miércoles, 11 de marzo de 2015

ROMANONES


Don Román Martínez, era el titular de la  Parroquia de Juan María de Vianney, en el barrio del Zaidín de Granada.
En las imágenes que acompañan a este artículo le podemos ver predicando y oficiando la Eucaristía, me figuro que en su parroquia, ante la mirada de sus feligreses que escucharían atentos sus enseñanzas.
Lo que ha ocurrido después no viene ahora al caso. No sé si habrá cometido actos que tendrán carácter delictivo y en caso afirmativo si estos delitos habrán o no prescrito. Para mí eso y ahora no tiene nada que ver con lo que yo quería decir en estas consideraciones.
Yo me pregunto cómo era posible que este hombre pudiese actuar de una forma y predicar lo contrario.
Aunque Cristo ya dijo aquello de “Haced lo que ellos dicen, pero no lo que ellos hacen”; sigo sin comprender cómo se puede estar viviendo de una forma frontalmente opuesta a lo que te debe exigir tu conciencia.
La conclusión  más evidente es que este hombre no creía lo que estaba predicando o si algún día lo llegó a creer, luego perdió la fe.


¿Cómo juzgaría en el confesionario a un feligrés que se acusase de los actos que el practicaba? ¿Dejó traslucir en sus homilías cual era su concepto de la castidad y el respeto a los demás? ¿No recordó nunca lo que Jesús había dicho de quienes escandalizan a los más pequeños? ¿Nunca pensó en cambiar su conducta o, al menos, cambiar de actividad?
Don Román Martínez, el párroco granadino, no debía hacer demasiados exámenes de conciencia como él debía aconsejar a sus feligreses o es que había alcanzado tal cinismo que su conciencia ya era totalmente insensible, estaba atrofiada o, simplemente, no tenía
¿Y esto de la falta de conciencia, es sólo un problema de don Román o, desgraciadamente, es un mal endémico que asola nuestra sociedad?