domingo, 11 de septiembre de 2016

CHINCHÓN EN LA POSGUERRA.XII (MEMORIA HISTÓRICA)

CAPÍTULO XI. OCIO Y DEPORTE.


“La puebla de las mujeres” de los Hermanos Álvarez Quintero en el escenario del Teatro Lope de Vega de Chinchón. Ataulfo, Petrita Esteban y Antoñita Moya. Una de tantas comedias montadas por los aficionados al teatro de Chinchón.
Durante los largos y fríos inviernos de la posguerra, los ensayos teatrales eran unas de las pocas oportunidades de ocio y diversión para los jóvenes.
Obras de teatros dirigidas por Pilar Montero y coros de zarzuelas que organizaba el Maestro Peco. Entre ensayo y ensayo, no faltaron las parejas que se conocieron en estas manifestaciones artísticas.

En los tiempos que estamos recordando el cine era prácticamente el único espectáculo a que se podía tener acceso en Chinchón. Todos los domingos se daban tres sesiones de cine. La infantil a las cuatro de la tarde; otra sesión a las siete y otra a las diez de la noche.
Las películas llegaban muchos meses después de haber sido estrenadas, pero era el mejor cine que se podía ver por aquí.
El precio no era demasiado asequible para todos los bolsillos, y solamente los más privilegiados tenían abono para todas las semanas, que además copaban las mejores butacas y las primeras filas del principal. Las carteleras se colocaban en los soportales, junto a la casa de la tía Juanilla, y allí se acudía para ver las películas que ponían, pues era diferente la película de la función infantil que la de los mayores. Allí se indicaba claramente su calificación moral. De las “toleradas” o aptas para todos los públicos, a las “Solo para mayores” a las que se solía añadir “gravemente peligrosa” y que nosotros llamábamos “granas”.
En alguna ocasión alguno de nosotros intentó colarse a la sesión de los mayores, escondiéndose después de la película de las cuatro, aunque era una tarea difícil por la eficiencia de los “acomodadores” que también ejercían el servicio de vigilancia para evitar estas contingencias.

Uno de los tantos programas de mano de las representaciones teatrales que se hicieron en aquellos años. En este caso es del año 1964, de una función homenaje a don Fidel Martínez, hermano de don Santiago, que fue coadjutor de Chinchón. Como en casi todas estas funciones teatrales se representaba una comedia y se hacían varios coros de zarzuelas y actuaciones de solistas. Los ensayos duraban varios meses y era un modo de llenar las largas y tranquilas noches de Chinchón.

También había en Chinchón una gran tradición teatral, pero las representaciones se distanciaban en el tiempo. Aunque alguna vez podía llegar alguna Compañía profesional, el teatro era representado por aficionados de Chinchón, que lograron una calidad bastante aceptable.
La inauguración del teatro en el año 1891 fue clave para fomentar esta gran afición teatral que ha tenido siempre Chinchón.
Desde su construcción, el teatro va a ser el centro de una gran actividad cultura y teatral que se va a desarrollar en Chinchón hasta nuestros días. Durante todas las épocas se han ido representando obras teatrales y musicales por grupos de aficionados, teniendo que destacar las actuaciones de Enrique de la Vara Fuentes que nació en Chinchón el 21 de mayo de 1911. En el año 1950 le fue concedida la medalla de oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Hombre polifacético, se dedicó también a la pintura y a la enseñanza musical, siendo un enamorado de su pueblo que en el año 1951 le concedió el título de "hijo predilecto".
Es también de justicia destacar la gran labor del maestro Patricio Peco que desarrolló una importante labor tanto en la dirección musical de las representaciones como en la enseñanza de música a los jóvenes de Chinchón.
Hasta su casa en la calle del Espejo, llegaban todos los días los jóvenes que querían estudiar música. Con él aprendió también Juan de la Peña García-Tizón, que después llegó a ser un reputado director en Extremadura, y con él estudiaron muchos de los que mataron el gusanillo artístico de la música, aunque no llegasen a dedicarse a ello profesionalmente.

Los coros, dirigidos por el Maestro Patricio Peco representaban diversos cuadros de zarzuelas.

