miércoles, 15 de julio de 2015

ÉCHAME A MI LA CULPA...


No conozco a nadie que asuma, por las buenas, su culpabilidad. Todos somos propensos a echar la culpa a los demás, de lo que nos pasa. Y esto es así porque, en caso contrario, seria tanto como admitir que nosotros somos los malos de la película. 
Y siempre encontramos excusas para culpar a los demás de lo que nos pasa o para justificar nuestras "malas" acciones. Somos propensos a ser condescendientes con nosotros mismos y propensos a no perdonar las acciones de los otros, aunque en el fondo pensemos que realmente no era para tanto. 
Y es que la autocrítica es difícil de practicar, y si no logramos acusar a nadie del fracaso, siempre encontraremos las circunstancias que expliquen el por que de nuestros fallos. 
Y en esta actitud esta el germen de las relaciones fallidas en la familia, con los amigos o en la relaciones profesionales. 
Sin embargo, aunque lo dicho anteriormente es aplicable a la generalidad de las personas, hay que reconocer que hay individuos mas propensos a culpar a los demás de sus cuitas y del fracaso de sus relaciones personales. Esos para los que todo el mundo es malo, los que se sienten perseguidos por todo y por todos, o los que no tienen reparo en culpar a los demás de la quiebra en sus relaciones. 
Esos que después de romper con diez novias, seguirán culpando a todas ellas de ser la causa de sus ruptura. Los que no tienen ningún amigo porque todos los que tuvieron traicionaron su confianza. Los que no se hablan con sus hermanos porque todos ellos son unos egoístas. Los que terminaran solos al final de sus días, pero seguirán culpando de ello a los demás, y no pensaran nunca que algo de culpa, posiblemente, habrán tenido ellos mismos.
Por eso a mi me gusta la letra de aquella canción, con la que encabezó este artículo:
"Échame a mí la culpa/ De lo que pase,/ Cúbrete tú la espalda/ Con mi dolor. 
Y allá en el otro mundo /En vez de infierno /Encuentres gloria, /Y que una nube de tu memoria /Me borre a mí."

El que lo escribió debía ser muy generoso. Lo que ya no tengo tan claro es si el destinatario lo llego a apreciar, o si solo se reafirmó en la creencia de que el malo era el otro. 

Pues eso, que si no sabes a quien culpar, "Échame a mi la culpa".