jueves, 2 de noviembre de 2017

SEMBLANZAS DE CHINCHÓN. LXIV. LOS FRANCESES DESTRUYEN EL CASTILLO DE CHINCHÓN.


64.- La destrucción de Chinchón por los franceses. (Historia)
Vamos a recordar los hechos ocurridos en Chinchón en los últimos días de 1808, haciendo una reconstrucción histórica de lo que entonces todo el pueblo de Chinchón tuvo que padecer.
Antecedentes.
El 30 de julio de 1803 el Cardenal Luis María de Borbón y Vallábriga renuncia a sus derechos sobre el condado de Chinchón y se los cede a su hermana María Teresa, que hereda el Mayorazgo, el Condado con las villas que comprende y el Señorío de Bobadilla con sus propiedades y jurisdicciones.
Años después, el 17 de marzo de 1808, cuando estalla el Motín de Aranjuez, que conduce al encarcelamiento de Godoy y a la abdicación de su primo Carlos IV, María Teresa, la ya Condesa de Chinchón, ve la oportunidad de abandonar a su esposo después de tantos años de humillación, deja a su hija Carlota, a la que nunca había querido porque le recordaba a su padre, con los depuestos reyes, y se traslada a Toledo junto a su hermano el Cardenal.

El 2 de mayo de 1808 se inicia en Madrid el alzamiento popular contra los franceses; el 10 de mayo Fernando VII abdica en favor de Napoleón y éste en su hermano José I. El Cardenal Luis María de Borbón se ve obligado a reconocer al rey José. Entre mayo y junio, sin autoridades legítimas, el pueblo asume el ejercicio de su soberanía mediante la creación de las juntas provinciales, que se ocuparon de dirigir y organizar la resistencia al invasor. En julio la tropas del general Castaños vencen en Bailén y en agosto recuperan Madrid, los franceses pierden en todos los frentes.


 El 25 de septiembre de 1808, los delegados de las Juntas se reunieron en Aranjuez y decidieron asumir el poder con el nombre de Junta Central Suprema, presidida por el conde de Floridablanca. En noviembre, Napoleón llega al frente de un importante ejército y durante 1809 ocupa toda la península a excepción de Cádiz (protegida por la Armada española y británica). Luis María y su hermana María Teresa huyen de Toledo a Andalucía con la comitiva de la Junta Central y toman parte activa en los acontecimientos liberales.


Por tanto, a partir de noviembre de 1808 las tropas francesas habían tomado el control de todo el territorio a los alrededores de Madrid. Se había acantonado en Arganda y Aranjuez el primer Cuerpo de Ejército de España, al mando del Mariscal Víctor. Los pueblos cercanos a los acuartelamientos de los soldados estaban obligados a suministrar a éstos los víveres y suministros necesarios para su abastecimiento. Esta obligación era efectiva y periódicamente los soldados encargados de la intendencia del ejército pasaban por los pueblos a recoger estos suministros. Estaba establecido que los ciudadanos cobrarían del ejército el precio fijado para cada uno de los productos, pero en muchas ocasiones estos pagos se dilataban más de lo esperado. Según consta en un documento del archivo histórico los ciudadanos se veían obligados a dirigirse a las autoridades locales para que éstas reclamasen el pago al ejército, lo que llegaba a producir tensiones entre los particulares y los responsables municipales.

Pero los soldados no se conformaban con estas provisiones y aprovechaban cualquier oportunidad para saquear corrales y graneros, lo que ocasionaba frecuentes denuncias de los sufridos campesinos que veían cómo tampoco las autoridades podían poner freno a tales desmanes. Al ser Chinchón cabeza del condado siempre vivieron en el pueblo las personas que se ocupaban de gestionar los intereses de los condes. Además, desde mediados del siglo XVIII algunas familias de alcurnia se asentaron en Chinchón, para estar cerca de la corte de verano en Aranjuez, ya que la familia real no les permitía vivir en el Real Sitio.
Entre estas familias no faltarían afines a los intereses de los invasores, y aquí vivía Pedro Casagne, de origen francés, que tuvo una participación activa en los hechos que estamos estudiando. Todas estas circunstancias, sobre todo el malestar de los ciudadanos por las tropelías de los franceses, abonaban la posibilidad de cualquier altercado entre ellos. Y desgraciadamente ocurrió. Pero eso se lo contaré mañana.


Cuatro soldados franceses mueren en la plaza de Chinchón.
No existe en el archivo histórico ningún documento que narre los hechos que iban a ser el desencadenante de todo lo ocurrido. Tampoco se dice nada en los libros capitulares. Sin embargo, la tradición oral nos ha trasmitido lo ocurrido en la plaza mayor de Chinchón, el día 26 de diciembre de 1808. Y recogiendo esta trasmisión oral, así lo narra el historiador Narciso del Nero: “El miércoles 26 de diciembre, aproximadamente a las cuatro y cuarto de la tarde, llegó a Chinchón una partida de soldados franceses para tomar el camino de Aranjuez, a los que servía de guía un guarda de la vega de Colmenar de Oreja, seguidos en actitud hostil por un grupo de vecinos de dicho pueblo hasta la plaza pública que por ser día festivo se hallaba muy concurrida. Entonces el guarda, a voces, dijo: “A ellos que vienen de huida”, al mismo tiempo que con su escopeta mataba a dos. A la vista de los odiados invasores y enardecidos con este suceso, al tiempo que un soldado desenvainaba el acero, estos habitantes se lanzaron sobre ellos y a pedradas acabaron con otros dos, logrando huir los restantes, sin que para desgracia de la villa lograran evitar tales hechos las diversas personas, entre ellas el párroco don José Robles, que desde los primeros momentos se personaron en la plaza tratando, aunque inútilmente, de apaciguar los ánimos”.

