martes, 18 de diciembre de 2018

DIOS, PATRIA Y FAMILIA. II PATRIA.



PATRIA:

El segundo de los valores que sustentaban nuestra civilización era La Patria. Y también vamos a retrotraernos a los primeros tiempos para intentar encontrar su justificación. Ya se sabe que una de las necesidades del hombre es la “pertenencia”, sentirse parte de una comunidad, que le ampare y defienda y sea garante de sus peculiaridades y diferencias con los “otros”.

Cuando los primeros grupos de personas primitivas crecieron, se fueron formando las tribus y los pueblos que se asentaban en un territorio conservando sus tradiciones, sus costumbres, su idioma y su religión. Escogían a su líder y se daban normas de conducta que facilitasen la convivencia entre ellos.

En principio el líder era el más fuerte, el que mejor les garantizaba la seguridad frente a los otros pueblos, o el que era capaz de llevarles a la victoria conquistando otros territorios. Como ya se sabe que el más fuerte no suele ser el más listo, esto fue cambiando poco a poco, y los más listos, que eran conscientes de no poseer la fuerza suficiente para hacerse con el poder, se les ocurrió decir que ese poder les llegaba por la gracia de dios, llegando algunos de ellos a proclamarse dioses para que nadie pusiese en duda su legitimidad. Y la idea dio unos resultados espectaculares pues aún en día hay quienes se mantienen en el poder con este cuento.

Y estos líderes, también conocidos como reyes, emperadores, monarcas, faraones, califas, incas, dictadores, guerrilleros o caudillos,  no dudaron en embarcar a sus países en cruentas guerras para ampliar su poder y sus posesiones,  sin importarles demasiado la vida y las haciendas de los súbditos, con la excusa del bien de la patria, a la que también llamaban nación, estado, país, o república.

Los pobres e ignorantes ciudadanos iban contentos hacia la muerte enaltecidos por las arengas de sus “líderes carismáticos”, con el corazón henchido por los himnos militares y siguiendo las banderas que eran el símbolo del honor de la patria por la que se debía morir si era necesario. 

Cuando cambiaron los tiempos y fueron desapareciendo los líderes por designio divino y los pueblos empezaron a elegir a sus dirigentes por votación, éstos tuvieron siempre muy claro que había que mantener la idea de la patria común, ya que con esta entelequia podían justificar la “invasión de otros países” o la “defensa” de la unidad artificial de la patria, como un valor al que se debía supeditar, incluso, la voluntad de  todos, sin importar demasiado las diferencias reales ni la historia pasada de los pueblos.

Porque si repasamos la historia nos encontraremos que sólo se ha conseguido la unidad de pueblos con distintas características, tradiciones y lenguas, cuando ha sido impuesta por la fuerza. Sólo será permanente la unidad cuando nazca de la voluntad de estos pueblos, naciones, estados o países, nunca cuando quiera ser impuesta por la fuerza.

Los líderes políticos,  como los religiosos, sabían que “vendiendo” a sus pueblos ideas grandilocuentes como “dios” o “patria” podían conseguir su adhesión inquebrantable y su obediencia ciega, procurando además que fuesen valores absolutos, que se encargaron de mostrar como bases de la misma sociedad, sin los cuales se iría irremediablemente al caos, y lo que era mucho más peligroso: la sociedad caería en manos de sus enemigos que estaban al acecho para destruirla.
Continuará...