viernes, 12 de enero de 2018

DUELO



Es costumbre en Chinchón que, en los entierros, se despida el duelo en la puerta del cementerio. Esta costumbre, que viene de tiempos antiguos, supone para los familiares del difunto tener que sufrir durante un período de tiempo, más o menos dilatado, una gran presión emocional, al tener que corresponder a las muestras de pésame de los que les han acompañado; sufriendo a menudo las inclemencias del tiempo, y de eso, más o menos, todos tenemos experiencia.

Hay ocasiones, cuando la muerte se ha producido por causas imprevistas,  por accidente o enfermedad, y sobre todo cuando fallece una persona joven, que las circunstancias del pésame se hacen mucho más penosas. En esas ocasiones he oído comentar a los asistentes que se deberían tomar medidas para cambiar esa costumbre que en nada ayuda a los familiares que están pasando unos momentos trágicos, que sería oportuno respetar, y no obligarles a tener que guardar una compostura que es muy difícil mantener, y también se comenta que se sería aconsejable hacer algo para cambiar esta costumbre.

Bien es verdad, que cada uno es libre de tomar la decisión de agradecer genéricamente la asistencia de todos y no quedarse a recibir el pésame; pero esto no estaría  bien visto, y además, en esos momentos, no se está para tomar esa clase de decisiones.

Por lo tanto, sería oportuno que alguien que tuviera  la autoridad moral y efectiva  para hacer una propuesta de esta índole, haciendo las consultas que estimase conveniente, propusiese alternativas que fuesen más acordes con el respeto que se debería tener a unas personas que se encuentran en un trance tan penoso.

Sin ánimo de imponer ninguna opción, se podría sugerir que el duelo se despidiese en la iglesia, pasando los asistentes por delante de los familiares. Esta u otras sugerencias que se puedan ocurrir serían más lógicas, para paliar el dolor de los familiares, que irían al cementerio sólo acompañados por los más allegados para enterrar a su ser querido en la intimidad, como aconseja el buen sentido y el respeto que se debe a toda persona que sufre.