De forma similar lo cuenta Simón Viñas Roy: “Obscurecía uno de estos días, cuando entraron en Chinchón ocho franceses que se dirigían a Aranjuez, en donde se concentraban para dar la desgraciada batalla de Ocaña, pero habiendo llegado a Colmenar de Oreja, los vecinos de esta villa, en vez de dirigirlos al real sitio, los dirigieron a Chinchón con el fin de desorientarlos. Estos vecinos llevados por la indignación producida por la inmotivada invasión, los acometieron y mataron dos soldados, escapando los demás a uña de caballo y llegando a Aranjuez contaron lo que les había sucedido y la suerte cabida a sus dos compañeros”.


La batalla de Ocaña, a la que hace referencia se produjo un año después, en el año 1809. En ella las tropas francesas derrotaron a las españolas, lo que supuso dejar abierto el camino hacia Andalucía. Este error es lógico, puesto que, como hemos indicado anteriormente, Viñas Roy sitúa los hechos un año después de cuando realmente ocurrieron.

Tanto en estas descripciones, como en la tradición oral, siempre se ha hecho hincapié en que el instigador de la matanza fue un guarda de la Vega de Colmenar de Oreja, y en esta circunstancia se basaba el tradicional encono y rivalidad entre los habitantes de los dos pueblos. Esta contienda se acentuó años después, cuando en 1834 se hizo la organización administrativa de la provincia, quedando Chinchón como cabeza de partido judicial, título que reclamaba para sí Colmenar de Oreja. En la actualidad está, afortunadamente, superada y olvidada esta rivalidad.
 Tenemos además un testimonio gráfico de lo que allí pudo ocurrir. En el grabado número 3 de los desastres de la guerra, titulado: “Lo mismo”, Goya retrata el ataque de un grupo de paisanos a un patrulla de franceses. En el mismo se puede apreciar el ensañamiento de unos pueblerinos, armados con hachas y piedras, con unos soldados franceses que intentan defenderse con sus sables. No hay ningún detalle que identifique esta escena con Chinchón. Goya siempre evitó esos detalles identificativos para hacer más universal sus dibujos, pero es muy posible que cuando lo estaba pintando oía las palabras de su hermano Camilo narrando lo ocurrido en la plaza, esa fría tarde de invierno.


La repercusión de estos hechos estaba ya prevista por las ordenanzas militares francesas y se contemplaba en el bando que había publicado el General Murat a raíz del alzamiento popular del 2 de mayo de 1808 en Madrid, que en su artículo 5º decía textualmente: “Toda villa o aldea donde sea asesinado un francés, será incendiada”.

Sin duda que también las autoridades de Chinchón conocían el contenido de este bando y, por tanto, las consecuencias previsibles. No queda constancia del envío de ninguna misiva de solicitud de perdón, aunque posiblemente se hiciese. Lo que sí se comenta en alguna publicación, recogida de la trasmisión oral y por documentos posteriores, es la huida de algunos hombres, de las mujeres y de los niños a los pueblos cercanos, sobre todo a Valdelaguna.
Por lo que sabemos también huyeron del pueblo las autoridades civiles y religiosas, quedando la población totalmente desguarnecida e indefensa.

En otros dos grabados de Goya tenemos la imagen de esta huida. Son los números 44 , titulado “Yo lo vi” y el 45 con el título de “Y esto también” En ellos podemos apreciar a mujeres que huyen, incluso con animales domésticos, el terror de un niño y la desesperación de la madre, junto a un clérigo que huye abrazado a su bolsa. En el horizonte queda el pueblo que han tenido que abandonar precipitadamente huyendo de los franceses.

 La represalia del ejército francés.


Los mandos franceses no dudaron en tomar las medidas necesarias para ejecutar inmediatamente lo estipulado en el bando del día 2 de Mayo. Tampoco hay documentos en el archivo histórico que narren lo ocurrido en aquellos días. Tenemos que recurrir a la narración de los dos libros ya reseñados:
Así continúa el relato Narciso del Nero: “Al tener noticia de esta agresión por uno de los soldados que logró huir, el Mariscal Víctor, Duque de Bellume, que tenía acantonadas su tropas en Aranjuez y Arganda, donde a la sazón se hallaba con su cuartel general, dispuso la salida de una fuerte columna que en cumplimiento del artículo 5º del Bando del 2 de mayo, marchara contra Chinchón, para tomar venganza de la ofensa inferida a las armas francesas.
Avanzando sobre esta villa, a tiro de cañón emplazaron su artillería, compuesta de piezas de a dieciséis y de veinticuatro ( de cuyas piezas aún se conservan proyectiles en algunas casas) comenzando el cañoneo de la población.

