viernes, 3 de agosto de 2012

EL AMO. EPÍLOGO Y FIN


Cuando Nicomedes Martínez Hinojosa guardó en el portafolio  las copias de las escrituras y en su cartera el cheque bancario por importe de cinco millones de pesetas que le terminaban de entregar en presencia del señor notario, no tuvo ninguna sensación especial. En esta ocasión él era representante de la parte vendedora en su nombre y en el de sus dos primas, pero este pueblo no tenía ninguna significación afectiva para él. Ni el pueblo ni la casa que llamaban el Solar, que terminaba de vender.
Habían pasado varios años desde la muerte de la abuela Rosa; cuando los hijos decidieron vender la casa de la calle Leganitos, encontraron los documentos que había dejado su madre para ellos antes de morir, entre los que estaban las partidas de nacimiento de los dos y en su dorso la nota manuscrita de su padre en la que reconocía sin ningún género de dudas su paternidad. Entonces pensaron que este documento podría ser suficiente para reclamar la parte de la herencia paterna que les pudiese corresponder.
Los trámites de la demanda fueron largos. Por fin el juez aceptó la demanda y les dio la razón; pero los que hasta ahora se habían considerado como únicos  herederos legales fueron interponiendo recursos, cada vez que una instancia superior seguía reconociendo los derechos de los demandantes.
Cuando el Tribunal Supremo falló a  favor de los herederos de su abuela Rosa, se terminaron las posibilidades de la otra parte de seguir apelando, y por primera vez se creaba jurisprudencia al aceptar un documento privado manuscrito como prueba para reconocer una paternidad.
Se habían hecho previamente las oportunas averiguaciones para conocer los bienes que pertenecían al abuelo Nicomedes, y a pesar de que después de su muerte se había producido la venta de muchas propiedades, todavía quedaba suficiente patrimonio para que a todos los herederos les quedara una aceptable minuta.
La decisión final del juez fue asignar a los hijos de su legítima esposa doña María de la Amargura Pastrana las fincas rústicas y una pequeña casa en Recondo y a los hijos de su protegida doña Rosario Buitrago Martínez, la finca urbana en Recondo, conocida como El Solar.
Aunque posiblemente la parte que se asignó a sus hijos legítimos pudiera tener un valor teórico superior, el asignar el solar a sus hijos naturales representaba un verdadero guiño del destino. El Solar que había representado para doña Margara la culminación de toda su ambición de pertenencia a la élite social de Recondo y por el que había sido capaz de cometer todos los desmanes inimaginables hasta perder, incluso, sus valores morales, para ser aceptada por todos como dueña y señora del Solar; ahora iba a pasar a manos de unos desconocidos, para los que la casa no tenía ninguna significación y sólo les interesaba su valor económico.
Para doña Margara, ya muy mayor pero con sus facultades mentales intactas, al conocer la noticia, supuso el tener que aceptar que toda su vida había sido un rotundo fracaso al no poder legar a su heredera lo que era el símbolo del poder y el prestigio de la familia. Ella se había prometido que no saldría de esa casa si no era muerta y eso, al menos, sí se lo concedió el destino, porque unos días antes de la fecha marcada por el juez para dejar libre la propiedad, moría rodeada por sus familiares pero sin haber logrado limpiar su conciencia de todos las maldades que cometió durante su vida, motivadas por su soberbia y por su enfermizo deseo de venganza contra todos los que se intentaron cruzar en su camino.
La muerte de su hijo, de la que acusó a personas inocentes para ocultar el suicidio,  la manipulación a sus propias hijas para que hicieran siempre su voluntad sin importarle lo que ellas pudieran querer y el engaño a su marido para casarse con él, y toda una vida en la que nunca le llegó a mostrar ni un ápice de cariño, no podían tener otro colofón que el perder lo más importante para ella, el Solar.
Al contrario, Rosa no vivió su triunfo. Pero ella tampoco lo necesitaba. Se hubiera alegrado mucho, por supuesto, de que la casa de su Amo, fuese para sus hijos, pero para ella tampoco significaba prácticamente nada ese caserón de Recondo. Ella hubiese tenido la íntima satisfacción de que toda su vida entregada a un hombre, tuviera ahora la recompensa de que sus hijos que habían tenido que crecer sin un padre de pequeños y después tener que ocultar su identidad, recibieran ahora una recompensa económica, aunque realmente no la necesitaban.
