecentamiento de las rentas del hospicio de niños expósitos.

Pero sin duda el hecho que ha marcado su historia es el no probado históricamente descubrimiento de la quina como remedio para el paludismo, que se atribuye a la curación de la Virreina con este tratamiento.

Como digo, es un hecho no suficientemente probado históricamente, y bien pudo ser una leyenda inventada con fines comerciales; pero la realidad es que el naturalista sueco Linneo dio el nombre científico de “Chinchona” a la quina, en honor y recuerdo de doña Francisca Enríquez de Rivera, Virreina del Peru y Condesa de Chinchón, y eso si ha quedado en la historia.

Aunque la fecha oficial de la terminación de su mandato en Peru fue el día 18 de diciembre de 1939, fecha en que tomó el mando su sucesor don Pedro Álvarez de Toledo y Leiva, Marqués de Mancera, el Conde de Chinchón no salió de Perú hasta el día 2 de junio de 1640. Durante varios meses estuvieron recorriendo varios países de América hasta que llegaron a Colombia para embarcar hacia España en Cartagena de Indias. Allí murió Doña Francisca Enríquez de Rivera, condesa consorte de Chinchón, el 14 de enero de 1641 cuando iban a iniciar el viaje de regreso a España y allí recibió cristiana sepultura. En su tumba se colocó una estatua de alabastro con la efigie de la Virreina.
Don Luís Jerónimo acompañado por su hijo y todo su séquito embarcó con rumbo a España para seguir desempeñando los otros altos cargos que ostentaba.

miércoles, 13 de mayo de 2020

3º CONDE DE CHINCHÓN: DIEGO FERNÁNDEZ DE CABRERA Y BOBADILLA.



Don Diego, el conde constructor.