Viendo que no se le contestaba y dándose cuenta de que la villa se encontraba desguarnecida y completamente indefensa, entraron en ella la tarde del 29 de diciembre, entregándola a todos los horrores de la guerra y de una plaza tomada al asalto”.

Viñas Roy hace un relato al gusto decimonónico, con una literatura grandilocuente, a la que ya no estamos acostumbrados: “El Jefe francés se propuso tomar venganza a la agresión a sus subordinados y con una división, que algunos hacen ascender a 6.000 hombres, se puso a tiro de cañón de la villa por la parte de Villaconejos, y emplazando algunas piezas de artillería, empezó a bombardear la población. Estos habitantes, con el fin de intimidar y contener al enemigo y en espera de algún eventual socorro, empezaron a simular la existencia de tropas en el castillo, menudeando en él los toques de corneta y haciendo resonar el parche de los tambores; y por espacio de cuatro días el enemigo permaneció sin avanzar de sus primeras posiciones; pero el día 25, cuando ya el francés se persuadió de que aquello no era más que un ardid de guerra, avanzó decidido hacia la población, dando la orden de degüello y saqueo. !Terrible noche, queridos niños, fue la del 25 de diciembre de 1809! La pluma no puede describir con su verdadero colorido las horrorosas escenas que en Chinchón tuvieron lugar. Como perros rabiosos entraron por estas calles, incendiando y acuchillando sin compasión. Las hachas hacían crujir y caer las puertas; las casas se desplomaban en remolinos de fuego, los ayes de los moribundos se mezclaban con las maldiciones de sus verdugos; los cuerpos eran traspasados por las bayonetas y las cabezas rodaban al golpe de las hachas enemigas; los que huían de una manada de lobos sangrientos, caían en otra de tigres carniceros; ni bastaban súplicas, ni las canas infundían respeto, ni la tímida doncella despertaba compasión. Como nueva Numancia, sufría, no la ruina voluntaria, sino la terrible agresión extraña. Los padres buscando a sus hijos, las mujeres a sus maridos y los hijos a sus amorosos padres, encontraban la muerte allí a donde a sus deudos pretendían salvar la vida; arroyos de sangre corrían por estas calles al tiempo que su corriente era contenida por los escombros del incendio, y por todas partes se oían ecos lastimeros pidiendo compasión y socorro. No es posible, hijos míos, describir tanta desolación y estrago sin que se levante en el corazón un sentimiento repulsivo hacia los verdugos, y sin que en nuestro pecho levantemos un altar a tantos mártires de la independencia de la patria; así como tampoco se puede dar con la pluma a tan horrible cuadro las tétricas tintas de una idea verdadera de tan lúgubres escenas”.

Las terribles consecuencias para Chinchón.
Las consecuencias de este asalto sí están suficientemente documentadas. Disponemos de los testimonios notariales de don Gabriel González Rey, Notario de Chinchón y los testimonios de don Pedro Ortiz de Zárate, don Pedro Antonio Rubio y don Pedro de Fominaya, escribanos públicos de Chinchón en aquellas fechas. También está el libro parroquial de defunciones que, al ser quemados los antiguos, se inicia con la relación de los muertos del día 29 de diciembre de 1808, que ascienden a un total de 56 en sólo ese día. Años después, en la contestación a un cuestionario enviado por la Capitanía General de Castilla, el Ayuntamiento de Chinchón, con fecha 16 de mayo de 1846, contesta que el número total de muertos durante estos días a manos de los franceses ascendió a un total de 103 personas, todos ellos varones.
 Según el libro parroquial de defunciones, los muertos en el día 29 de diciembre de 1808, fueron los siguientes: Ángel Castillo, 88 años; Gabino Montes, 50; Pedro Montero, 22; Pedro Francisco de Bustos, 16; Silvestre Rivera, 62; José Miguel Cachorro, 23; Antonio Manuel Candelas, 40; Pedro de las Olivas, 38; Antonio Colmenar, 40; Miguel Villalba, 42; Antonio Aguado, 40; Antonio Rincón, 25; Manuel Rodríguez, 75; Isidro Montero, 58; Juan Bellón, 35; Ignacio Parrilla, 34; Isidro López, 24; Elías García, 42; Matías Bravo, 30; Marcelo Ruiz, 61; Joaquín Sánchez del Prado, 63; Pedro Sánchez del Prado, 39; Eugenio García, 53; Francisco Moreno, 54; Manuel García Sagasta, 83; Francisco García, 48; José Gaitero, 40; Jacobo González, 33; Francisco Cortés, 38; Andrés Barranco, 54; Vicente Perogordo, 23; Tomás González, 67; Isidro Trigo, 27; Antonio de la Peña, 61; Antonio García, 60; Juan Antonio Peña, 70; José Sánchez, 65; Francisco de Ortega, 77; Manuel Díaz del Portal, 87; Dionisio Díaz, 50; Blas José López, 32; Francisco Martínez, 17; Pedro Rubio; Matías Sánchez, 60; Victoriano Ontalva, 60; Julián García, 72; Joaquín Santillana, 44; Francisco del Valle, 56; Julián Ramírez, 40; Manuel de Mora, 40; Lorenzo Luarte, 44; Diego Gómez, 58; Isidro Romero, 55, Victoriano Parrilla, 26; Casiano Cuesta y Agustín Moreno.