Y como no la necesitaban, ni Rosa ni Genaro quisieron hacerse cargo de la herencia y la cedieron a sus hijos. Aunque últimamente había cambiado un poco la valoración que tenían de su padre, no podían perdonarle todos los años de niñez en los que no entendían por qué ese hombre que llegaba de vez en cuando a casa, que alguna vez los traía algún regalo, que dormía en la alcoba de su madre, y que ella decía que era su padre, no se quedaba en casa como los padres de todos los niños que conocían. Y cuando fueron mayores y su madre les contó la verdadera situación no entendieron por qué no les había reconocido como hijos ni había permitido que fuesen nunca por el pueblo de su madre.
Las hijas de Rosita y el hijo de Genaro no vivieron nunca esta realidad familiar. Para ellos era normal el no conocer a todos sus abuelos, pero eso también les ocurría a los otros chicos. Cuando se solucionó todo y los padres les informaron que iban a heredar de su abuelo, no tuvo más repercusión que la alegría de acceder a un dinero que les podría ayudar a mejorar su situación económica para conseguir una casa, comprar un coche o celebrar una boda más elegante.
El joven Nicomedes sólo había estado una vez en Recondo y fue con motivo del entierro de la abuela. Habían visto también el panteón en el que les dijeron que estaba enterrado el abuelo, y su padre le dijo que rezase un padrenuestro, pero nada más. Posiblemente volviesen por allí cualquier día porque era un pueblo muy bonito y se veía que había buenos sitios para comer y que todos los domingos llegaban muchos turistas a pasar el día.
No se conocieron con los otros herederos de la familia de su abuelo. Cuando se efectuó la adjudicación judicial de los bienes, sólo estuvieron presentes los abogados de las dos partes y nunca llegaron a coincidir con ellos porque todos los que aún vivían habían abandonado Recondo.
Para él no había velos que modificasen la percepción de su memoria. Su familia nunca había tenido que descorrer los velos que distorsionan la memoria e impiden conocer lo que realmente había ocurrido.
El sedoso y gris velo del tiempo se fue decorriendo poco a poco, y Rosa supo aceptar una realidad, muchas veces poco agradable, pero que siempre aceptó con total normalidad.
Para ella nunca existió el oscuro y espeso velo del olvido, porque siempre pensó que de todos los avatares de la vida siempre se podía sacar algo positivo.
Rosa siempre fue sincera con sus hijos y nunca trató de mentirle cuando ellos fueron capaces de entender la situación especial en que se encontraba, aceptando una realidad en la que ella nunca consideró que era culpable, por lo que el pegajoso y camaleónico velo de la mentira sólo se utilizó para difuminar la realidad hacia una sociedad hipócrita que no aceptaba públicamente situaciones que en privado potenciaba.
El pesado y pardo velo del recelo nunca se interpuso en su vida, porque había aceptado su situación y nunca consideró como enemigos, ni a las personas que no se habían comportado bien con ella.
Tampoco sufrió el velo ruin y tornasolado del resentimiento, porque había aprendido a no esperar de nadie lo que sabía que nunca le iban a dar.
Y por fin, nunca necesitó el frío y negro velo de la venganza, porque nunca deseó el mal a nadie, y siempre pensó que sería el Destino quien al final haría justicia para todos.
El recuerdo de Rosa quedó en la memoria de sus hijos y de sus nietos, que se encargaron de trasmitir a los hijos de sus hijos. El recuerdo de una mujer fuerte, cariñosa, sufrida y entregada a los suyos, enamorada de un hombre egoísta y soberbio, fruto de una época y de una educación caduca, que no tardaría en ser arrasada por los acontecimientos que se fueron produciendo en los años siguientes. Un hombre que no supo apreciar su afecto, aunque, dentro de su mentalidad fue posiblemente con la única mujer que tuvo un comportamiento responsable.
La abuela Rosa, descansa en un rincón del cementerio de Recondo, junto al lujoso panteón de una familia adinerada y de alta alcurnia, en una pequeña tumba con una blanca lápida de piedra, que poco a poco se irá tiñendo con el moho de la humedad y del paso del tiempo, pero en la que se podrá leer aún cuando pase muchos años una frase tallada en grandes letras, que casi nadie entenderá en todo su sentido, y que podía ser el colofón de toda una vida: "JUNTO A TI, PARA SIEMPRE".

