sábado, 4 de mayo de 2013

UN REPORTAJE DE LA ACTUACIÓN DE ESTEFANIA ARIZA EN EL CASINO DE MADRID.

Un buen amigo, socio del Casino de Madrid, me envía este recorte de la revista que publica el Casino de Madrid, y que recoge la actuación de Estefanía Ariza, con el que se inauguraba el ciclo de conciertos del Casino en el año 2013.
He querido compartirlo con todos vosotros, que os alegráis de los éxitos de todos nuestros paisanos.



Aunque la calidad no es demasiado buena, es lo único de que dispongo.

viernes, 3 de mayo de 2013

ANICETO EL GUARDIA Y EL CASO DEL CALOR ASESINO. 2 NUDO.


2. NUDO



A la vista de los casi nulos resultados, a los pocos días llegó al pueblo un inspector y su ayudante de la Brigada Criminal Central. Sin la contundencia que hubiera deseado Aniceto, estuvieron interrogando a todos los vecinos y buscando  infructuosamente, en las casas, la bicicleta que supuestamente había utilizado la víctima para llegar al pueblo. Se llevaron sus ropas para hacer análisis más exhaustivos y se despidieron del Aniceto que había disfrutado durante los cuatro días que duró la investigación, siendo el guía y de sus colegas y aportando los indicios a los que habíamos llegado todos nosotros, que fueron considerados como “muy interesantes” por los policías de la capital, quienes indicaron, además, que era encomiable la racionalidad de nuestras apreciaciones, no frecuente en personas no profesionales en la investigación criminal.
El caso es que a finales de agosto, cuando llegaron las fiestas del patrono, ya casi se había olvidado el asunto del hombre asesinado, y todos nos esforzamos en disfrutar de los festejos que había organizado el Ayuntamiento que diferían muy poco a los celebrados en los últimos diez años. Aquellas fiestas hubieran pasado, también,  sin pena ni gloria y nadie las recordaría años más tarde, a no ser porque en la romería del Santo, en el profundo barranco de Valdelaspozas, alguien vio brillar algo que resultó ser una bicicleta y nadie dudó que era la de la víctima.
Aniceto, que afortunadamente se encontraba en el lugar para controlar el orden público, evitó que nadie la tocase para así preservar las posibles huellas que podrían llevar al asesino.
- ¡Que nadie se acerque a la bicicleta, y que nadie se atreva a tocarla! ¡Queda confiscada en nombre de la autoridad!
Inmediatamente dio instrucciones al Emilio y al Roberto para que bajasen hasta el fondo del barranco, donde estaba la bicicleta, y que sólo la tocasen poniéndose un pañuelo en las manos.
Tuvieron que dar un pequeño rodeo y tomar precauciones para evitar una caída que hubiese podido ser peligrosa. Cuando ya estaban abajo, les tiraron unas cuerdas que hicieron con varios ramales de las caballerías, y las ataron cuidadosamente por debajo del sillín y el manillar, procurando no tocarla con las manos desnudas.
Desde arriba empezaron a tirar de ella con mucho cuidado, mientras ellos tiraban de dos cuerdas que habían sujetado a las ruedas para evitar que la bicicleta fuese rozando con el lindazo.
Yo no estaba allí cuando empezó todo, pero mandaron recado a mi sobrino Antoñito, y yo me ofrecí a acompañarle; cuando llegamos ya estaba la bicicleta tumbada en la hierba del borde del barranco, rodeada por más de veinte curiosos a los que casi no podía controlar el Aniceto.
- ¡Que os retiréis, coño! ¡A ver si voy a tener que llevarme a alguno al calabozo!
Con mucho cuidado, y sin tocarla con las manos, la montaron en una carreta y el Juez de Paz, ordeno que la llevasen a las dependencias municipales, para iniciar las oportunas investigaciones.
Esa tarde, a pesar de estar en fiestas, se convocó una reunión urgente en la rebotica.
- No, yo no tengo los medios necesarios para hacer un análisis completo de tan importante prueba pericial. Es mejor avisar a las autoridades policiales y que sean ellos los que las hagan.
- ¿Y vamos a tener que esperar tanto tiempo para conocer los resultados?
- Bueno, yo - dijo Aniceto en tono pausado para que todos nos centrásemos en él- Yo ya he hecho un estudio preliminar, y se pueden sacar ya algunas conclusiones...
Hizo una pausa como las que había visto a los investigadores de las películas; se echó un poco de agua en el vaso, bebió un pequeño sorbo, y continuó.
- La bicicleta fue tirada al barranco, posiblemente después del crimen. La víctima no se calló con ella...
- ¿Y cómo has llegado a esa conclusión?
Tardó unos segundos en responder...