En los incendios de las iglesias se perdieron 29 tomos de partidas de Bautismos, el más antiguo de 1530; dos libros de confirmaciones desde 1546; 1o libros de desposorios y velaciones, desde 1584 a 1808; 13 libros de difuntos con datos desde 1622, 25 libros de entablaciones de memorias, 7 libros viejos de cuentas de fábrica, así como numerosos libros en los que se recogían las memorias y las cuentas de diversas obras pías, como las del Doctor Álvarez Gato, Bonilla, Fominaya, Portilla, Bendicho y Alonso Jiménez. También se perdieron los libros en los que se recogían todas las actividades de las Hermandades de las hermanitas de Nuestra Señora de la Concepción, Santa Ana, San José y de Santiago y San Juan de la Vega; 1 libro de cuentas del cabildo de San Pedro y 7 libros más de las cofradías del Cristo de Gracia, Nuestra Señora de Gracia, del Rosario, San Antonio Abad, San Isidro, las Ánimas y la Sacramental.
 Una pérdida imposible de valorar en la que había desaparecido una parte fundamental de la historia de Chinchón. La existencia de todos estos libros se conoce por estar detallados en el nuevo libro parroquial de bautismos que se inició unos días después.


Hecho el recuento final de daños económicos, el escribano don Pedro Antonio Rubio los cuantificó en un total de 8.618.000 de reales de vellón, con el siguiente detalle:- Se quemaron 103 casas, ocasionando daños valorados en 618.000 reales en granos, frutos, muebles, alhajas, etc. - La quema de las dos iglesias, con sus ornamentos, vasos sagrados, y alhajas, todo ello valorado en 6.000.000 reales de vellón.- Por el saqueo de las tropas francesas se considera que los daños causados en el interior de las casas y tiendas se estiman en 2.000.000 reales.

Pero vamos a dejar que nuestros historiadores sigan con su narración: Continúa Narciso del Nero: “Tres días sufrió Chinchón la barbarie de la soldadesca, matando cuantas personas encontraron, todas del sexo masculino, pues el resto de los vecinos, al comenzar el cañoneo, aterrados porque sabían la ferocidad con que procedían los invasores, habían huido refugiándose gran parte en el vecino pueblo de Valdelaguna. Violentadas las puertas de las casas, fueron saqueadas, robando cuanto de algún valor encontraron, incendiando varias después. Donde más se ensañaron fue en los edificios religiosos: en la Iglesia Parroquial de Santa María de Gracia, profanaron y destruyeron las imágenes, llevándose cuanto de algún valor había en ella, entregándola después a las llamas, que solo respetaron la torre, aunque también quedó malparada, derribando las campanas y destruyendo el capitel (cuya aislada torre aún sirve de campanario).

La Iglesia nueva o de la Piedad (hoy la parroquia) sufrió igual suerte, si bien por ser de muy sólida construcción sus muros quedaron intactos, pereciendo en esta iglesia sus archivos. Las ermitas fueron también saqueadas y en la de Santiago, después de robarlo y saquearlo todo, quemaron la imagen y las puertas. Dejando tras de sí solo muerte y ruinas , abandonaron los enemigos Chinchón dirigiéndose a Arganda en los primeros días de 1809. Volviendo a la población algunos de sus habitantes y los que formaban su ayuntamiento, que se dirigen al Mariscal Víctor, como también lo hizo el alcalde de Valdelaguna,
Pidiendo se deje volver al saqueado pueblo a sus moradores.”

Y así continuaba Viñas Roy: “Según las tradiciones de los ancianos, murieron en aquellas horrible noche 156 personas, a parte de un considerarle número de heridos, algunos de los cuáles se salvaron por parecer que estaban muertos, y otros por fingirse tales; murieron también varios en las casas incendiadas, pues que se quemaron una gran parte de las de la plaza, además de la parroquia que existía contigua a la torre, que quedó sola y erguida en medio de la devastación como queda erguido el honor nacional cuando por su defensa se sucumbe; y he aquí por qué Chinchón tiene torre sin iglesia e iglesia sin torre. Con el incendio de la parroquia quedó destruida toda la historia de Chinchón, puesto que se quemó completamente el archivo que contenía todos los documentos que se salvaran de las vicisitudes de ocho siglos de guerra que España sostuviera para arrojar de su suelo al agareno que por la parte de las Andalucías lo habían invadido; y la destrucción de este archivo produjo trastornos sin cuento, tanto para acreditar la propiedad de cada uno, como para comprobar las edades que tantas veces ha de necesitarse en los diferentes usos de la vida. Así es que Chinchón, a pesar de su antigüedad no dudosa, no tiene casi más historia que desde el año 1810 hasta nuestros días”.

