viernes, 6 de marzo de 2015

LA PROPIEDAD INTELECTUAL EN LA TELEVISIÓN.

 

No sé cuantos programas de televisión se hacen diariamente. Muchos, y muy variados.
Un programa de televisión se puede hacer de formas diferentes. Uno, que podría ser lo más adecuado, hacer un guión previo sobre el tema a tratar y luego rodar el programa siguiendo ese guión; y otro, rodar distintas tomas sobre el tema elegido y luego escoger las más interesantes para formar el programa.
En el primer caso, sería necesario que un guionista se asesorase sobre el asunto elegido, contratase a expertos que aportasen sus conocimientos y con el resultado se hiciese una planificación y posteriormente el rodaje del guión del programa.
En el segundo caso se encarga a un redactor que seleccione a “conocedores” del tema, se les convenza que colaboren, se deja que estos “entendidos” digan lo que les parezca más interesante y después se organiza lo rodado dando forma a las secuencias y ya está, más o menos, el programa listo para emitirse.
No cabe duda que el primer supuesto es mucho más caro porque hay que pagar al guionista y a los asesores, además de los redactores, cámaras, técnicos de sonido, etc. etc., aunque el resultado sea más profesional y, seguramente, de más calidad.


En el segundo caso, es mucho más barato porque no hay guionista y a los “expertos” se les “paga” con ese “minuto de gloria” de salir en la tele. En este segundo caso, el éxito del programa está directamente ligado a la capacidad de estos colaboradores desinteresados, a su fotogenia y su locuacidad.
En una ocasión recibí la llamada de una productora de televisión para solicitar mi colaboración para la elaboración de un programa sobre Chinchón. Me dijeron que me conocían mi blog del Eremita en el que habían visto que existía información muy interesante. Se iba a titular algo así como “Rincones con encanto” y no solo me pedían la colaboración para el guión del programa sino también para buscar otros colaboradores que interviniesen en su realización. Cuando les pregunté cual era el presupuesto con el que contábamos, me dijeron que todas estas colaboraciones deberían ser desinteresadas. No me atreví a preguntar cuanto iban a cobrar ellos a la cadena de televisión y preferí no atender a su “invitación”.


Ahora que está en el candelero el tema de la propiedad intelectual, ¿Quiénes tienen la propiedad intelectual de los programas de televisión? ¿Las productoras, las cadenas o los “colaboradores” desinteresados que son los que aportan las ideas originales para esos programas?

Porque otro asunto es quienes son los que cobran. Y es que ya se sabe que en televisión, ahora, los únicos que de verdad cobran son la Belén Esteban, el Quico Rivera,  la Hormigos y esa cohorte de descerebrados que, parece ser, son los únicos que realmente hacen crecer las audiencias.