jueves, 16 de abril de 2015

EL PROSPECTO



La semana pasada sentí un fuerte dolor en el tobillo izquierdo, punzante, agudo y persistente que me subía por toda la pierna y me llegaba hasta la cintura. Después de tres días a base de paracetamol, decidí que debía ir al médico.
Como siempre que iba a su consulta me dijo que debía dejar de fumar, aunque ya le había dicho cientos de veces que lo dejé hace ya más de treinta años, me dijo también que mi problema era que pesaba unos kilitos de más y no tenía más remedio que adelgazar.
Luego me dijo que el dolor del tobillo era la consecuencia de mi edad y de mi vida sedentaria, por lo que debía darme un largo paseo todos los días y tomarme unas pastillas buenísimas que me recetó y que debía tomar, con un protector gástrico, tres veces al día.
Me fui a la farmacia y según me dijo el mancebo, eran nuevas, carísimas y me aseguró que daban muy buenos resultados a todos los que las estaban tomando.
Yo, generalmente, me tomo las pastillas que me manda el médico sin preocuparme de nada, pero resulta que las pastillitas que me dieron en la farmacia, que eran tan nuevas y tan caras, venían en una caja bastante grande y en vez del prospecto habitual que suelen traer las medicinas, éstas traían un pequeño librito de veinte paginas en el que se indicaban las propiedades de la medicina y sobre todo, resaltadas con letras en negrita, sus contraindicaciones.
En quince páginas en letra diminuta decía que no eran aconsejables para los que padeciesen insomnio, para los propensos a retener líquidos, y un largo etcétera que yo creo recogía todas las circunstancias en que se puede encontrar una persona normal.
Luego se detenía en facilitar el porcentaje de posibilidades de poder sufrir alguno de los síntomas que podían causar las pequeñas pastillitas; porque además de nuevas y muy caras, las pastillas eran pequeñas,  muy pequeñas… y de color malva.


Un uno por ciento podría sufrir mareos; un 2 por ciento, pequeñas urticarias. Recomendaba que el uno por mil que solía sentir nauseas, debía acudir urgentemente al médico, porque podía ser peligroso. Un tres por diez mil, si se prolongaba el tratamiento, podía sentir desfallecimientos e incluso lipotimias recurrentes. Llegaba a indicar que en una o dos ocasiones, de que se tenía constancia, el paciente había llegado a sufrir un infarto de miocardio. Pero que por todo lo demás, las pastillitas eran buenísimas para el dolor de tobillo, y sobre todo si era el izquierdo.
Al final del prospecto se indicaba también que a un uno por diez millones de los que había tenido un tratamiento de larga duración con este medicamente, le había tocado el primer premio de la lotería nacional (Aunque esto no estaba totalmente constatado)
Yo, que soy bastante aprensivo, me limité a tirar las pastillitas al cubo de la basura, porque lo de la lotería no era probable que me tocase, pero seguro que no me libraba de alguno de los demás síntomas con los que amenazaba el dichoso prospecto.