Diego Fernández de Cabrera y Bobadilla, III Conde de Chinchón, nació en  Chinchón en fecha que desconocemos y murió en Madrid el 23 de noviembre de 1608. Tesorero general de la Corona de Aragón, mayordomo de la Casa Real y consejero de Estado, Guerra, Aragón e Italia.
Diego Fernández de Cabrera y Bobadilla fue el hijo primogénito de Pedro Fernández de Cabrera, II conde de Chinchón desde 1522, y de Mencía de la Cerda y Mendoza, tía de la célebre Ana de Mendoza, mujer de Ruy Gómez de Silva. 
Han llegado pocas noticias acerca de la primera etapa de la vida de Diego, aunque se sabe que nació en la villa de Chinchón. Sus primeros pasos en el servicio del Rey los dio en jornadas de guerra. Algunos cronistas señalan su participación en las campañas militares contra Francia de la década de los cincuenta y en el socorro de Mazalquivir de 1563. Posteriormente se asentó en la Corte para asistir a su padre en sus oficios, hasta el punto de que, en 1571, se rumoreó que le iba a traspasar la Tesorería General de la Corona de Aragón, que le daba acceso a los consejos de Aragón e Italia, y que su padre disfrutaba desde 1558, gracias a su relación con el portugués Gómez de Silva. Durante este período se inició en los entresijos del Gobierno y en las intrigas y maniobras palaciegas, en las que llegó a ser consumado especialista.
Don Diego Fernández de Cabrera y Bobadilla nació en Chinchón, como varios de sus hermanos y como su padre, y como él también desempeñó importantes cargos oficiales estando, siempre, muy cerca del Rey Felipe II.
Esta estrecha relación con el monarca se puede comprobar en la correspondencia que mantuvieron. Son un total de 26 cartas manuscritas, en 47 folios, fechadas de 1567 a 1594. En estas cartas autógrafas, Felipe II se expresa con total libertad, exponiendo sus opiniones y sentimientos en temas sobre el príncipe don Carlos, las Cortes de Monzón, la revuelta de Aragón, el asunto de su secretario Antonio Pérez, las Cortes de Tarazona, y todo tipo de consultas sobre nombramientos religiosos y políticos, obras arquitectónicas, viaje a Cataluña, etc. Estas cartas demuestran fehacientemente que don Diego Fernández de Cabrera y Bobadilla fue uno de los más influyentes ministros de todo su reinado.
Felipe II le distinguió con su amistad y le nombró su secretario para la contrucción del Monasterio del Escorial. Este cargo le hizo ser muy entendido en construcciones, conocimientos que puso en práctica para terminar muchas de las obras que había iniciado su padre en Chinchón y acometer la reconstrucción de los Castillos de Chinchón y de Odón. Además de los conocimientos técnicos que pudo adquirir con estas obras, ideó el sistema de destajos en las obras del Monasterio, lo que permitió abaratar los costes y acelerar la construcción, racionalizando y organizando los trabajos de tal forma que no se entorpeciesen entre sí los obreros que desempeñaban los distintos oficios y tareas en la construcción.
Tuvieron que pasar cerca de 70 años desde la destrucción del castillo por los comuneros, para que el tercer Conde de Chinchón, Diego Fernández de Cabrera y Bobadilla, decidiera comenzar su reconstrucción y la del castillo de Odón. En su persona se reunieron los factores determinantes para poder llevar a cabo dichas reedificaciones: fue "el hombre más rico de Castilla y era un experto en arquitectura".
Si pensamos que este castillo se reconstruye cuando España era la primera potencia mundial y "en cuyo imperio no se ponía el sol", no parece lógica la decisión de hacer una fortaleza defensiva puesto que no era previsible ningún ataque enemigo. Aparentemente, la decisión de hacer esta fortaleza estaría motivada por un afán de notoriedad del conde.
Pero encontramos otra teoría para justificar la reconstrucción de los castillos. El conde era una persona religiosa y piadosa, como lo muestra sus aportaciones para la construcción de la Iglesia de Chinchón, pero también tenía un carácter ambicioso e intrigante, y durante su vida se granjeó enemistades y envidias de otros nobles con los que litigó para la consecución de sus propiedades; como, por ejemplo, sus pretensiones sobre el condado de Ribagorza. Quizás ante el temor de las represalias, el Conde de Chinchón se viera ante la necesidad de reconstruir sus antiguas fortalezas y dotarlas de artillería para hacer frente a un hipotético asalto.
Por lo tanto, aunque la función del conjunto era defensiva, era, también residencial para los condes, al menos temporal, y tenía un claro significado simbólico del status señorial de su propietario.
Otro de los retos con que tuvo que enfrentarse el Conde fue la construcción de la capilla de la Piedad, aunque no logró verla terminada. Las obras se dila- taron durante casi cien años, más por dificultades en la financiación que por la envergadura de la obra. Hubo varias reuniónes de los responsables municipales y eclesiásticos con los condes de Chinchón. Concretamente el 23 de mayo de 1586, 22 de enero de 1587 y otra en el mes de febrero de ese mismo año. En estas reuniones se convino con el conde de Chinchón y su hermano don Andrés, arzobispo de Zaragoza, "que no pudiéndose congregar en la iglesia vieja ni la cuarta parte de los mil trescientos vecinos que tenía la villa y estando empezada hacía más de cuarenta y ocho años la iglesia nueva, de cantería y muy capaz para todos los vecinos y cerca de la iglesia antigua, era tan costosa la obra que no podía terminarse en ciento ni doscientos años con la renta de la otra".
También utilizaron los condes la prerrogativa de usar la iglesia como enterramiento. En el presbiterio y en la cripta que se encuentra debajo del altar mayor existieron distintos sepulcros, en los que había colocadas losas con inscripciones alusivas a los mismos. En el cuestionario enviado al Cardenal Lorenzana se detallan seis: la ya comentada, dedicada al primer conde don Fernando, otra a su hijo don Pedro, una tercera en memoria de Don Diego, el tercer conde y tres más dedicadas a las esposas de los condes, doña Teresa de la Cueva y Toledo, doña Mencia de la Cerda y doña Inés de Pacheco.
Quedaba otro contencioso pendiente en el Condado. Un contencioso que se remontaba a más un siglo. Las diferencias de los Condes de Chinchón y la Ciudad de Segovia habían sido muchas y se habían dirimido en los tribunales e, incluso, en los campos de batalla. Ya era hora de terminar con estas contiendas y gracias a su gran amistad con el Monarca, el conde logra que el Consejo Real dicte Sentencia de vista favorable a la Concordia, según la cual las partes contendientes renunciaban recíprocamente a algunas de sus pretensiones, y es ratificada por el propio rey Felipe II en Illescas el 29 de mayo de 1593 y en San Lorenzo el 14 de julio de 1593. Habían tenido que pasar 113 años para dirimir el pleito de los Señores de Chinchón con la Ciudad de Segovia.
Siendo don Diego Conde de Chinchón, en el año 1599, se produjo la visita al Palacio de los Condes, de don Pedro Fernández de Castro y Andrade, en aquel momento Marqués de Sarria y futuro Conde de Lemos, descendiente también de los Condes de Chinchón, acompañado por su protegido y secretario particular, don Félix Lope de Vega y Carpio quien, según cuentan, terminó aquí de escribir y firmó su comedia “El Blasón de los Chaves de Villalba”; obra que dedicó a su anfitrión después de hacer la primera lectura pública en las veladas celebradas en el palacio de los Condes de Chinchón. Esta comedia fue publicada después, en el año 1618, y está clasificada, según Menéndez Pelayo, dentro del teatro de Lope de Vega en el apartado VIII - Crónicas y leyendas dramáticas de España, con el número LXXIV.
Se casó con doña Inés Pacheco, hija del marqués de Villena y duque de Escalona Diego López Pacheco, y de Luisa Bernarda de Cabrera y Bobadilla, tercera marquesa de Moya, con la que tuvo un hijo, don Luis Jerónimo Fernandez de Cabrera y Bobadilla, que le sucedió como IV Conde de Chinchón. 
Desempeñó muy altos cargos de responsabilidad y de confianza del rey, la mayoría de ellos fueron los mismos que había ocupado su padre. Muere en el año 1607 y siglos después, cuando se efectúa la enésima reparación en la iglesia en el año 1980 se pinta una lápida, en el frontal del altar mayor, en recuerdo de este conde y dice así:

AQUÍ YACE EL SEÑOR DON DIEGO FERNÁNDEZ DE CABRERA, CONDE DE CHINCHÓN, DE LOS CONSEJOS SUPREMOS DE SU MAJESTAD Y DE ARAGÓN, MAYORDOMO TESORERO GENERAL DE TODAS LAS REALES CÁMARAS DE LA CORONA DE ARAGÓN, SEÑOR DE LOS SEXMOS DE VALDEMORO Y CASARRUBIOS, ALCAIDE MAYOR PERPETUO DE LOS ALCÁCERES REALES DE LA CIUDAD DE SEGOVIA, ALFÉREZ MAYOR PERPETUO Y TESORERO DE LA CASA DE LA MONEDA DE DICHA CIUDAD Y DEL CONSEJO SUPREMO DE ITALIA.
MURIÓ AÑO DE 1607.
BEATI MORTUI QUI IN DOMINO MORIUNTUR. (Bienaventurados los muertos que murieron en el señor)

Durante los años que estuvo don Diego al frente del condado de Chinchón, se produjo consecuentemente un gran aumento en la actividad constructiva de Chinchón, lo que repercutiría en la llegada de obreros especialistas de los distintos gremios relacionados con la construcción, así como un aumento de puestos de trabajo para obreros no cualificados, y todo esto supondría una mayor actividad comercial y económica para el pueblo.

martes, 12 de mayo de 2020

2º CONDE DE CHINCHÓN: D. PEDRO FERNÁNDEZ DE CABRERA Y BOBADILLA.



Pedro Fernández de Cabrera y Bobadilla nació en Chinchón aunque desconocemos la fecha de su nacimiento y murió en Balsaín (Segovia) el 19 de Agosto de 1575.
Era hijo de Fernando de Cabrera y Bobadilla y de Teresa de la Cueva y Álvarez de Toledo. Contrajo matrimonio con doña Mencía de Mendoza y de la Cerda, y tuvo ocho hijos: cuatro varones y cuatro mujeres:
  1. Diego Fernández de Cabrera y Bobadilla, que sucedió en el título.
  2. Teresa de Cabrera y la Cueva, casada con el Conde de Lemos.
  3. Andres de Cabrera y Bobadilla, obispo de Segovia y de Zaragoza, que contribuyó con sus donativos para la construcción de la Iglesia de la Piedad de Chinchón y cuyo escudo episcopal está en los dos contrafuertes frontales de la Iglesia.
  4. Pedro de Cabrera y Bobadilla, que combatió en La Goleta y en Mazalquivir.
  5. Diego de Cabrera y Bobadilla, colegial en el de los Caballeros Manriques de Alcalá, que murió joven.
  6. Ana de Cabrera y la Cerda, dama de la reina Ana de Austria.
  7. Mencía de Cabrera y la Cerda, casada con el III marqués del Valle de Oaxaca.
  8. María Leonor de la Cerda, que casó con Alfonso Cavazzi, conde y barón de la Somaglia. 
Heredó el extenso condado de Chinchón y las demás propiedades a la muerte de su padre Fernando, en 1521. También desempeñó el cargo de mayordomo del Rey Felipe II, consejero en los Consejos de Estado, Guerra, Italia y Aragón, alférez mayor perpetuo de Segovia —según el título dado en El Bosque a 20 de septiembre de 1566— y tesorero general de la Corona de Aragón por juro de heredad y real despacho del 17 se septiembre de 1558, dado en el Monasterio de Santa Maria de Valldonzella. 
Mantuvo una importante correspondencia con el Rey Felipe II, sobre todo referente a la gobernabilidad del Reino de Aragón, que después continuaría su hijo Diego que le sucedió en el Condado de Chinchon y en otros muchos cargos que el ostentaba.