Desaparecieron todas las obras de arte que había en Chinchón.
 Ni en los documentos del archivo histórico, ni en estos relatos se hace mención concreta a las obras de arte que existían en las iglesias de Chinchón. Aunque no podemos documentar lo ocurrido con los cuadros, sí podemos conocer cuáles eran estas obras. Para ello disponemos de una detallada relación que hace el párroco de Chinchón, en el año 1782, como contestación al cuestionario del Cardenal Lorenzana, obispo de Toledo, en el que hace la siguiente descripción: En el de la derecha hay una pintura pasmosa del nacimiento, hecha por Alexandro Branchini, célebre pintor de Florencia, donde vivía por los años de mil quinientos setenta; y en el de la izquierda, una copia de la Anunciata del mismo pintor, que hizo por la devoción particular que tenían los condes a esta imagen.


El segundo alto es de tres intercolumnios de orden jónico; en el del medio hay una pintura de María Santísima con el título de la Piedad, que es la advocación de la capilla; tiene a Jesucristo en los brazos, después de haberle bajado de la cruz; en el de la izquierda, otro de la Resurrección y aparición del Señor a la Santísima Madre; y en el de la derecha otro de la Ascensión, hechos todos tres por Leandro Brasis, que murió loco en Florencia arrojándose por una ventana, después de haberse hecho admirar por el primor de su pincel. El tercer cuerpo es de un intercolumnio con frontispicio en punta del orden corintio que se levanta solo en medio del retablo, guarnecido a los dos lados de dos faldones que van a parar dos acróteras, sobre las cuáles hay dos estatuas de San Pedro y San Pablo perfectamente acabadas, y en medio, un principesco crucifijo de escultura con María Santísima y San Juan al pie de la cruz. En el crucero hay dos altares colaterales, cuyos retablos representan una fachada con frontispicios cerrados en punta, todos de orden toscano. En la puerta del de la derecha, que se abre en dos hojas, hay dos pinturas por el exterior, una de Santo Tomás de Aquino y la otra de Santo Domingo y la de San Pedro mártir. En el tímpano del frontispicio hay otra pintura del Espíritu Santo, y abiertas las puertas, se descubren andanas donde hay muchos bustos de cabezas y brazos en que se guardan las reliquias de los santos que representan. Entre todas las de este altar, la más insigne es una espina de la corona de Nuestro Señor Jesucristo, que dio el Papa al Conde don Diego para cabeza de su mayorazgo, pero pidió otro breve para dejarla en su capilla. En la principal andana hay también un crucifijo de marfil, que era del oratorio de San Pió Quinto. En todo es lo mismo el colateral de la izquierda, excepto en que las pinturas don de San Diego de Alcalá, de San Antonio, de San Francisco, de San Buenaventura y Nuestra Señora de Guadalupe y las reliquias son todas de santas. Más abajo de este retablo y en la parte lateral está el mausoleo del Arzobispo de Zaragoza, hermano del conde don Diego. En el ámbito de la misma iglesia hay cuatro capillas y en la una un cuadro el retablo de un intercolumnio de orden jónico que representa la cena y es excelente; en otra que es del patronato del señor Laguna, hay otro cuadro de Santa Teresa, pintura de Julio César Procacini, natural de Bolonia, cuyas obras son primorosas y muy raras en España, esta pintura está en el retablo y a un lado de la misma capilla hay otro cuadro grande de San Isidro Labrador, de la propia mano; y en otra capilla se va a poner el cuadro grande de la Asunción y Coronación de Nuestra Señora, que antes sirvió en el retablo mayor de la iglesia antigua, pintura de Claudio Coello."

En esta descripción tenemos un detallado inventario de todas las obras de arte que había en las iglesias de Chinchón. Como hemos visto, en la cuantificación de los daños se hace una valoración global de las perdidas pero no se indica si las obras de arte fueron quemadas o robadas. Hemos oído cómo Narciso del Nero indica que saquearon las iglesias llevándose todo lo que había de valor, aunque no hace tampoco mención concretamente a los cuadros. Si nos fijamos en cual fue la pauta que tuvieron los franceses durante todos los años que duró la guerra de la independencia, podremos asegurar que todos los cuadros a los que hacía mención el párroco don Miguel Ramón Linacero, fueron robados por las tropas francesas y algunos de ellos formarán parte en la actualidad de algunos de los museos de ese país. En un documento fechado un año después, encontramos la descripción que hace el Alcaide de la Cárcel de Chinchón, de los daños ocasionados por los franceses en la ermita de San Roque.
 Nos cuenta que arrancaron las varas de plata del estandarte del santo, destrozaron un Cristo rompiéndole las piernas con los palos de las andas, requisaron los pocos objetos de valor que encontraron y con el resto formaron una pira en el centro de la ermita y lo prendieron fuego. La misma suerte corrió la ermita de Santiago, a extramuros del pueblo, que ya nunca sería reconstruida. También podemos conocer las consecuencias de lo ocurrido por las ruinas que aún perduran, como las del castillo y las que ya han desaparecido como las de la Iglesia de Santa María de Gracia, de la que solo se mantuvo en pie la torre.