Bajo su dirección se formaron los coros que actuaban en el Teatro Lope de Vega, en las funciones generalmente benéficas que se organizaban periódicamente, y cuyos ensayos servían de entretenimiento para los jóvenes en las muy largas y frías tardes del invierno de Chinchón, y de donde no era difícil que salieran parejas que podían llegar hasta el matrimonio.
Posteriormente fue Pilar Montero quien tomó el relevo en la dirección de comedias, y de esta base de intérpretes se nutrió "La Pasión de Chinchón", que a partir del año 1963 se empezó a representar con guión de Luis Lezama.
Esta labor la están desarrollando en la actualidad los grupos "Amigos del Teatro", "Arco Iris" y "La Cultural", celebrándose anualmente un certamen teatral que lleva el nombre de nuestro paisano, el actor y director, José Sacristán.
Aunque el cine y el teatro era un atractivo para todos, a nosotros los niños, nos gustaba más el fútbol.
Desde siempre, el verdadero “estadio de fútbol” de Chinchón fue la Plaza de Armas del Castillo.
Allí fueron jugando los distintos equipos que se fueron formando a través de todos estos años. En la instantánea de abajo vemos a los equipos de futbol saludando con el brazo en alto, antes de comenzar el partido, mientras se cantaba “el cara al sol”.

Los niños teníamos que contentarnos con coleccionar los cromos de Dulcinea en que salían los futbolistas y escuchar los partidos por la radio. Los domingos por la tarde, si teníamos el real que costaba entrar, también íbamos a la plaza de armas para ver el partido del Chinchón.
Se cercaba con cuerdas la parte superior de las eras, se cerraba el acceso con unas vallas donde se ponía una mesa para vender las entradas. Allí Eladio París era el que controlaba los accesos y era de una gran eficacia. En la parte del fondo sólo había algún vigilante y en la parte del foso del castillo no era necesario. También teníamos los niños grandes dificultades para colarnos en el futbol.
A veces nos poníamos en el foso del castillo con la esperanza de que cayese algún balón y nos dejasen entrar cuando lo subíamos.
Entonces, los jugadores del Chinchón eran nuestros héroes. Estaba Juanito Monegre, Poli el “Negro” Federico Vega y Vinuesa, que nada tenían que envidiar a los Ronaldos y Messis de ahora.

Durante los años de la posguerra,  el campo de fútbol de la plaza de armas del Castillo, fue el “estadio” de Chinchón.

Los niños, entonces, jugábamos en las calles y en la plaza con pelotas de goma. Los “balones de reglamento” eran todo un lujo sólo al alcance de unos pocos, que sabían la ascendencia que conseguían ante los demás cuando nos permitían jugar con ellos. Fuera de las horas del recreo, se organizaban partidos de fútbol en las eras. Las porterías eran unas piedras o las carteras del colegio. Los equipos los componían un número indeterminado de jugadores en función del tamaño del campo y de los jugadores disponibles. El dueño del balón y uno de sus amigos eran lo “capitanes” que “echaban a pies” para ir escogiendo los componentes de sus equipos respectivos. La prioridad en la elección estaba marcada por la amistad con los capitanes y, principalmente, por la destreza en el arte futbolístico. Los últimos en ser elegidos se tenían que poner de portero, y los demás se tenían que conformar con ser espectadores, con la esperanza de alguna lesión fortuita o el abandono de alguno de los privilegiados que habían sido elegidos para jugar.
No había árbitro y tampoco solía haber demasiadas controversias a la hora de fijar lo que había sido falta, fuera de juego o gol; esto último era lo más controvertido al no haber larguero en las porterías, por lo que su altura era proporcional a la altura del portero. Esa era la cantera, de la que después se irían surtiendo los equipos oficiales.

El equipo de fútbol de Acción Católica en el Campo de los Grupos: José París, Pepe Luis y Juanjo Magallares, Enrique Pedrero, Jesús Clemente, Pedro García, Manolo Carrasco, José María, Cheito, Jesús Sáez y Joaquín “El Relojero”. Ese día ganamos a un equipo de Madrid.

Y así, poco a poco, también nosotros nos íbamos incorporando a los equipos que después del campo del castillo, empezamos a jugar en los Grupos, en el campo de la Estación, para mucho después llegar al actual campo que tiene hasta hierba artificial.

El equipo del Chinchón C.-F. en el campo del Grupo Escolar.

Y algunos tenemos la esperanza que también los niños de entonces recuerden aquel equipo en el que jugábamos Valentín, Camuñas, Manolo Montes, Pablo el herrero y su hermano Pedro, Santiago Ontalva, Cheito, Manolo Carrasco, Joaquín el Relojero, Antonio Ahijón, Chuli Carrasco y el Ariza, entre otros, que nos quedamos a las puertas de salir a jugar fuera de Chinchón, como ya lo ha conseguido algún paisano al que deseamos todos los éxitos.
Entonces no estábamos federados ni jugábamos en ligas oficiales. Eran liguillas que se formaban con los equipos de los pueblos de alrededor. Nuestros máximos rivales de entonces eran los de Villaconejos y nuestros “entrañables enemigos”, como no podía ser de otra forma, los de Colmenar, a los que ganamos un trofeo de sus fiestas y en su propio campo, aunque a cambio terminé con un esguince en el tobillo derecho.

Continuará....