- Muy sencillo... En el borde del barranco no se apreciaba ninguna rodadura ni había señales de ningún arrastrón de un cuerpo humano. La bicicleta fue lanzada con fuerza para que llegase a lo más profundo del barranco, y no se aprecia que chocase con los bordes...
- Eso pudo ocurrir también si la víctima fuese muy deprisa y saliese disparado por encima del borde...
- ¡Eso es imposible! - una nueva pausa, pero esta vez más corta - Eso es imposible porque para llegar al borde del barranco hay que superar un lindazo bastante alto y una bicicleta no lo puede salvar, y menos si no hay ningún camino para tomar velocidad...
La conjetura del municipal pareció convencer a don Marcial que era quien había sugerido esta posibilidad.
Aniceto, ante la expectación de todos los reunidos, continuó.
- La prueba pericial, o sea la bicicleta, muestra diferentes rasguños producidos, sin duda, al haberse rozado con las ramas y piedras del barranco. También está llena de polvo y barro, posiblemente debido a las lluvias de la semana pasada. Al caer debió chocar en principio con la rueda trasera por lo que está descentrada y tiene una yanta deformada. Uno de los pedales está roto y lo encontré cuando bajé yo mismo a donde estaba la bicicleta.
- ¿Y no encontraste rastros de la víctima? Pregunté yo.
- No. Aunque, como he dicho antes, la lluvia de la semana pasada podría haber borrado algún vestigio; se puede asegurar que la víctima nunca estuvo en el fondo del barranco.
Don Abrahán, que había seguido, aparentemente sin demasiada atención, todas las explicaciones de Aniceto, preguntó:
- ¿Y de la capital, se ha recibido algún informe de la policía?
- Pues no, no dicen nada... Y eso a mí me está empezando a escamar... Yo creo que han descubierto algo importante y lo quieren mantener secreto... Mañana mismo voy a decir al secretario del ayuntamiento que mande un oficio pidiendo explicaciones... El alcalde del pueblo tiene derecho a estas bien informado...
Las reuniones en la rebotica se volvieron a reanudar cuando terminaron las fiestas. Aunque a finales de agosto empieza a hacer fresco, las continuamos en el patio y nadie faltó a la primera convocatoria que se había hecho para el llamado día de descanso, que ya no había ningún acto de celebración. Yo mandé preparar una buena limonada fresquita y unos bollitos de aceite que encargué en la dulcería y poco a poco fueron llegando todos los tertulianos.
Aniceto fue el primero en llegar y no podía disimular que tenía algo importante que contar. Yo enseguida me di cuenta porque le conozco bien, pero él se mantuvo callado hasta que llegó don Abrahán, el señor cura, que había tenido que acudir a la ermita del Santo para dar la bendición a los hermanos que habían acudido a bajarle de las andas.
- No sé, dijo pausadamente, mirándonos a todos y a cada uno de nosotros, sin duda para ver nuestra reacción ante el descubrimiento que estaba a punto de hacer, No sé si esto será importante, hizo una pausa, pero ha llegado hasta mis oídos que la tía Sinforosa está haciendo unos gastos que no se corresponden con la situación económica que es de todos conocida…
- Eso serán habladurías de la gente…
- ¿Y qué tiene eso que ver con el crimen del viajante?
- ¡Un momento, un momento!, que todo tiene su por qué…
- La verdad es que yo me fijé el otro día en la procesión de la Virgen y tanto ella como su hija iban mucho más arregladas que de costumbre…
- Ahí quería ir yo, dijo Aniceto, Ahí quería ir yo… Me han dicho, y bajó la voz para que todos tuviésemos que agudizar nuestro oído, me han dicho que va diciendo por ahí que han recibido una herencia de unos tíos que vivían en Tudela… pero me he informado y ni su padre ni su madre tenían ningún pariente, porque los dos eran hijos únicos y nunca se supo de esos misteriosos familiares navarros…
- ¿Y cuando dicen que han heredado?
- Dicen que más de cien mil reales…
- Pues eso les arregla la vida para una buena temporada…
- Pero eso no lo pueden haber hecho ellas…
- Ellas, por supuesto, no…. ¿Pero y su hijo...?
- Desde que volvió del Servicio Militar parece otro… ¿A que usted no le ve mucho por la Iglesia, eh don Abrahán?
- Yo no puedo dar información de mis feligreses, y menos para despertar sospechas… Os recuerdo a todos que es pecado levantar falsos testimonios….
- Aquí no se están levantando falsos testimonios, nos estamos limitando a constatar hechos.
- Simplemente estamos constatando datos empíricos…
Lo de “empíricos” lo había dicho Jenaro, el alcalde, que no sabía muy bien lo que significaba, pero que se lo había escuchado a un diputado provincial y lo soltaba siempre que pensaba que podía venir a cuento, y como en este caso, algunas veces acertaba.
Sin embargo los comentarios que se oyeron a continuación en el patio de la farmacia se acercaban más a las habladurías  de las comadres que a las consideraciones detalladas que se podrían esperar de los prohombres del pueblo dispuestos a esclarecer este maldito asesinato que estaba desquiciando a todos.
Aunque las tertulias se siguieron celebrando con puntual regularidad, la verdad es que se estaban agotando, de nuevo, todas las vías de investigación, con el consiguiente desánimo de los conspicuos y aficionados investigadores que pasados unos días vieron como todas las sospechas en que tantas esperanzas habían puesto se desvanecían, cuando se recibió una notificación oficial del Juzgado de Instrucción de Tudela confirmando la herencia que parece ser provenía de un indiano que fue novio de una tía abuela de la tía Sinforosa, de la que nunca había tenido noticias y a la que nunca, por supuesto, conoció.
Las tertulias habían vuelto a la rebotica y ya prácticamente se había olvidado el caso del calor asesino, al que sólo de vez en cuando alguno de los contertulios se atrevía a mencionar. De nuevo se habían retomado los asuntos consuetudinarios propios del pueblo, o sea, las bodas, los bautizos, las partidas de cartas en el casino, los estrenos de teatro de la capital que contaba con todo lujo de detalles el señor alcalde que aprovechaba las reuniones políticas para ponerse al día en su afición favorita, las previsiones epidemiológicas para el próximo invierno y demás asuntos varios que surgían de improviso y que no daban para mucho más de una o dos tertulias. Tanto era así que había dejado de asistir Aniceto, con la excusa de tener que atender unos asuntos de vital importancia para la seguridad ciudadana.
En una de estas tertulias surgió una noticia, que se mantuvo más tiempo; fue el inexplicable embarazo de la hija de la tía Justa. Un embarazo como todos los demás, pero que ella negó al principio, hasta el tiempo le hizo asumir lo evidente.
- Ella aseguraba que era totalmente imposible, que ella no había hecho nada ni había estado con ningún hombre, que no podía ser. Cuando llegó a mi consulta dije a su madre que saliera para hablar con ella a solas; pero ni así pude sacar nada en limpio como no fuera su total negativa a aceptar lo que confirmaban sin ningún género de duda los análisis.
- ¿No es muy mayor, todavía, Cuantos años tiene?
- Alrededor de los veinticinco y ni tiene novio ni habla con nadie, al menos que se sepa.
- Pues habrá sido por obra del Espíritu Santo.
- Oye, eso es una falta de respeto, y delante de mí no voy a permitir esas palabras…
-Perdone don Abrahán, perdóneme, pero es que me habían dejado el chiste a huevo… No volverá a ocurrir.
Y la cosa se quedó así, aunque a las pocas semanas empezó a correr por el pueblo un rumor. “Ernestina, la hija de la tía Justa estaba preñada de un forastero que venía verla por las noches desde hacía más de diez meses”.
Esa tarde, en la rebotica, a la que también había acudido Aniceto, se encendieron todas las alarmas. En los ojos de todos brillaba una luz extraña que demostraba que todos ellos habían llegado a la misma conclusión. ¡El viajante de la bicicleta!