Sobre esto escribía Viñas Roy: “Y así como Madrid tiene un monumento que cobijando con su base las cenizas de los mártires y señalando con su aguja la morada de sus espíritus es indicio continuo de protesta y signo de arrogancia patria, así Chinchón, en su solitaria torre funda también el signo de su indomable valor, por cuya razón cuando se pregunta la causa de este aislamiento contestan señalándola con el dedo: “Ese es el honor nacional”.

Las ruinas de esta iglesia se terminaron de cubrir en el año 1890 cuando se terminó de construir la tapia que sube a la plaza de Palacio, según consta en una de sus piedras. De las ruinas de esta iglesia se aprovechó la puerta principal del Ayuntamiento que fue traslada a su nuevo emplazamiento en el año 1863.
Pero aún no se habían terminado las calamidades...

Y aún hay más consecuencias.

Todavía perduran dos recuerdos en piedra de estos hechos. Uno es la cruz que hay en la cuesta de la torre, en memoria de la muerte de Andrés Barranco, muerto el día 29 de diciembre de 1808 y otro es un pequeño mojón, situado en el camino de Ocaña, donde fue arcabuceado un soldado portugués apellidado Herrera, que mandó colocar su amigo Antonio Castillo, en el año 1812.

A este mojón también hace mención Viñas Roy, aunque comete, como en otras ocasiones algún error al definirlo: “En la parte alta de la población habréis visto una piedra que se llama la cruz del portugués; es también, aunque sencillo, un monumento a aquella terrible epopeya: es la memoria de un portugués fusilado por los franceses, monumento con que un hermano de la víctima quiso honrar la memoria del que murió en extraño suelo por defenderle de una agresión a todas luces injusta y violenta”.
 Hay un personaje del que nos han llegado noticias contradictorias. Era Pedro Casagne. Como su apellido indica, era de origen francés y conocía este idioma. En el archivo histórico hay una carta suya manuscrita, fechada en Colmenar de Oreja, el 3 de enero de 1809, que dice textualmente:


“Sr. Cura y Señores de Justicia de la Villa de Chinchón. Su convecino Pedro Casagne, con los vivos y sinceros deseos del bien a todos los vecinos, hace a V.m. presente que con motivo de poseer el idioma francés se halló obligado a acompañar al General de las tropas de la Nación en los días desgraciados del final del año último. Advertí para aplacar en algún momento el furor de las tropas.

Solicitaba al Señor cura y demás a quienes va dirigida ésta, habiéndome encargado cuando me separé del General que no dejase de buscar a V.m. y les encargase se presentasen a solicitar el perdón para todo el pueblo, pues de lo contrario perecería todo él, en cualquier parte donde se hallasen. Con esta intención, aunque me hallo en cama herido y maltratado, no puedo menos, por el amor que profeso a mis convecinos, separados mis intereses que considero arruinados, de dar a V.m. este aviso para que, sin pérdida de tiempo, hagan su presentación pidiendo misericordia.

También espero mirarán V.m. como es de su obligación para su desgraciado pueblo, y queda de V.m. su desgraciado convecino que los ama. Firmado: Pedro Casagne.

P.D. También me dijo dicho General que no tuviesen V.m. temor alguno para presentarse y también me dijo que se resarcirían los perjuicios causados mediante la súplica de V.m. y que de lo contrario se acabaría de arruinar la población. Casagne”.

En esta carta, indica que fue obligado a colaborar con los franceses por conocer su idioma, pero que su actitud fue siempre la de interceder en favor de los habitantes de Chinchón. No cabe duda que no tuvo éxito en este cometido, y posiblemente por esta colaboración fue agredido por sus vecinos por lo que tuvo que refugiarse en Colmenar de Oreja. Hay otro dato que nos hace pensar en su inocencia. Su casa también fue asaltada y allí murió su criado Pedro Rubio, que era natural de Santander.

Las autoridades municipales y religiosas de Chinchón, sí hicieron caso a lo que les indicaba este vecino y se apresuraron a enviar una carta al Mariscal francés, solicitando el perdón para el pueblo y la autorización para que regresasen los vecinos que habían huido a los pueblos cercanos. Esta carta se encargó de escribirla el párroco don José Robles y fue traducida al francés, posiblemente por el propio Pedro Casagne; según consta en una certificación firmada por el propio párroco unos meses después, y que aún se conserva en el archivo histórico. Simultáneamente salía otra carta dirigida al Mariscal Víctor, firmada por el alcalde de Valdelaguna. En ella también se pedía clemencia para los vecinos de Chinchón, y solicitaba autorización a los mandos del ejército para que pudiesen volver a sus casas con la garantía de que no se volvería a repetir la expedición punitiva. El día 16 de enero y como contestación a la solicitud de las autoridades de Chinchón, se recibió un comunicado del Cuartel General de Arganda, en que se decía:

“A los señores miembros de la Junta de Chinchón.

