domingo, 22 de marzo de 2015

MEDIOCRIDAD.



La Real Academia de la Lengua define mediocridad como algo de calidad media, y también como de poco mérito y tirando a malo, o sea, nada parecido a la “Aurea mediocritas" o "Dorada mediocridad" de la filosofía de Horacio.
Entre los médicos, entre los políticos, entre los peones camineros, entre los militares, entre los tractoristas, entre los financieros y entre los clérigos, seguro que podemos encontrar no pocas personas que presentan signos de flagrante mediocridad.
Y en muchas ocasiones vemos, no sin cierta sorpresa, que estas personas, van alcanzando poco a poco una cierta preeminencia dentro de las organizaciones a las que pertenecen. Es más, hay organizaciones que potencian el ascenso de los mediocres, posiblemente debido a que los que ostentan el poder no quieren la escalada de quienes puedan hacerles competencia, y promocionan a los que ellos saben que no tienen capacidad para hacerles sombra.
Claro está que si un peón caminero o un tractorista es mediocre, generalmente solo afectará al desempeño de su trabajo y no tendrá demasiada repercusión en la sociedad. No es así en los médicos, militares, políticos y sacerdotes, quienes sí podrán tener una influencia perniciosa dentro de sus ámbitos de actuación, con repercusiones graves para otras personas.
En el ámbito militar, político y financiero hay una organización muy jerarquizada y es más difícil que el mediocre alcance un poder incontrolado, aunque en muchas ocasiones haya llegado a su umbral de la ineptitud.
El peligro es mayor dentro del sector de la medicina, cuando el sistema permite que el mediocre ejerza de forma autónoma, ya sea de forma particular o en una consulta de la Seguridad Social, con el solo control de los propios pacientes que, en muchas ocasiones, cuando se dan cuenta es ya demasiado tarde.
Pero posiblemente el caso más peligroso es el de los clérigos. Desde el púlpito y desde el confesionario van aleccionando a sus feligreses que escuchan sus enseñanzas sin ninguna actitud crítica y aceptan todo lo que les llega del “representante” de dios. 


Así los clérigos, que generalmente actúan con total independencia dentro de sus iglesias, sinagogas o mezquitas, difunden lo que ellos proclaman como “palabra de dios” y que en muchas ocasiones no pasan de ser unas ocurrencias demasiado personales de lo que ellos entienden que debe ser una norma moral de convivencia. ¿Os habéis fijado lo que dicen muchas veces en sus homilías y sermones?
Y en el caso de los clérigos es donde mejor se puede apreciar cómo su Organización se esfuerza en seleccionar para sus ministros a personas de perfil bajo que se limiten a trasmitir una serie de consignas con muy poco margen para la interpretación personal.
En los semilleros (seminarios) donde se cultivan estos clérigos, se busca que todas las semillas crezcan dentro de la uniformidad; se procura retirar las malas hierbas, las que crecen demasiado deprisa y las que se van quedando atrofiadas y todo ello en un ambiente artificial de humedad y temperatura constante para que el desarrollo de sus cultivos sean uniformes y dentro de un patrón establecido.
Luego, cuando las semillas ha alcanzado un punto de maduración, se les trasplanta a la vida real, pero cuidando mantenerlas alejadas de las perniciosas influencias de todo lo que pueda desviarlas de un fin para el que han sido convenientemente programados. Se les priva de una vida afectiva, se les aisla de la sociedad  y se les sigue adoctrinando para que sigan, durante toda su vida, fieles a las enseñanzas que recibieron desde su más tierna estancia en el semillero. Si alguna de estas semillas deja de creer en lo que le enseñaron, le convencen para que sigan como si nada hubiera cambiado y, al menos, mantengan las apariencias. De todos son conocidas las trabas que se ponen a los clérigos que quieren secularizarse.
Si vemos la historia, muy pocos de estos clérigos serán capaces de salir de la mediocridad para la que han sido programados y, generalmente, se les conoce como herejes; aunque algunos – muy pocos – también les han llegado a llamar santos.