sábado, 17 de abril de 2010

LOS VELOS DE LA MEMORIA. CAP. IV

IV

Dos o tres días después.

- Pues sí Clotilde, se ha marchado a Madrid. Me figuro que te habrás enterado, porque debe ser la comidilla de todo el pueblo. ¡Qué vergüenza! Pero yo no pienso consentirlo más. Hasta ahora había procurado hacer la vista gorda… Pero esto ya no se puede permitir. Por la noche no le dejé entrar en la habitación y durmió en la banca de la salita, y a la mañana siguiente se marchó a Madrid. Lo suele hacer de vez en cuando, sobre todo cuando aquí no tiene con quién satisfacer sus bajas pasiones.
Y a mí, ¿qué quieres que te diga?, ya ni me molesta. Si tengo que serte sincera, no sé el tiempo que hace que no me reclama el débito conyugal. Don Filomeno me dice que estoy obligada, porque el acto carnal es santo dentro del matrimonio, pero la verdad es que él ya no quiere saber nada de mí, ni yo tampoco quiero saber nada de él. Perdona que haya venido sin avisar, pero es que tenía que desahogarme con alguien y contigo es con quien más confianza tengo… Tú conoces bien todo lo nuestro… y ya sabes que no siempre fue así.
Al principio todo era distinto. Es verdad que siempre ha sido un obseso sexual, y como entonces yo estaba bastante bien, ¿te acuerdas?, lo tenía a todas horas detrás de mí. Yo tenía entonces ya veinticinco año y él sólo veintitrés. Aunque antes tuve varios pretendientes, ninguno estaba en posición de solucionar la situación económica de mi familia. Entonces sólo nos quedaba ya el prestigio de nuestros apellidos y los recuerdos de los tiempos pasados. ¡Qué te voy a decir que tú no sepas!
Mi madre tenía que hacer malabarismos para aparentar una posición que no teníamos y mi padre tuvo que fingir una enfermedad para no tener que hacer vida social. Entonces llegó Nicomedes... cuando tú empezaste a salir con mi primo Enrique. Mucho después me enteré que ya tenía una amante en la capital. Esto no sé si tú lo sabes. Era una antigua criada de la casa de sus padres a la que dejó preñada, y como él era demasiado joven y ella pobre, mis suegros acordaron ponerla un pisito para ella y para lo que viniese, y dar un par de tierras a los padres, con lo que consiguieron que la noticia no trascendiese en el pueblo.
Sí, entonces tuvo una hija y luego otro niño más. La mayor debe tener ahora unos treinta y tres años y el niño poco más de veintiuno; ella dos más que mi hija mayor y él tres menos que mi pequeña... Pero ya le dije cuando me enteré... De reconocer a esos bastardos, ¡ni hablar...! Me lo juró por Dios... Yo sé que les manda dinero todos los meses, pero no me importa porque a nosotros nos sobra... pero no, no les conozco; creo que la mayor trabaja con una modista y el chico en una cerería, pero que yo sepa nunca han venido por Recondo, ni siquiera cuando murieron sus abuelos... Pero, por Dios, no se lo vayas a contar a nadie… que es un secreto que no saben ni mis propios hijos. Al final, voy a terminar yo también aficionándome a la achicoria... y los bollitos de aceite cada día te salen mejor...
Oye, mira... ¿No es aquel don Gregorio el maestro...? Parece que va hacia la Iglesia... últimamente se le ve mucho entrar a la Sacristía y antes apenas si iba a misa los domingos... Este mirador tuyo es un lujo... desde aquí te enteras de todo lo que pasa en el pueblo....
Pues como te decía, cuando Nicomedes empezó a cortejarme, mi madre me lo dijo bien claro. ¡Hija, esta oportunidad no la podemos perder! Y en estos casos, lo más efectivo era que me dejase embarazada… Me da vergüenza contarte esto… Solo lo sabía mi madre y se lo llevó con ella a la tumba… Pero bueno, tú eres mi mejor amiga… mucho más que una hermana….
Su familia era visita de casa y él empezó a acompañar a sus padres cuando iban a visitarnos. Yo me las arreglaba para salir al jardín haciendo que cuidaba las plantas para que él se acercase y poder hablar a solas. Mi madre aprovechaba cualquier ocasión para decir que hacíamos muy buena pareja.
Una tarde se me torció un tobillo y él tuvo que levantarme, otra me pinché con la espina de una rosa y él me "curó" con un beso… en la mano, claro. Un día le "dejé" que descubriese un pequeño lunar que tengo en el cuello y que, desde entonces, quería ver todos los días...
Al mes siguiente me dijo que podíamos hablar... y dos más tarde ya me visitaba en casa él solo todas las tardes. Fue entonces cuando mi madre me aleccionó y trazamos el plan… ¡No te fastidia que me estoy poniendo colorada...!