Señores: He recibido la carta que Vms me han enviado. Ya había yo hecho saber al alcalde de Valdelaguna la anterior conmiseración del señor Mariscal Comandante en Jefe, por los habitantes de la villa de Chinchón, ellos pues quedan libres desde luego de volver a sus hogares en los que se les concede toda seguridad y protección, porque su Excelencia espera que su arrepentimiento será sincero y que no le volverán a dar ningún motivo de queja.

Yo no puedo señores dejar de recomendar a Vms. con la mayor expresión, la gran vigilancia con que conviene examinar a todo forastero que se presente en ese pueblo, arrestando a cualquiera que sin justificar el objeto que le conduce, cause recelo de excitar la turbación y el desorden.

Tiene el honor de saludar a Vms. el Jefe de Estado Mayor del primer Cuerpo de Ejército de España. Femelle. Rubricado”.
Con el original de esta carta se abre el libro capitular del año 1809. Escrita en francés, hay otro documento adjunto que es la traducción al español. Las podemos leer en el archivo histórico.
 Aún no había terminado todo.


Chinchón había quedado totalmente destruido. Habían muerto muchos hombres, lo que suponía haber perdido un gran potencial de mano de obra que que iba a tener repercusión en la capacidad para la reconstrucción del pueblo. Pero es que además Chinchón seguía en territorio ocupado por las tropas francesas y en estado de guerra permanente. Las autoridades militares francesas seguían reclamando la obligación del pueblo a suministrar víveres y otros productos para la tropa. Ya no era sólo una labor de abastecimiento teóricamente remunerado, era una obligación de entregar lo que los soldados necesitaban bajo amenazas incluso de cárcel a los que no lo cumpliesen. Esta situación fue permanente durante el año 1809, y se agravó a partir del mes de Agosto. Las tropas francesas se preparaban para iniciar la campaña de Andalucía. Durante ese verano y hasta el mes de octubre se fueron concentrando un gran contingente de tropas en las cercanías de Aranjuez y Arganda, donde tenían su cuartel general de la zona, para preparar la ofensiva que después fue conocida como la batalla de Ocaña.

Las instalaciones que disponían eran insuficientes para albergar a todos los soldados que llegaban y tuvieron que acantonar las tropas en los distintos pueblos de la comarca. Concretamente en Chinchón, durante la segunda quincena del mes de agosto estuvo acantonada la división alemana. Al mes siguiente se concentró también la división polaca. Encontramos en los libros capitulares del ayuntamiento diversas actas de estas fechas en las que se puede apreciar la situación de desesperación de las autoridades que eran incapaces de dar satisfacción a las demandas de los franceses. Ya el 13 de junio se había recibido un requerimiento del Comandante de Armas del Real Sitio de Aranjuez, a los Alcaldes ordinarios del pueblo, reclamando el suministro de víveres, amenazándoles incluso con la prisión si no atendían el compromiso de abastecimiento diario a la tropa. Ante la situación de carencia que había en el pueblo se acuerda hacer uso de los diezmos pontificios para hacer frente a la manutención de los soldados.

Pero la situación más desesperada se produjo cuando el ejército se acantonó en Chinchón. Durante el mes de Septiembre las reuniones de los responsables municipales eran casi diarias. Encontramos el detalle de los acuerdos tomados en el libro capitular, donde se indica el 3 de septiembre que por haberse consumido toda la leña que había tanto en casas particulares como en las distintas fábricas de Chinchón para atender las necesidades de la tropa, se autorizaba a cortar leña en el Bosque de Valdemorera, con la indicación de que se hiciese el menor daño posible a las plantas. Una semana después, el 9 de septiembre se da cuenta de que es imposible abastecer al ejército imperial con el trigo disponible en las casas, con lo que se tiene que tomar la penosa decisión de disponer del que había en el Pósito, destinado al préstamo para la siembra a los agricultores. Al día siguiente tienen que afrontar la necesidad de recaudar la cebada que reclamaban las tropas francesas, y el día 13 de ese mismo mes la situación se hace desesperada y el pueblo se concentra en la plaza, ante la casa consistorial, por no poder soportar la presión a que es sometido para abastecer a la tropa.

Ante la carencia de materias primas sólo era posible disponer de dinero para comprarlas, pero tampoco se podía grabar más a los pobres vecinos después de tantas calamidades como habían sufrido. Cada uno de los responsables municipales hace sus propuestas y la decisión final es hacer una cuestación entre los principales contribuyentes del pueblo para recaudar fondos. En esta cuestación participa también la Cofradía del Santísimo Cristo de Gracia que aporta 45 reales y 8 maravedíes. También se acuerda disponer de los 13.833 reales que en el mes de agosto se habían recibido de la aportación de los impuestos de mojona correspondientes al primer semestre del año 1809.

Desde mediados de octubre se inician los movimientos de las tropas para tomar posiciones en los pueblos de Toledo hasta que a primeros de noviembre empiezan las maniobras previas a la batalla de Ocaña que tiene lugar a mediados de ese mes. Las tropas francesas vencen a los españoles lo que les abre las puertas para avanzar hacia Andalucía. A partir de ese momento disminuyó sensiblemente la presión sobre Chinchón.

Para terminar: la versión francesa.