El próximo día 6, el último capítulo de este relato...

jueves, 2 de mayo de 2013

NUESTRO DOS DE MAYO FUE EL 29 DE DICIEMBRE DE 1808.


Hoy día 2 de mayo se recuerdan los atroces hechos de las matanzas que hicieron los franceses en las calles de Madrid, en este día de 1808.
Para conmemorar esta efeméride se ha elegido este día para celebrar la Fiesta de la Comunidad de Madrid y por eso, es fiesta en todas las localidades de nuestra Comunidad, claro está, que se escogió este día  no por ser el recuerdo de una desgracia, sino por ser cuando el pueblo llano de Madrid se levantó contra el invasor, a pesar de la dejación de sus obligaciones por parte de la mayoría de las autoridades.
Hoy quiero también recordar esta fecha, pero indicando que en Chinchón tuvimos nuestro particular 2 de mayo en un frío 29 de diciembre de ese mismo año, cuando las tropas francesas al mando del Mariscal Victor Perrín asolaron nuestro pueblo.
Hoy, para recordarlo os dejo este grabado de don Francisco de Goya, que recordó aquellos días con este sobrecogedor dibujo, que tituló “El de Chinchón”. 



miércoles, 1 de mayo de 2013

ANICETO EL GUARDIA Y EL CASO DEL CALOR ASESINO. 1 PLANTEAMIENTO.

