viernes, 8 de diciembre de 2017

SEMBLANZAS DE CHINCHÓN. LXXXII. EL POZO DE LAS NIEVES

82.- El Pozo de las nieves. (Cultura)

Uno de los cometidos de un relator independiente es recoger información sobre la historia, las costumbres y los lugares de esa misma ciudad, para después divulgarlo. Para ello se puede hacer contándolo en una crónica o, como en este caso, trasmitir lo que otros te cuentan, sin modificar sus palabras.


En este sentido, os dejo este artículo que me envió Jesús Sáez Estecha, un enamorado de Chinchón, que se ha ocupado en recopilar información y anécdotas de nuestro pueblo. Es para mí una satisfacción el ceder estas páginas a todos los que quieran aportar su granito de arena para que Chinchón sea más y mejor conocido. Gracias Jesús.
"Siempre es insuficiente el tiempo que va pisándonos los talones y las ideas, estas se nos amontonan antes de que nuestras voces puedan trasmitirlas.

Esto precisamente es lo que quiero hacer, “pobre de mí”, trasmitir pequeños goteos de la historia de Chinchón.

Todo chinchonete, sabe perfectamente, sin miedo a equivocarme, la ubicación y el nombre que se le da a muchos rincones de nuestro pueblo y que hemos recibido de nuestros ancestros y que han pasado de padres a hijos, quizás sin saber de dónde les viene el nombre, por ejemplo, la
“puerta de la valquina”, “el arco de la plazuela palacio”, “el arco de santa Ana”,” “la cuesta de los frailes”, “la plazuela el pozo”, “la cruz del portugués”, “el liceo”, o “el pozo de las nieves”, entre otros.

Hoy quiero referirme a este último, a este rincón de Chinchón, al pozo de las nieves, ubicado aproximadamente a cien metros de El castillo de los condes, donde actualmente se hay un taller mecánico y una terraza de verano.
Transcurría el año 1607, cuando un catalán afincado en Madrid, Pablo Xarquies, se presenta al Rey Felipe III como inventor de un modo de aprovechar e industrializar el hielo y la nieve obteniendo pronto el favor regio a través de un privilegio real.


Privilegio que pronto se extendería a toda la Corona de Castilla, pudiendo aprovechar en cualquier lugar de ellas, las aguas de los ríos y las fuentes, los manantiales, hacer balsas y pozos necesarios para la conservación y la industrialización de los hielos y las nieves. La contrapartida que ofreció Pablo Xarquies era acudir a la Real Hacienda, con la quinta parte de lo vendido, es decir, el quinto Real.

Así mismo se dio gran capacidad de intervención a la Justicia Municipal para que vigilaran la actividad y asegurara el abasto y los precios.

La nieve y el hielo se medían en arrobas y se vendía en libras pues tenía indistintamente el mismo precio, en el año 1608, el precio de la libra de nieve o hielo oscilaba entre 12 y 16 maravedíes. El consumo de la nieve y el hielo, llego a ser muy popular.

La mano de obra siempre la llevaban a cabo los tejeros. Hay dos razones muy poderosas para que se de esta relación, en primer lugar la abundancia de agua que necesitaban las dos actividades y, en segundo lugar, la mano de obra, los trabajadores de los tejares no pueden trabajar con bajas temperaturas y durante el invierno y sin embargo, si pueden recoger hielo, machacarlo y empozarlo. Su venta siempre estuvo vigilada, el romaneo era intervenido por dos fieles municipales que anotaban escrupulosamente las arrobas de nieve que se extraían de los pozos para su posterior contribución municipal y real.

La conservación de hielo y la nieve en los pozos consistía en envolverlo en fajos de paja y la temporada alta de venta era de mayo a octubre. También en los pueblos de Aranjuez y Colmenar de Oreja, existían estos pozos y esta es la pequeña historia del porque a este rincón de Chinchón se le conoce como “El pozo de las nieves”. 



Jesús Sáez Estecha.
Colaborador independiente.