miércoles, 7 de septiembre de 2016

CHINCHÓN EN LA POSGUERRA.X (MEMORIA HISTÓRICA)

CAPITULO IX. LOS ANIMALES DOMÉSTICOS.


Los animales en los tiempos de la posguerra eran imprescindibles para la vida económica de los agricultores, y a su alrededor se organizaba la vida de toda la familia. En su cuidado participaban todos, incluso los niños que eran los encargados de su alimentación y limpieza.
Los hombres se encargaban del trabajo, aunque también en eso era necesaria la participación de los más jóvenes.
En esta fotografía vemos a un agricultor arando en el campo con una mula uncida al arado. Pero al fondo, podemos ver a un niño que deambula sin hacer nada. Ha ido al campo para llevar el botijo del agua a su padre. Pero ese día no había podido ir al colegio. Eran también unas de las circunstancias de aquellos años que tuvimos que vivir.

La presencia de los animales en la vida laboral y económica del pueblo tenía suma importancia. Si el ganado vacuno, porcino, ovino y avícola eran la base de la alimentación y con importante influencia en la economía familiar, los caballos, las mulas y los burros eran los elementos de carga y tracción fundamentales para la mayoría de las tareas agrícolas y elementos insustituibles para el transporte.

Y es que los trabajos del campo ocupaban a casi todos los hombres de Chinchón


Podríamos decir que la vida familiar de un agricultor giraba en torno a los animales. Su cuidado y alimentación eran tareas prioritarias a la hora de organizar la actividad y los niños eran los encargados, como hemos comentado, de preparar sus comidas y de la limpieza de cuadras, corrales y apriscos.

Por otro lado, los animales de compañía tenían más funciones que las propiamente de acompañamiento. Los perros eran imprescindibles como guardianes de las casas que tenían grandes espacios abiertos, apenas guardados por tapias fácilmente superables, y como grandes colaboradores en la caza que también representaba una apreciable ayuda en el suministro de víveres.

Los gatos, por su parte, eran el mejor remedio contra la invasión de roedores que acudían a las trojes repletas de grano y a las cámaras en las que se almacenaban las legumbres y las frutas. Las deficientes infraestructuras higiénico-sanitarias contribuían a la proliferación de estos repugnantes animales que había que combatir con todos los medios disponibles, entre los que el gato era el más eficaz.

Por eso, en aquellos tiempos era muy importante la festividad de San Antón, patrono de los animales. El día de la fiesta, se engalanaba a los animales y se acudía a su ermita para que recibieran la bendición del Santo. Era lo que se llamaba "dar vueltas a San Antón".

La festividad de San Antón coincide con la época de la matanza que, por su gran importancia desde el punto de vista gastronómico, ha tenido un capítulo aparte.

En este día se confeccionaba un dulce típico en Chinchón: los tostones. Más que postre era una golosina para los niños y estaba hecho con cañamones tostados y miel. Se mezclaban en una bandeja dando un espesor de medio centímetro y cuando se solidificaban se cortaban en trozos cuadrados de cinco a siete centímetros.
Una estampa que podría ser típica de aquellos años. Es la calle del Convento. Los hombres vuelven por la tarde con sus carros cargados de cubetos repletos de uvas camino de las bodegas. Mientras, las mujeres sentadas a la puerta de la casa se afanan en alguna labor doméstica. Los carros están aparcados en el paseo del castillo. Es otoño en Chinchón.

Los medios de transporte para la agricultura, eran los carros, tirados por mulas y burros, menos, por caballos; aunque ya se utilizaban los camiones para los trasportes de largo recorrido. En Chinchón no se utilizaban los bueyes como animales de trabajo. En cuanto al transporte de personas, ya entonces existían los automóviles, que nosotros llamábamos coches. Tan sólo se utilizaban los tílburis tirados por un caballo, como transporte de paseo y sólo por los señoritos.

Sin embargo hasta entrados los años cincuenta, los agricultores llevaban los melones hasta el mercado de Legazpi en los carros, que hacían el camino por la noche, saliendo de la vega al atardecer para llegar lo antes posible que les facilitase la venta de su mercancía. Después estos viajes se hacían en camiones, lo que acortaba en gran manera el tiempo de llegada.

Los perros eran entonces, sin ninguna duda, los mejores amigos del hombre. Cazadores, cuidadores y compañía, y además no requerían demasiada atención. Ellos mismos se procuraban el sustento, si bien siempre estaban junto a la mesa a la hora de comer, para “arrebañar” los platos, en los que entonces no solía quedar demasiada comida.

Yo quiero ahora recordar a “Cantinflas” el perro de mi tía Paula, que durante nuestra niñez siempre jugaba con los niños, compitiendo con nosotros ya jugásemos a la pelota, o al “rescatao”. Murió de viejo y ese día yo creo que alguna lagrimilla se nos llegó a escapar, disimulando para que no se diesen cuenta los mayores.
Continuará....