viernes, 19 de junio de 2020

LA TRADICIÓN RELIGIOSA EN CHINCHÓN


 

Ya que hemos empezado a hablar de tradiciones, lo hacíamos ayer, de la tradición taurina; hoy vamos a centrarnos en la tradición religiosa. 

Lógicamente, a la hora de hablar de la religiosidad de un pueblo, no me estoy refiriendo a la respuesta personal de cada uno con su religión y según sus creencias, que siempre serán respetables y dignas de tener en cuenta; estoy hablando de las manifestaciones externas de esa religiosidad.

Son muchas las referencias históricas de esta tradición religiosa en Chinchón. Desde la Hermandad de los Coronados del Corpus Christi, cuya fiesta acabamos de celebrar desplazada de su jueves natural, y sin la solemne procesión con tanta raigambre en nuestro pueblo; lo primero por haber dejado de ser festivo ese jueves, uno de los que “lucían más que el sol”, y lo segundo por las limitaciones del estado de alarma en el que vivimos.

Pero también tenemos que acordarnos de todas las Hermandades y Cofradías de nuestro pueblo, como las de la Virgen del Rosario, San José, el Cristo de Gracia, la Virgen de Misericordia, la Virgen del Carmen, la de San Antón, la de la Virgen de Gracia y San Roque, nuestros patronos; algunas de las cuales siguen vigentes y con actividad, aunque algunas han decaído y tienen poca actividad.

Y dentro de esta tradición religiosa tenemos que destacar las procesiones que se celebran para honrar a sus titulares. Además de la ya mencionada del Corpus, hay que reseñar la de los Patronos que se celebran en las Fiestas con gran asistencia y la participación de muchos paisanos que vuelven a Chinchón en esas fechas para asistir a la procesión de San Roque; porque ya conocen aquel dicho, según el cual, “Aunque en Chinchón alguien no crea en Dios, todos  creen en San Roque”

Sin olvidarnos, claro está, de las procesiones de Semana Santa, que aunque han ido cambiando de itinerario con el paso del tiempo, siguen teniendo una gran participación. Sin embargo seguimos recortando la antigua Procesión del Silencio del Jueves Santo, que antaño si era de silencio y recogimiento.

Y desde el año 1963 hay que añadir la celebración de la representación de la Pasión Viviente de Chinchón que ha superado en participación y expectación a todas las demás.

No, tampoco se puede discutir la tradición religiosa de Chinchon... Pero...

Como decía hablando de la tradición taurina, los tiempos han cambiado... y mucho. Las procesiones que nacieron como manifestación religiosa en la Edad Media, para canalizar la religiosidad más primitiva de aquellos fieles, han llegado a la actualidad con un carácter cada vez más folklórico y menos religioso. Las procesiones y romerías de Andalucía son una muestra de como han ido degenerando y posiblemente hubieran desaparecido ya, si no estuvieran sustentadas como atracción turística que genera beneficios, aunque su significado religioso sea susceptible de ser cuestionado dentro de los parámetros de una religión más actual.

También en Chinchón vemos cómo hay más espectadores que acompañantes en muchas de las procesiones, y algunas de ellas se podrían parecer más a un desfile de modelos que a una muestra de religiosidad.

A diferencia de los toros, estas manifestaciones religiosas no reportan gastos para las arcas municipales, por lo cual la cuestión económica no es significativa; pero hay otras cuestiones que deberían ser planteadas.

Este año, por el estado de alarma, no se han celebrado ya algunas procesiones y es posible que las de Agosto tampoco se puedan realizar. Pienso que por este motivo no se va a resentir demasiado la religiosidad de nuestro pueblo, y los fieles podrán asistir a las misas y visitar a nuestros Santos Patronos en su Ermita con motivo de su fiesta; pero tampoco estaría de más, aprovechando la coyuntura, hacer una revisión de lo que son y significan hoy en día la procesiones en el contexto religioso de un pueblo

Y aunque solo toca tangencialmente el tema religioso, con motivo de las restricciones de aislamiento de la actualidad sería conveniente plantear el modificar la tradición de los pésames tanto en los entierros en el cementerio como en los funerales en la Iglesia, que suponen un suplicio insoportable para la familia del difundo en esos momentos tan dolorosos para ellos. Sería conveniente y posiblemente, necesario.