lunes, 24 de octubre de 2016

UNA VISITA AL VALLE DE LOS CAÍDOS.


Un grupo de amigos nos acercamos hace unos días al Valle de los Caídos. Todos habíamos estado allí, pero hacía muchos años y ya casi no nos acordábamos de muchos de los detalles que íbamos descubriendo.
Después de tantas controversias que durante los últimos años se han vertido sobre el lugar, podemos decir que Cuelgamuros no es solamente un santuario construido para que los odios de la guerra cedieran el paso a la memoria y veneración de los que en ella murieron soñando con una España mejor; su conjunto, asombroso en estos tiempos, encierra también numerosas obras, especialmente esculturas, cuya realización fue encomendada a artistas de conocida fama que, al llevar a efecto su encargo, realizaron espléndidas obras de arte, dignas del lugar y del motivo para el que fueron proyectadas.


Ya el conjunto de la Basílica y el risco sobre el que fue construida, representa un maravilloso concepto de perfecta unión del arte y la naturaleza. y si en un primer momento; la contemplación de la cruz monumental, alzada en el centro de un valle de singular belleza, mueve a la emoción, la contemplación de las obras que allí dejaron sus creadores, son un motivo de admiración, por la belleza y armonía de sus líneas y la serenidad y emoción religiosa de sus figuras.
Vaya en primer lugar lo que desde el exterior de la Basílica puede contemplar el visitante. Sobre la puerta de entrada, la imagen de la Virgen Dolorosa que tiene en sus brazos al primer caído de la vida, su hijo Jesucristo, consagró para la inmortalidad del nombre de su autor, el gran escultor Juan de Avalos. Imagen dramática en la que se aúnan la serena angustia de la Madre y la patética muerte del Hombre al que Dios unió su naturaleza divina. Símbolo de todas las madres que vieron el cuerpo de su hijo-soldado muerto en los campos de España.


Juan de Avalos nació en Mérida en 1911.Autor de famosos monumentos, había ya consagrado su nombre con el que en Teruel se alzó sobre el sepulcro de los Amantes. Numerosas obras, en todo el mundo, testifican la alta inspiración y el oficio genial, de este escultor.


Pero si la imagen de la Dolorosa hubiera sido bastante para conquistarle la fama, hay otras cuatro esculturas, al pie mismo de la cruz, que son otras tantas muestras de su genio. Figuras gigantescas de los evangelistas, Juan, Lucas, Marcos y Mateo, se levantan como si sus hombros -su obra- fuesen el pedestal inamovible de la Cruz de Cristo. De indudable escuela miguelangelesca, la grandeza y magnitud de estas estatuas, en perfecta armonía con el conjunto de la obra y la magnitud del risco sobre el que se alza, son una muestra del espíritu de Juan de Avalos que en alguna ocasión manifestó que su deseo hubiera sido, no poner sus figuras sobre la montaña, sino convertir esta en gigantesca Dolorosa.


En una mañana luminosa en los albores del otoño madrileño, en la explanada de la basílica parecían oírse las notas del “Cara al sol”, “Montañas Nevadas” y otras canciones falangistas que han debido quedar impresas en el granito que surge del bello paraje de la sierra madrileña.


Os dejo una serie de fotografías que hice durante la vista de los exteriores del monumento, y solo una –robada- del interior, donde, incomprensiblemente no dejan hacer fotografías.


Las fotos son de m.carrasco.m (Para asumir las responsabilidades que se puedan derivar)