El próximo día 8 celebro el 5º aniversario del nacimiento de El Eremita, y con este motivo he querido preparar un regalo para todos vosotros. Se trata de una pequeño cuento dividido en tres partes, como es preceptivo en todo buen relato: PLANTEAMIENTO, NUDO Y DESENLACE.
He pensado publicarlo en tres entregas, como ya he hecho con algunos otros relatos y novelas, para no cansaros demasiado cada día. Como veis se trata de "EL CASO DEL CALOR ASESINO" Espero que os guste mi regalo a aniversario:



1. PLANTEAMIENTO

Las eras estaban casi desiertas a esas horas de la tarde. Sólo unos pocos dormían la siesta a la sombra de los árboles perdidos entre los montones de paja recién aventada y las parvas tendidas a medio trillar. Una mula, con las patas delanteras “amaneadas” se obstinaba en llegar a los inalcanzables haces de mies. Las ventiscas resecas de estos primeros días del agosto mesetario habían cubierto el hato con el polvo áspero y salobre que desprenden las espigas en sazón. El botijo de barro blanco, a la sombra del serón, rezumaba su frescor invitando a tomar el primer trago antes de iniciar la tarea vespertina.
Pedro, se desperezó después de haber dormido una “larga” siesta en sólo quince minutos y se echó un prolongado trago de agua para clarificar su garganta reseca por el polvo y por el calor sofocante que ya duraba más de una semana y que había llegado a superar con creces los cuarenta grados, hecho insólito que no recordaban ni los más viejos del pueblo. Dejó que el chorro del botijo se desparramase por su rostro sin afeitar y por su pelo que apenas si ya negreaba por el polvo acumulado durante varios días. Dirigió el chorro de agua hacia su nuca, dejando que empapase su camisa para conseguir uno momentos de frescor. Se colocó el sombrero de paja y contempló el paisaje amarillento que le rodeaba, en el que sólo contrastaba el azul cobalto del cielo que empezaba a enmarañarse con los jirones pardos de las nubes que aparecían por el horizonte y que ya eran visitantes asiduas casi todas las tardes.
Allí, a poco más de diez metros, en el lindazo del camino, con la cabeza ensangrentada, estaba aquel hombre. Corrió hacia él, pero nunca tuvo ninguna duda de que ya estaba muerto. Su grito de socorro despertó a tres hombres que llegaron corriendo desde las eras de al lado. Uno se acercó hasta el pueblo para dar la noticia, mientras los demás quedaron de pie y en silencio, intentando adivinar quién era el desgraciado que había venido a morir a este lugar perdido.
Este suceso cambió el lento discurrir de la vida en mi pueblo. Nadie había visto nada, ni nadie le conocía. Don Marcial, el médico dedujo que la herida mortal en la cabeza se la tenía que haber producido otra persona. Las otras lesiones se produjeron después de muerto y posiblemente para simular una muerte accidental. Apenas si había sangre a su alrededor, por lo que dedujo que la muerte se había producido en otro lugar y de ocho a diez horas antes.
Por la situación privilegiada de la botica, yo soy uno de los primeros en enterarme de todo lo que ocurre en el pueblo, y no solo conozco los secretos de la salud de todos los vecinos, sino también los dimes y diretes que circulan sobre cada uno de ellos. Lo que les acabo de contar, me lo contó a mí, esa misma tarde, el propio Pedro cuando regresó de la era. Después lo tuvo que repetir para hacer el atestado y quince o veinte veces más,  hasta que dejó satisfecha la curiosidad de todos los que se iba encontrando por la calle.
Pero, volviendo al caso que nos ocupa; Aniceto, el guardia, se hizo cargo de las diligencias del crimen. De andar desgarbado, enjuto de carnes y algo mal encarado, a sus cincuenta años, y después de veinte de servicio, era la primera ocasión que se le presentaba de poner en práctica todos sus conocimientos de investigación criminal, porque además de los rudimentarios conceptos estudiados para acceder al cargo, se había ocupado en la lectura de las más selectas novelas policíacas hasta conseguir el fino olfato de un verdadero sabueso policial. Le gustaba sorprender a los sencillos vecinos con las curiosas conclusiones que deducía de los más insignificantes detalles.
- María, hoy pisto para comer, ¿no?
- Sí, Aniceto, ¿Como lo sabes?
- Es una pequeña mancha de tomate que te ha salpicado la bata...
Aunque la verdad era que había pasado por su calle y había visto cómo lo preparaba... El caso es que todos los habitantes de este pueblo perdido, que no ha salido nunca en los periódicos, cuyo nombre era desconocido fuera de la comarca, estaban seguros que ahora se harían famosos porque su guardia iba a descubrir al culpable de este inexplicable asesinato.  
Era un varón de treinta y cinco a cuarenta años, moreno, de 1,75 de altura y unos 80 kilos de peso. Indocumentado, sólo una medalla de oro con las iniciales MJ. y la fecha 20.03.21. Vestía una camisa de rayas marrones con las mangas arremangadas y unos pantalones verdes. Calzoncillos, en los que había bordado el número 16 con hilo azul,  y unas sandalias sin marca. No llevaba calcetines y en los bolsillos un pañuelo con la letra J. No había rastro de cartera, llaves ni documentos.
Hechas las oportunas comunicaciones reglamentarias, y después de recibir  instrucciones  de las autoridades provinciales, mi sobrino Antoñito, a quien todo el mundo llamaba señorito Antonio,  que ejercía de Juez de paz de la comarca, ordenó la inhumación de los restos,  después que don Marcial hizo el minucioso y detallado informe de la autopsia.


