lunes, 27 de octubre de 2014
MIRANDO AL MAR
A mi, de pequeño, me dijeron que detrás del horizonte, se terminaba el mar. Luego, ya de mayor, veía navegar a los pequeños barcos de velas blancas y azules por encima de esa pequeña línea azul, con el temor irracional de que pudiesen caer al abismo. A veces veía emerger, que parecían salir de las entrañas del mar, nubes blancas como hechas de papel de seda y algodón, que parecían enredarse en el mástil de los veleros que apenas si lograba resaltar del azul turquesa en el que se fundían cielo y agua cuando la luz del atardecer iba anunciando el ocaso y el mar se empezaba a teñir de púrpura que era como un aviso imperativo para el regreso a puerto.
Aún hoy, después de pasar las horas muertas mirando al mar, me asalta la duda de si no sería verdad lo que me dijeron de pequeño, y detrás de esa tenue línea larga y azul del horizonte solo habrá un gran precipicio, porque se ha terminado el mar.