miércoles, 18 de marzo de 2015

LA CRISIS DE LOS 70

"Jacinto" de Eduardo Carretero.

Una de las características comunes a todas las crisis es que no se sabe muy bien cuando empiezan. Al principio sólo hay pequeños síntomas que no sabes a ciencia cierta lo que significan.
Esta de los 70 (años), suele empezar a mostrarse en Navidad, cuando tus hijos te preguntan qué quieres para Papá Noel y te das cuenta que no hay nada que te haga ilusión. Otro síntoma es que se te olvidan los nombres de cosas comunes y cambias, con más frecuencia que antes, el nombre a tus hijas. Otro día casi te rompes un pie cuando bajas el último escalón de la escalera, donde antes solías dar un saltito. Y lo más dramático, y eso ya es el síntoma definitivo de que ha llegado la crisis, es que se te olvida comprar el regalo a tu mujer el día de su cumpleaños y no te queda más remedio que improvisar sacándola a comer a un chino, que es el restaurante más cercano de casa.
Hay otras crisis; a los 40, a los 60; algunos a los 65 que es cuando te jubilas, pero ninguna como la de los 70.
El otro día cogí un bolígrafo y un papel y puse en el encabezamiento: “COSAS QUE ME GUSTARÍA HACER”. Todas con mayúsculas y en el centro del folio. A la media hora todavía no se me había ocurrido nada que de verdad me hiciese ilusión.
Y es que ya te has cansado de los “hobbies”, cada día te cuesta más salir de paseo porque casi siempre te duele la rodilla o estás constipado; notas que tus amigos ya se están cansando de que siempre les cuentes los mismos chistes y hay semanas que tus hijos no te llaman por teléfono para preguntarte cómo estás. Claro que a esto ya deberíamos habernos acostumbrado, pero ahora estamos más sensibles y hasta lo echamos en falta.

Sólo hay un consuelo, y es que un amigo que ya ha cumplido los 73 me dice que esto es pasajero, que poco a poco te vas acostumbrando y en un par de años estás como nuevo. Yo no es que me lo  crea del todo, porque a mi amigo no solo se la ha olvidado la crisis de los 70 sino que también se le olvidó mi nombre, y ahora me llama Faustino… y yo creo que me llamo Manolo… ¿O no?