lunes, 11 de mayo de 2020

1º CONDE DE CHINCHÓN: FERNANDO CABRERA BOBADILLA.




Y para seguir conmemorando el 5º Centenario del Condado de Chinchón, ¿Qué mejor que recordar a los titulares del Condado que más relevancia tuvieron en la historia?

Fue el primer Conde de Chinchón, don Fernando de Cabrera y Bobadilla. (Desconocemos la fecha exacta de su nacimiento en el año 1480, y murió en Segovia, el 6 de septiembre de 1522). Comendador de Montemolín en la Orden de Santiago, (cuyo hábito tomó en marzo de 1505), alcaide del Alcázar de Segovia desde el 4 de octubre de 1511, tesorero de la Casa de la Moneda de esta ciudad, II señor y también I Conde de Chinchón, por concesión del Rey Carlos I, por Real Cédula dada en La Coruña el 9 de mayo de 1520.
Segundo de los hijos de Andres de Cabrera y Beatriz de Bobadilla, Marqueses de Moya y Señores de Chinchón por concesión de los Reyes Católicos.
Casó con Teresa de la Cueva, natural de Cuellar, hija del II Duque de Alburquerque y de Francisca de Toledo, hija de los primeros Duques de Alba. Ambos fueron padres de: 
Pedro Fernández de Cabrera y Bobadilla, que le sucedió en el Condado y Mariana de la Cueva y Bobadilla (o Cabrera y de la Cueva), casada con Luis de Leiva, II príncipe de Asculi, marqués de Atella y conde de Monza, comendador De Yeste en la Orden de Santiago y capitán general de la gente de armas del Ducado de Milán.

Nos habían contado los historiadores que el nombramiento de Conde de Chinchón a don Fernando Cabrera y Bobadilla, había sido motivado por sus méritos en la defensa del Alcazar de Segovia, en la guerra con los Comuneros, Sin embargo el nombramiento de primer conde de Chinchoń está fechado el 9 de mayo de 1520, unos días antes de la partida de Carlos hacia Alemania, y en esa fecha aún no había comenzado la guerra de las Comunidades que se inició a finales de ese mismo mes. Por lo tanto, la aportacioń del primer conde de Chinchoń a esta guerra sí pudo estar motivada por el agradecimiento al Emperador por la concesión del título de conde.
El Conde, seguń las crónicas, luchó contra los segovianos en la misma Catedral y terminó haciéndose fuerte en el Alcázar. En tierras castellanas permaneció hasta el final de la guerra, prestando su ayuda a los tres Regentes del Reino. Por ello, dejó desamparados sus dos fortalezas, hecho conocido por los caballeros segovianos que vieron esta ocasión como la oportunidad única para vengar el expolio de que habían sido objeto por los Reyes Católicos cuando concedieron las tierras de Chinchón a los Marqueses de Moya.
Llegan noticias alarmantes desde Chinchón, el Alcaide del castillo le informa que si en el plazo de quince días no recibe ayuda entregará la plaza. Aunque el Condestable le facilita en Burgos gente de a caballo para que acuda a soco- rrerle, en vez de dirigirse a Chinchón se encamina a Segovia para ayudar a su hermano que seguía asediado en el Alcázar de Segovia.
Al no llegar esta ayuda, el alcaide don Francisco Díaz decide entregar lo que aún quedaba de la artillería en la fortaleza, a los regidores del Concejo, quienes firman un acuerdo el día 21 de enero de 1521, haciéndose cargo de ella con el compromiso de no utilizarla contra el Conde ni contra su Alcaide. A pesar de lo pactado, poco después, sin duda para no entrar en contienda con ellos, entregan las armas a los comuneros de Segovia, quienes se ensañan no solo con el castillo, sino con otras casas de las personas allegadas a los Señores, destruyendo incluso los escudos de las casas.
Habían pasado poco más de cuarenta años desde que estas tierras fueron segregadas de las segovianas, pero nadie había olvidado la afrenta recibida. Por los datos que nos aportan los historiadores, a los comuneros no se les opone resistencia, sino que se les entregan las armas. No había motivo bélico para destruir el castillo, y sólo se puede entender esta destrucción por el deseo de venganza. Sin duda que algunos de los que llegaron a Chinchoń para adueñarse del castillo recordarían que siendo niños habían sido abofeteados en Segovia para que no olvidasen nunca la afrenta que había recibido la ciudad de sus propios reyes.
Los habitantes de Chinchón no entendían cómo su señor había sido capaz de abandonar sus tierras y su fortaleza dejándolos a merced de sus enemigos, siendo tachada, por muchos, esta actitud como cobardía.
El conde muere el año siguiente en Segovia el 6 de septiembre de 1522, siendo enterrado en la capilla mayor del monasterio de Santo Domingo de esa ciudad. En el año 1575 sus restos fueron trasladados a la capilla mayor de la Iglesia de Santa María de Gracia, a donde fueron trasladados también los restos de su esposa doña Teresa de la Cueva que había sido enterrada en el convento de la Orden Tercera de Madrid. Cuando fue terminada la Capilla de la Piedad, su nieto el III Conde de Chinchón, don Diego Fernández de Cabrera y Bobadilla, mandó colocar una lápida que decía:

A FERNANDO CABRERA Y BOBADILLA, CONDE DE CHINCHON, HIJO DE ANDRES DE CABRERA Y BEATRIZ DE BOBADILLA MARQUESES DE MOYA QUIEN, NO OLVIDADO DEL SINGULAR HONOR Y FIDELIDAD DE SUS PADRES CON LOS REYES CATÓLICOS Y DE LA DIGNIDAD CON QUE LLEVARON SOBRE SU PECHO
EL HONOR REAL, CONSERVÓ INCÓLUMES LAS DEFENSAS SEGOVIANAS CON ADMIRABLE Y SUPERIOR PERSEVERANCIA Y CON INDOMABLE VIRTUD DE ÁNIMO ESTANDO AUSENTE EL REY CARLOS V POR EL ATAQUE DE LOS FURIOSOS COMUNEROS, SIN ASUSTARSE POR NINGÚN PELIGRO DE LA VIDA O DE LAS FORTUNAS.
EL CONDE DIEGO, SU NIETO, DEDICA ESTE MONUMENTO, PARA EL RECUERDO DEL TIEMPO FUTURO, A SU ABUELO, HOMBRE DE HONOR Y DE GRAN CORAZÓN, QUE VIVIÓ 42 AÑOS Y MURIÓ EN SEGOVIA EL 6 DE SEPTIEMBRE DE 1522.

domingo, 10 de mayo de 2020

EL CONDADO DE CHINCHÓN


Con motivo de la celebración del 500 aniversario de la creación del Condado de Chinchón, del que ayer hice una referencia por ser la fecha de su creación, he considerado que podía hacer una reseña de todos los que han ostentado el título de condes de Chinchon, en la historia:  