También el médico tenía a su cargo los tres pueblos de la comarca, que recorría montado en un tílburi, tirado por un viejo caballo percherón. Viudo desde muy joven, había dedicado su vida personal al cuidado de su hija que ahora ya tenía los veinticinco y era una de las jóvenes más solicitadas por todos los mozos del pueblo. Aunque llegó al pueblo cuando terminó la carrera pensando que sólo era el primer paso para llegar a la capital de la provincia, se adaptó a la vida del pueblo, se casó con la hija del mayor terrateniente de la localidad y cuando su mujer murió al dar a luz a su primera y única hija, decidió quedarse en el pueblo que le había acogido con afecto, a pesar de su carácter seco y algo cascarrabias que se iba acentuando con el tiempo.  Atendía los partos, a los niños, a los jóvenes y a los viejos, incluso llegaba a practicar algunas pequeñas cirugías, porque el hospital más cercano estaba a más de cien kilómetros. También ejercía de forense, por lo que tenía una estrecha relación con Antoñito, que desde hacía ya cinco años ejercía como Juez de Paz, cargo que había heredado también de su padre, don Antonio mi cuñado, que ya apenas si salía de casa por culpa del reuma. Los dos eran partícipes de hecho y derecho de la tertulia que todas las tardes del verano se reunía bajo la parra de mi patio. En invierno, la organizábamos alrededor del brasero de la rebotica, y eran, también, tertulianos habituales, don Marcelino el maestro, don Abrahán el cura y Jenaro el Alcalde.
Los último días, a la tertulia se incorporó también el Aniceto quien, nos pidió ayuda para tratar de buscar una explicación lógica a lo ocurrido la otra tarde junto a la era de Pedro el “Lomogato”, lo que también supuso un aliciente para todos nosotros, acostumbrados como estábamos a tratar asuntos demasiado manidos porque ya se sabe que en el pueblo nunca pasaba nada.
- Vamos a constatar los hechos. Debían ser las cuatro y media, cuando se descubrió el cadáver. Una hora y media antes había pasado por el camino, de vuelta al pueblo,  el hijo de Emilio “Barriga” y todavía no estaba allí. Por lo tanto, todo debió ocurrir de tres a cuatro y media de la tarde. A esas horas, los pocos que estaban en las eras estarían durmiendo la siesta...
- Que debió ser algo más larga de lo que ellos han asegurado...
- Por eso, el autor o autores, no fueron descubiertos.
-¿Se sabe cómo trasladaron el cadáver?
- En el polvo del camino se podían ver varias rodadas de carros y cascos de caballerías que iban en una y otra dirección, lo que no demuestra nada porque el camino está muy transitado en estos días de la trilla... lo llevarían en un carro o a lomos de una caballería, oculto bajo algunos sacos vacíos, así no despertarían sospechas si se cruzaban con alguien... Sólo al comprobar que nadie les veía se decidieron a dejarlo en el lindazo... de otra forma, lo hubieran llevado a otro sitio...
- Marcial, ¿se sabe con qué le han matado?
- Con una piedra plana.... con una barra metálica... con algo sin aristas que le golpeó en la base del cráneo... por lo que la víctima fue atacada por la espalda y  estando en posición inclinada; posiblemente buscando algo en el suelo, sin percatarse de la presencia de su agresor. Después le golpearon con dos piedras en el parietal derecho y en el frontal para simular que se había golpeado con ellas accidentalmente al caer. Estas dos piedras se encontraron en el camino junto a la cabeza de la víctima, manchadas con su sangre... pero ninguna de estas heridas eran mortales...y tampoco había en ellas ninguna huella que pudiese identificar al asesino...
-¿Todavía no se sabe quién era el muerto?
- No, aún no sabemos nada. Nos dicen del Ministerio que están difundiendo las fotografías que les enviamos, pero no coinciden con ninguna denuncia de personas desaparecidas. Aniceto se ha acercado a los pueblos de al lado, pero allí tampoco le conocen...
-El que puede saber algo es don Abrahán...
-No, yo tampoco se nada... y si supiese algo bajo secreto de confesión, tampoco lo podría decir...