Había llegado el otoño, pero aún no se habían terminado los calores. Cuando vimos que él se acercaba a la casa, yo entré en mi cuarto mientras mi madre salía a abrir la puerta. Le pasó a la sala y le dijo que se sentase en una silla que estaba frente a la puerta de mi habitación que, "sin darme cuenta", yo había dejado entornada.
Ella le dijo que yo estaba terminando de arreglarme y le dejó solo con la excusa de que estaba terminando de hacer algo en la cocina. Yo me había desnudado y empecé a vestirme delante del espejo por el que le veía a él sentado en la salita. Ya habíamos comprobado mi madre y yo que desde esa silla, por la rendija de la puerta, la visión del espejo del armario era perfecta…
¡Que, si Cloti, que es verdad...! Pero la cosa no quedó aquí…
Aquella primera vez la exhibición fue rápida y cuando salí le pedí mil excusas por no estar arreglada cuando él llegó. Sólo hasta un mes después no se volvió a repetir el espectáculo y esta vez con la excusa de que me tenía que cambiar porque se me cayó una taza de café en el vestido... No me mires con esa cara… ¡te juro que es verdad todo lo que te estoy contando...
!Él tenía que hacer grandes esfuerzos para contenerse y le era casi imposible disimular su excitación, de la que yo, por otra parte, nunca demostré que me enteraba…
No sé si seguir, porque me estás mirando con una cara…
Vale, de acuerdo, voy a terminar de contártelo…
Estimamos que había llegado el momento oportuno. Era domingo y estaba cerca la Navidad. Mis padres se habían ido a misa de doce. Habíamos quedado para salir a tomar el aperitivo en el casino, como hacíamos todos los domingos. Cuando él llegó, yo le dije que estaba sola, que mis padres estaban en la iglesia y que no estaba bien que él entrase en casa; que era mejor que diese una vuelta y volviese un poco después. Su excitación fue instantánea. Torpemente arguyó algo sobre que tenía que confiar en él y entramos en la salita. ¿No te irás a escandalizar ahora, a tus años...? Bueno, pues sigo…
Yo tenía puesto una bata para tener necesariamente que cambiarme de ropa. El ocupó "su" silla y a mí se me "olvidó" cerrar del todo la puerta. Simulé que me aseaba en el palanganero que no se veía desde su puesto de observación. Todo estaba en silencio. Me acerqué a la puerta sin que él me viese y pude escuchar su respirar entrecortado.
Yo estaba desnuda, fui hasta la cama donde había dejado mi ropa interior. Comprobé que él me veía y con parsimonia cogí la camisa…
¡Échame un poco de limonada que se me está quedando la boca seca… Gracias...!
Él no pudo resistir más. Le vi entrar en mi alcoba y yo me cubrí el pecho con la camisa que aún no me había puesto. Me tumbó en la cama, se desabrochó la bragueta de sus pantalones y se echó sobre mí. Yo era virgen. Me hizo mucho daño pero fingí que me gustaba. Cuando terminó tenía los pantalones manchados de sangre y tuvo que quitárselos para que yo los limpiase.
Yo me puse a llorar desconsoladamente y le recriminé compungida lo que había hecho. ¿Y si me he quedado embarazada...? ¿Qué vamos a hacer? … No te preocupes, me dijo él. Por hacerlo una vez no va a pasar nada…Pues en los ejercicios espirituales del año pasado, dijo el señor cura que con solo hacerlo una vez podías quedarte embarazada... le dije yo… lo que no le quise decir entonces es que las probabilidades eran mucho mayores si estabas con la ovulación…
Dos meses después ya estábamos preparando la boda. Mi madre dejó muy claro que no habíamos sabido responder a la libertad que ella nos había dado y que habíamos defraudado la confianza que mi padre y ella habían puesto en nosotros. En su casa llegaron a la conclusión de que era mejor que se casase a ver si así sentaba la cabeza y que, por otra parte, aunque nuestra familia no tenía dinero, siempre habíamos pertenecido a lo más selecto de la sociedad...
Entonces yo puse mi condición. Si quería casarse conmigo tendríamos que vivir en el "Solar". Como ya sabes, era necesario hacer algunas reformas; pero las más imprescindibles estaban terminadas en poco más de dos meses.
Don Filomeno, que hacía poco que había llegado al pueblo, dijo que era mejor hacer una ceremonia íntima antes del amanecer. A mi madre le pareció bien, porque así nos evitábamos los gastos de la celebración, y a mí no me importó renunciar a la fiesta si había conseguido lo que yo quería. Ser el ama del "Solar".
¿Nicomedes?... Volverá en una semana. Como vendrá satisfecho, me pedirá perdón, me prometerá que no volverá a ocurrir y todo seguirá como antes... Ha pasado ya tantas veces que estoy acostumbrada...
FIN DEL CAPÍTULO.El quinto capítulo el próximo sábado, día 31 de octubre.
¡No te lo puedes perder!