miércoles, 24 de febrero de 2016

NACIONALISMO DESINTEGRADOR III



3.- Nacionalismo economicista

El derecho de autodeterminación y el independentismo ha tenido fundamento en diversos momentos históricos, sobre todo bajo el colonialismo, cuando las poblaciones sojuzgadas quedaban privadas de democracia y de derechos fundamentales y sometidas a la rapiña económica de la potencia colonial. Conseguir la secesión de la metrópoli era algo necesario para acceder a la democracia política y hacer efectivos los derechos fundamentales para los pueblos sometidos. Se trataba de una situación de dominio tiránico cuya abolición contaba con el favor de la opinión pública mundial. No obstante, en ocasiones, las potencias coloniales realizaron un proceso de independencia agrupando poblaciones con identidades muy diversas que, a la postre, condujeron a enfrentamientos armados que frustraron los objetivos de la independencia.
El nacionalismo se inició en el siglo XVIII, asociado a procesos de independencia de las colonias de países europeos y como contraposición a las monarquías absolutas . La nación -no Dios- se situaba por encima del monarca. Sucesivamente se intentó la construcción del concepto de nación en base a identidades históricas, culturales, idiomáticas, religiosas, étnicas o de cualquier otro tipo, generalmente asociadas a un territorio, para fundamentar el derecho a la independencia o a la secesión. Pero la nación ha sido una construcción ideológica sumamente cuestionada por su imprecisión y las contradicciones que se producen al intentar cualquier definición, acrecentadas en nuestros días ante un mundo multiétnico, multicultural, multireligioso y plurilinguístico, en el que los regímenes democráticos -al menos formalmente- se han ido extendiendo.
En la práctica, el nacionalismo no es sino una construcción ideológica pseudoreligiosa con la finalidad de aglutinar a un conjunto de personas en torno a un poder político que ha dado lugar a múltiples modelos a lo largo de la geografía mundial. No debe perderse de vista que el nacionalismo ha llegado a engendrar monstruos como el que surgió en la Alemania hitleriana: la nación alemana justificaba todo, incluso una gran masacre de la población europea, incluido el pueblo judío.
En todo caso, el independentismo como movimiento es residual en nuestros días, ya que estamos en un momento histórico que camina justamente en sentido contrario, para configurar grandes bloques políticos y económicos. Es de todo punto absurdo que si la Unión Europea camina hacia una integración política se propicie que sus Estados miembros vayan en sentido contrario, fragmentándose en microestados.
Los ciudadanos de Cataluña gozan de la misma democracia y reconocimiento de sus derechos fundamentales que cualesquiera otros ciudadanos de España. La Constitución Española reconoce derechos linguísticos, culturales y de autogobierno que son ejercidos plenamente, muy por encima de cualquier otra región de Europa. La Unión Europea jamás se ha dirigido contra España en relación con la restricción de derechos y libertades a los ciudadanos de Cataluña o de cualquier otra Comunidad Autónoma, muy al contrario, desde cualquier instancia europea se ha alabado el proceso democrático español.
Pero si no hay opresión dictatorial hacia Cataluña, si se reconocen derechos linguísticos, culturales y de autogobierno, ¿por qué se esgrime el derecho de autodeterminación? Sencillamente, tal como han expresado soterrada o abiertamente los dirigentes independentistas, la motivación es puramente económica. Periódicamente se ha esgrimido un maltrato económico en la distribución de recursos para Cataluña. El maltrato ha sido un argumento ideológico que se ha cultivado con profusión aprovechando cualquier excusa. Incluso en el caso de que así fuese, existen mecanismos democráticos para su corrección.
Para ciertas élites catalanas, en el fondo, lo que existe es un cálculo de futuro para obtener una gran ventaja económica aprovechando la situación geográfica de Cataluña. Los dirigentes independentistas son conscientes de que las mayores infraestructuras de energía, comunicaciones y transportes que enlazan España y el resto de Europa pasan por su territorio. La élite independentista catalana ve un negocio fantástico en esta operación ya que controlarían autopistas, vías férreas, gasoductos, tendidos eléctricos, cables de comunicaciones, etc. Llegado el caso se podría impedir el tránsito de personas y mercancías o imponer aranceles de aduanas, de portazgo o de tránsito. En una palabra, no tendrían ningún problema económico ya que les bastaría colocar una caja en aduana y crear una economía parasitaria sobre el Estado residual español, al modo de Ucrania con los gasoductos de Rusia, por utilización de sus infraestructuras.

Esta y no otra es la motivación que mueve a las élites independentistas: la codicia más absoluta, que desearían que fuese compartida por el resto de ciudadanos catalanes, aunque éstos solo recibirían las sobras del banquete.