- Para mí, la culpa es del calor... -Sentenció Jenaro el Alcalde, al que le gustaba filosofar y buscar siempre influencia extrañas a todo lo que ocurría-  Los cuerpos no pueden soportar estas temperaturas, la sangre se sube a la cabeza y cualquiera es capaz de hacer la mayor barbaridad.  No sé... para mí, toda la culpa es del calor.... Estos días ha hecho un calor asesino...
- Ytú, Aniceto, que eres el profesional, ¿Qué piensas que se debía hacer?
- Yo lo tengo claro: mano dura. Diga lo que diga el señorito Antonio no se puede interrogar a la gente con tanta delicadeza... Todos sabemos, y lo podemos ver en las novelas que,  siempre, alguno de los testigos suele ser el culpable... ¿Por qué vamos a creer a Pedro el “Lomogato” que se lo encontró ya muerto? El pudo haberlo matado... ¿y el hijo de Barriga? Reconoce que pasó por el camino a las tres de la tarde y dice que no vio a nadie y que aún no estaba el cadáver... Si me autoriza, don Jenaro, con unos cuantos pescozones bien dados yo les hacía cantar en menos de...
-No seas bruto Aniceto, -intervine yo- hay que ser analítico, y si queremos solucionar este caso, tenemos que encontrar algún detalle que nos dé la clave de lo que pudo ocurrir...
-Tiene razón don Cosme; tenemos que volver a repasar todos los detalles, porque sin duda que algo hemos pasado por alto....
-El hombre era bien parecido... posiblemente haya un lío de faldas...
- Y de cuernos... Ese sí podría ser un buen móvil para nuestro crimen... Don Cosme, Vd. que hizo los análisis, ¿no encontró ningún dato revelador que nos pueda ayudar...?
Efectivamente, yo había sido el encargado de hacer todos los análisis, tanto del cadáver como de las ropas del difunto. Mi laboratorio es más bien rudimentario, pero hasta ahora había sido suficiente para solventar los problemas que se planteaban en el pueblo...
- La verdad es que no encontré nada anormal... todos los indicadores eran los de una persona sin enfermedades...  su grupo sanguíneo era cero positivo, no aparecía ninguna infección... todo normal. Pero ahora que lo pienso, lo que sí pude observar eran unas manchas de semen en sus calzoncillos... que entonces pensé que se debían a una deficiente higiene... también había mucho polvo en sus ropas... y en los cañones de sus pantalones había varias arrugas verticales de unos diez o quince centímetros, como si hubiesen estado recogidos...
- Yo también me fijé en ellos... ¡Eso es! A mí también me pasa... y mi mujer me regaña porque dice que no tengo cuidado.... Yo me recojo así los pantalones cuando monto en la bicicleta....
Los ojos del guardia brillaban como si hubiese descubierto una pista trascendental para la resolución del caso.
-¿No ves? ya nos estamos acercando. Hay que preguntar si alguien vio estos días a un ciclista  por los alrededores del pueblo... Por otra parte, en alguna parte debe estar la bicicleta, si la encontramos, estaremos cerca del asesino.
- Las manos del difunto estaban bien cuidadas... desde luego no trabajaba en el campo... lo que también se podía deducir porque sus brazos y sus piernas no estaban quemados por el sol... debía ser un oficinista, un dependiente o un viajante...
- Mejor un viajante... pero que era la primera vez que venía al pueblo, porque nadie le conocía...
- Yo más bien pienso que debía ser familia de alguien del pueblo... llegó por la noche en su bicicleta, por lo que no lo vio nadie... su visita no era grata... lo mataron por alguna causa y lo abandonaron en el camino...
- No sé, no sé... Como hace tanto calor por las noches,  dormimos con las ventanas abiertas, y nadie vio ni oyó nada... es muy raro... Si pasa algún desconocido por la calle, seguro que hay algún perro que no para de ladrar... y alguien se hubiese despertado...
- Jacinto, el sereno, me ha asegurado que no se había visto a nadie desconocido andando por el pueblo estas noches de atrás.... Tenemos que buscar otras posibilidades....
Y en estas controversias se iban pasando las tardes sin que ninguno de nosotros llegase a encontrar una teoría viable que pudiese dar alguna luz al asunto que habíamos bautizado, a propuesta del Aniceto, que como ya hemos dicho estaba muy influenciado por la literatura policiaca,  como “El caso del calor asesino.”