El condado de Chinchón es un título nobiliario español, de Castilla, que desde 1799 comporta la dignidad de grande de España de primera clase.
Fue creado por el rey Carlos I, mediante Real Cédula dada en La Coruña el 9 de mayo de 1520, en favor de Fernando de Cabrera y Bobadilla, señor de Chinchón, alcaide perpetuo del Alcázar de Segovia y tesorero de la casa de moneda de esta ciudad, gran capitán de los Imperiales en la Guerra de las Comunidades, comendador de Montemolín en la Orden de Santiago, hijo segundo de Andrés de Cabrera, I marqués de Moya, poseedor del mismo señorío y oficios, camarero mayor del rey Enrique IV, caballero de Santiago, y de Beatriz de Bobadilla, su mujer, camarera mayor de la reina Isabel la Católica. Esta soberana había concedido a los marqueses de Moya en 1480 el señorío de Chinchón en el reino de Toledo, desmembrado de la comunidad de ciudad y tierra de Segovia y que comprendía veinte villas y 1.200 vasallos en los sexmos de Valdemoro y Casarrubios.
Desde finales del XVII la casa recayó en los Savelli y en los Sforza-Cesarini, familias principescas romanas. En 1729 sucedió como XI conde José Sforza Cesarini Savelli, príncipe de Santa Flora, quien tras obtener licencia del Rey Felipe V, en 1738 vendió el título y estado de Chinchón al infante de España Don Felipe de Borbón, después duque de Parma, hijo de dicho rey y de Isabel de Farnesio, su segunda consorte. El duque de Parma lo vendió a su vez el 28 de mayo de 1761, con licencia de su hermano el rey Carlos III, al infante Don Luis de Borbón, quien después de ser cardenal y arzobispo de Toledo había obtenido la dimisión del estado clerical y quince años después contraería matrimonio morganático con María Teresa de Vallabriga.
Después de los días del infante Don Luis, el título de conde de Chinchón fue vuelto a crear en favor de su hijo Luis María Vallabriga, mediante Real Decreto de Carlos IV dado el 25 de abril de 1794. En 1798 el concesionario de la segunda creación fue autorizado a usar el apellido y armas de Borbón y pasó a llamarse Luis María de Borbón y Vallabriga, y al año siguiente el mismo rey le otorgó la grandeza de España de 1ª clase para unir al condado, mediante otro Real Decreto del 4 de agosto de 1799. En los años siguientes fue nombrado arzobispo de Sevilla y de Toledo y cardenal del título de Santa María della Scala, dignidades eclesiásticas que también había poseído su padre. En 1803 renunció el condado en favor de su hermana María Teresa, condesa de Boadilla del Monte, casada con Manuel Godoy, y desde 1823 fue caballero del Toisón de Oro. Sin embargo, pasaron más de treinta años hasta que Fernando VII firmó el Real Despacho de creación de la grandeza, expedido el 14 de marzo de 1831 en favor de Carlota Luisa de Godoy y Borbón, sobrina del concesionario.
El título sigue hasta nuestros días en la descendencia del infante Don Luis y unido a la casa de Sueca y la Alcudia, títulos ducales concedidos a Godoy. Su denominación hace referencia a la villa y municipio de Chinchón, en la provincia y comunidad de Madrid.

Lista de Señores y Condes de Chinchón.
Titulares y Periodo en el cargo.

Señores de Chinchón (concesión por Isabel I de Castilla)
I Andrés de Cabrera     1480 - 1511
II Fernando de Cabrera y Bobadilla (I conde) 1511 -1521

Condes de Chinchón:

(1.a creación, por Carlos I)
I Fernando de Cabrera y Bobadilla: 1520-1521
II Pedro Fernández de Cabrera y Bobadilla  1521-1575
III Diego Fernández de Cabrera y Bobadilla. 1575-1600
IV Luis Jerónimo Fernández de Cabrera y Bobadilla  1600-1647
V Francisco Fausto Fernández de Cabrera y Bobadilla 1647-1665
VI Inés de Castro Cabrera y Bobadilla 1665-1665
VII Francisca de Cárdenas Cabrera y Bobadilla 1666-1669
VIII Francisca de Castro Cabrera y Bobadilla 1669-1683
IX Julio Savelli y Peretti 1683-1712
X Juan Jorge Sforza Cesarini Savelli 1712-1729
XI José Sforza Cesarini Savelli 1729-1738

(Enajenación autorizada por Felipe V)
XII Felipe de Borbón y Farnesio 1738-1761

(Enajenación autorizada por Carlos III)
XIII Luis de Borbón y Farnesio 1761-1785

(2.a creación por Carlos IV en 1794)
XIV Luis María de Borbón y Vallabriga 1794-1803
XV María Teresa de Borbón y Vallabriga 1803-1828
XVI Carlota Luisa Manuela de Godoy y Borbón 1831-1886
XVII Adolfo Rúspoli, duque de Alcudia y Sueca. 1886 -1914
XVIII Carlos Luis Rúspoli y Álvarez de Toledo 1914-1936
XIX Camilo Carlos Adolfo Rúspoli y Caro 1940-1975
XX Carlos Oswaldo Rúspoli y Morenés 1978-2016
XXI Luis Carlos Ruspoli y Sanchiz 2018-hoy

Nota: Para ilustrar esta reseña he escogido el cuadro “La familia del Infante don Luis” que pintó Goya, porque fue don Luis Maria Jaime de Borbón y Farnesio el que quiso utilizar el título de Conde de Chinchón, dándole prioridad a los otros que también ostentaba, posiblemente con mayor rango.