No es frecuente contar con versiones desde los dos puntos de vista de los contendientes en una guerra: en esta ocasión, afortunadamente, disponemos de un testimonio de un gran valor, por tratarse de la aportación de un francés. El Coronel Morín, Comandante del 5º Regimiento de Dragones, que tomó parte en las batallas de Almonacid y de Ocaña en el año 1809, escribió sus memorias que tituló “Journal d'Espagne du Colonel Morin, Comandant le 5e Regiment de Dragons”. Estas memorias fueron recogidas por Jérôme Croyet, doctor adjunto en historia y archivística del Departamento de L’Ain, y colaborador del Magazín “Napoleón 1º”.

Como suele ocurrir en las memorias hay algunas imprecisiones en las fechas, pero lo verdaderamente importante es encontrar una referencia del bando enemigo, que relate los acontecimientos ocurridos, reconociendo que en Chinchón se produjo una masacre.
En las memorias podemos leer: “Le 30 l'armée fait un mouvement pour se concentrer en arrière du Tage ; la division part d'Ocana et fait halte à Aranjuès où elle passe ce fleuve. Cette résidence royale qui, autrefois, était un séjour enchanteur est presque entièrement dévastée, on a abattu à cause des nombreux bivouacs et pour le service de l'artillerie une partie des plus beaux arbres ; les jolies habitations des personnes attachées à la Cour sont la plupart démolies, le peuple fait chaque jour de nombreux dégâts pour avoir les fers et les plombs ; le château seul a été respecté jusqu'à ce moment ; il n'a rien de bien extraordinaire, mais cependant avec toutes ses dépendances, ce séjour devait autrefois être digne de sa destination. Nous séjournons le 31 à Colmenar de Oreja et nous nous établissons le 1er avril à une lieue en arrière du village de Chinchon, qui autrefois présentait de grandes ressources mais qui a été saccagé en 1811 pour avoir fait feu sur un régiment français qui y passait ; il y a eu plus de 200 habitants massacrés par les soldats”


Esta puede ser la traducción: El día 30, la armada hace un movimiento para concentrarse en la parte de atrás del Tajo; la división militar parte de Ocaña y acampa en Aranjuez, por donde pasa el río. Está residencia real que antes era un lugar encantador, ahora está casi enteramente aniquilado, se han cortado para abastecer a los numerosos campamentos militares y para el uso de la artillería, una parte de los árboles más hermosos; los edificios más bonitos de las personas asignadas a la Corte, están la mayoría destrozados, el pueblo hace cada día nuevos saqueos y destrozos para conseguir hierro y plomo. Sólo ha quedado el Palacio hasta hoy; no hay nada más que destaca en la zona pero ha debido de ser antes un lugar digno de visita. Estaremos el 31 en Colmenar de Oreja y nos vamos a establecer el primero de Abril a una legua del pueblo de Chinchón, que en el pasado tenía grandes recursos, pero que fue destrozado en 1811 por abrir fuego sobre una patrulla de infantería francesa que pasaba; hubo más de 200 ciudadanos masacrados por los soldados.

Como indicaba anteriormente hay un evidente error en la fecha, posiblemente debido a que estas memorias se escribieron años después, y ya sabemos que el tiempo siempre es engañoso en el recuerdo. Pero hay datos que confirman todo lo que hemos relatado sobre las repercusiones que tuvo la estancia del ejército francés en la zona. Nos cuenta cómo en Aranjuez también agotaron las existencias de leña para el suministro de las tropas, quedando el sitio real totalmente destruido, a excepción del Palacio Real.

También confirma los daños que se ocasionaron en Chinchón, que describe como un pueblo de grandes recursos y detalla la causa de la represión llevada a cabo por los franceses, reconociendo que más de 200 ciudadanos fueron masacrados por los soldados. También hay un error en esta cifra, pues como hemos indicado los muertos contabilizados fueron 103 varones.

- Y esta es la historia.

Es una triste historia. Posiblemente la historia más triste que se puede contar de Chinchón. Eran los últimos días del año 1808. Las tropas francesas habían invadido España por la ineptitud de un rey que era capaz de ceder ante Napoleón la soberanía de un país. En Mayo de ese mismo año se habían producido en Madrid unos acontecimientos que iban a marcar el futuro de toda una nación. El pueblo se había levantado contra los invasores, mientras las autoridades se escondían atemorizadas. Chinchón era un pequeño pueblo perdido a poco más de diez leguas de la capital. Según el censo, realizado por orden de Manuel Godoy en el año 1797, contaba con 744 vecinos, lo que representaba alrededor de 3000 habitantes. No fue un levantamiento popular, más bien unos hechos lamentables e inconscientes de un grupo de incontrolados. Pero las autoridades tampoco fueron capaces de encontrar soluciones y, como siempre, lo pagó el pueblo. 103 vecinos inocentes eran brutalmente asesinados por las tropas francesas al mando del Mariscal Víctor.

Se había diezmado la población y se habían perdido sus mejores obras de arte. Era, sin duda, la historia más triste jamás contada de Chinchón.



El Eremita.
Relator independiente.

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