Continuará el día 3 con el segundo capítulo...

martes, 30 de abril de 2013

LA CIGÜEÑA Magazín, UNA REVISTA DE CULTURA GENERAL PARA LEER EN FAMILIA.



En la presentación de los libros con motivo del día del Libro 2013 de Chinchón, tuvo la oportunidad de conocer la existencia de la revista “La Cigüeña” Magazín, que se autodefine como una revista de cultura general, de distribución gratuita para leer en familia y cuyo temario se centra en “Curiosidades, historia, ciencia, ecología, Consejos para el hogar, el rincón de los peques y mucho más...” 
Esta revista está editada por “Tienda Baires” estando su dirección, maquetación, diseño e investigación a cargo de Willy Comesaña, que desde Ciempozuelos edita esta revista para los pueblos de la Comarca, como el mismo Cienpozuelos, San Martín de la Vega, Titulcia y Chinchón.
Esta revista está financiada por la publicidad que se hace en la misma, generalmente de empresas y actividades de estos pueblos.
En su número de Abril de 2013, hace una reseña histórica de Chinchón, y varios y diversos reportajes de temas tan heterogéneos como la energía eólica, los radiotelescopios, los mamuts y el oso ibérico, y el legendario personaje de Sherlock Holmes.
Se distribuye la revista en los comercios de Chinchón.
Desde las páginas virtuales del Eremita, quiero desear mucho éxito a esta nueva aventura cultural que se atreve a salir en esta época de crisis. ¡Mucho éxito!

lunes, 29 de abril de 2013

EL CIELO DE LAS AMAPOLAS.


A María Antonia.


"Yo nací en un prado, a finales de un mes de abril en el que las lluvias habían llegado con anticipación. Recuerdo muy poco de mis primeros días de existencia. Tan solo que eran mis vecinas unas flores de pequeños pétalos  blancos  y un corazón redondo de color amarillo, que creo recordar que las llamaban margaritas. Justo a mi lado, tenían su residencia un pequeño cardo, que era muy agradable en su trato pero poco delicado en las distancias cortas, y una pequeña espiga de trigo, que había crecido muy deprisa y estaba demasiado espigada para su edad. A nuestro alrededor, corrían a diario unos niños muy grandes que resultaban peligrosísimos porque al menor descuido te podían aplastar y dejabas de existir.

Y ese fue mi primer trauma infantil. Aunque nadie me lo advirtió, pronto llegué a la conclusión de lo pasajero de mi existencia. Eran tantos los peligros que me acechaban, que ya era difícil sobrevivir un solo día, y llegar a un mes sólo se podía conseguir si el destino te había rodeado de peñascos o de alguna planta venenosa a la que nadie quería acercarse. Y aún, si lograbas sobrevivir, la esperanza de vida no sobrepasaba, apenas, unos pocos meses. 

Como digo, ese mes de abril en que nací, había sido lluvioso casi en demasía y unido a que los vientos habían soplado con generosidad el mes anterior, llegamos a un mes de mayo exuberante en el que los colores de las plantas  ponían el marco adecuado para escuchar los sonidos de la primavera, con los gorjeos de los jilgueros, el silbo aflautado de los mirlos, el grito estridente de los vencejos o el trisar de las golondrinas. Pero todo entonces, era efímero. Nadie podía asegurar que cuando el sol apareciese detrás de las montañas alguno de nosotros seguiría viviendo.

Yo me quejé a un olmo cercano. Él era sabio y tenía más experiencia de la vida porque había vivido muchas estaciones, muchos soles y muchas lunas. Yo creo que, sólo para consolarme, me contó que más allá del horizonte, donde corría el sol al caer de la tarde, y donde vivía la luna hasta que salía a dar su paseo nocturno, mucho más allá, me dijo, había un cielo precioso para las amapolas.

Yo le pregunté si había también un cielo para los olmos, y otros para las margaritas y para las azucenas, que había oído que eran unas flores preciosas. Y me dijo que no; que sólo era para las amapolas. Porque las amapolas somos flores sencillas, sin pretensiones ni aires de grandeza. Allí en nuestro cielo, me contó el viejo olmo, viviríamos para siempre, y el rojo color de nuestros pétalos se mantendría para siempre brillante y lozano, como ahora lucía entre las margaritas y las demás florecillas silvestres que me rodeaban y que como yo era aún demasiado joven no me había aprendido sus nombres.

No me lo llegué a creer del todo. Era demasiado bonito y no era justo. Yo pensaba que las margaritas, que también eran flores sencillas, y todas las demás, aunque no conociera su nombre, también deberían tener un cielo, aunque estuviese aún más lejos del horizonte donde se esconde el sol.

Aquella noche, antes de dormirnos, el viejo olmo me aseguró que vendría alguna vez a visitarme al cielo de las amapolas y esa noche soñé con estrellas relucientes y hasta me pareció que la luna se acostó a mi lado hasta que el sol vino a despertarnos cuando amaneció la aurora".





Yo la conocí ya en los últimos días de su vida, debió ser a mediados de agosto. Estaba en un búcaro de cristal, junto con otras flores silvestres que había recogido mi nieta y que mi hija había puesto en la mesa del cuartito de estar, junto a la ventana del patio.
Me llamó la atención su vivacidad en comparación con las demás, que ya se las veía demasiado ajadas y algo tristes. Yo me cuidaba de cambiar el agua del florero donde ponía un trocito de aspirina, y una tarde, mientras todos dormían la siesta, ella me contó su vida.
Cuando todas las flores murieron yo sabía que mi amapola estaría llegando a su cielo, al cielo de las amapolas; que está más allá del horizonte, hacia donde todos los días el sol corre al caer de la tarde y donde vive la luna, esperando que llegue la noche para salir a dar su paseo de todos los días. 

domingo, 28 de abril de 2013

PAISAJES CON FIGURA: ESTÁN LLEGANDO LOS VENCEJOS A LA TORRE DE SANTA MARÍA DE GRACIA.


Pues sí, ya estamos aquí, yo me he recorrido casi 10.000 kilómetros hasta llegar a Chinchón. Es que yo nací aquí y de aquí eran mis padres, por eso me gusta volver todos los años y además me hace ilusión que mis hijos sean también de aquí. No os digo más, que nuestra familia es conocida por ahí como "Los de Chinchón". Vengo de África... de muy al sur, pero no me preguntéis de qué país porque por allí es muy difícil distinguir las fronteras.
Nosotros los vencejos somos aves de costumbres aéreas. Nuestras patas se han hecho tan débiles por el poco uso que, cuando caemos al suelo, somos incapaces de remontar el vuelo; por eso nunca nos posamos en el suelo, a no ser por accidente. Nos alimentamos en el aire, y en el aire nos apareamos e incluso algunas veces dormimos en el aire.
Al atardecer, los vencejos subimos cada vez a mayor altura hasta que se nos pierde de vista; Los hombres   creían que volvíamos después de anochecer para dormir en sus nidos, pero no es así, solo los que no tienen que incubar o cebar pollos permanecen en el aire hasta la salida del sol.
Lo que muchos de vosotros no sabéis es que nos vamos en invierno al sur porque allí entonces hay más alimento. En invierno aquí en Chinchón no queda un mal insecto que echarse al pico. Ahora, a primeros de mayo ya es otra cosa.
Construimos los nidos de pajas, hierba y plumas, cimentado con saliva, bajo los aleros de los edificios y en tejados, y también a veces en hendiduras de rocas. Las hembras ponen, de mayo a junio, de 2 a 3 huevos blancos; pero los incubamos los dos, en la pareja, de 18 a 20 días. Los pollos niños, alimentados por nosotros, los dos padres, vuelan después de 35 días.
Y de aquí de Chinchón, como ya sabéis nos vamos el día 25 de julio.. sí el día de Santiago Apostol, después del encierro de los toros... Entre otras cosas nos gusta volver aquí, porque sabemos el momento exacto para iniciar el retorno a las tierras africanas,
¡Que nada más, que me alegro de volveros a ver una año más...!