Baños de Fitero: 25 de febrero de 2012.

FIN DE LA SEGUNDA PARTE DE LA NOVELA "LOS VELOS DE LA MEMORIA- EL AMO"
Espero que os haya entretenido.


Si quieres leer toda la novela de nuevo, la puedes encontrar íntegra pinchando en la portada del libro que aparece al final de la página principal de este blog, en "Mis libros de ficción".

jueves, 2 de agosto de 2012

SIN MEDALLAS (O CASI)



Hace así como cuatro o cinco días que han empezado los Juegos Olímpicos. Como su propio nombre indica se trata de unos juegos, y como tal, sujetos también al azar, además, por supuesto a la preparación y al valer de los competidores. 
Pues aunque sólo han pasado unos días y faltan todavía muchos más, los medios de comunicación están escandalizados porque aún no se han conseguido ninguna medalla... y alguna ha estado muy cerca y no se han conseguido por casualidad, caso fortuito, desgracia imprevista o causas imprevistas, que son algunas de las acepciones que el diccionario de la Real Academia de la Lengua admite para la palabra azar.




Mención aparte tiene el caso del fútbol. Resulta que no, que no éramos los mejores, que esto del juego es una cosa muy sensible y que conseguir éxitos es una combinación demasiado sufisticada que sólo se da en muy contadas ocasiones, y que si se gana no pasa nada fuera del propio juego, y si se pierde tampoco es cosa de hacer un duelo nacional. Y ya puestos a opinar en este caso, considero que si en todos los demás deportes acuden los mejores (incluido el baloncesto), no entiendo por qué en el fútbol se hace un campeonato descafeinado de profesionales en formación, aunque se haga la “vista gorda” si se hace alguna “trampilla”. O van los mejores de cada país, o mejor que no vayan; porque lo del “amateurismo” ya ya no cuela demasiado.




Claro que esto de las medallas tiene otra forma de verse. Y si no, que se lo digan a los chinos. Si se cumplen las previsiones van a ser los que más medallas ganen en Londres. Pero viendo el “precio” que tienen que pagar los atletas que son “amaestrados” desde muy niños para lograrlo, pienso que no merece la pena. Yo no sé que es peor si el dopaje o este sistema de entrenamiento inhumano al que se someten. 
Con esto de las medallas, el problema está en que muchas veces, se quieren colgar las medallas los que no han hecho nada para conseguirlas, o sea: los periodistas, los políticos y los que estamos resentados en los sillones viendo, con una cerveza en la mano y comiendo panchitos, cómo sudan y se esfuerzan los atletas, para terminar diciendo que “hemos” ganado la medalla.
Ya digo, que no pasa nada. Que si ganamos alguna medalla, bien; pero si no, tampoco va a subir más la prima de riego, tendremos que pagar más en la botica, ni se va a utilizar como excusa para bajarnos las pensiones o quitarnos la paga de Navidad. Para eso, ya han encontrado otros argumentos.

P.S.: Después de escribir esta entrada me he enterado que Mireia Belmonte ha ganado una medalla de plata en 200 metros estilo mariposa, con un tiempo de 2.05,25 por detrás de la china Jiao, oro y por delante de la japonesa Hoshi, bronce. Y esto ha sido noticia de portada en toda la prensa de España, aunque no cambia en casi nada lo que he escrito anteriormente. 


Hoy en el País.

miércoles, 1 de agosto de 2012

ENTREVISTA A ESTEFANÍA ARIZA


El pasado día 30 de junio de 2012, el periodista Victor Rodríguez Gago hizo una entrevista a Estefanía Ariza, que está a vuestra disposición en youtube.

Nos lo presenta así:  La joven soprano española habla de su carrera como cantante de ópera y zarzuela, que da sus primeros pasos. Nacida en Chinchón y formada en la Escuela Superior de Canto de Madrid y en sesiones magistrales por maestros como Montserrat Caballé, Raúl Arbeloa o Luciana Serra, entre otros, Estefanía Ariza es una de las voces emergentes de la escena lírica en España. 

Lo podéis ver en: 


Además nos anuncia su próxima actuación en el Teatro Lope de Vega, que tendrá lugar en Chinchón, 22 de septiembre de 2012, acompañada al piano por  Elías Romero.

Aprovechando, podéis ver también a Estefanía Ariza en una clase magistral con Montserrat Caballé:


También os dejo el enlace con su página Web:  http://www.estefaniaariza.com/#!Inicio/mainPage

Os tendré informados con más detalles de este extraordinario concierto.


martes, 31 de julio de 2012

JUEGOS OLÍMPICOS.

Como en estos días estoy delante del televisor, para no perderme nada de los Juegos Olímpicos, no he tenido tiempo de preparar nada para el blog. Sólo, mientras lloraba por la derrota de los del fútbol, me ha dado tiempo a seleccionar estas viñetas, porque ya se sabe: a mal tiempo, buena cara.



En el País, estos últimos días.

lunes, 30 de julio de 2012

EL AMO CAPITULO XXVIII


Aunque se encontraba mayor, había cumplido ya los setenta años, se decidió a emprender este viaje que muchas veces había pensado. Aunque no era un viaje cómodo, su hijo la llevó hasta la estación del tren y cogió un billete de ida y vuelta para Recondo.
La mañana soleada hizo el viaje mucho más llevadero. El tren iba recorriendo los campos en los que ella había trabajado de pequeña, ayudando a sus padres. Los chopos y los álamos blanco serpenteaban por la vega siguiendo el curso del río que apenas si llevaba el agua suficiente para regar esas tierras, generosas con sus cultivos y bellas para ser admiradas a través de la ventanilla del tren. Cuando se acercaba al pueblo, lo primero que se divisaban eran los dedos alargados de los cipreses del camposanto. Detrás la silueta de la iglesia y las casas escalonadas en la falda del monte que descendía hasta la plaza.
Llegó a la estación de Recondo a eso del mediodía. En el tren viajaban tres arrieros que habían cambiado sus carros por este nuevo medio de transporte para llevar los odres de vino hasta Madrid. También habían subido en las estaciones de los pueblos algunos hombres y mujeres con las ropas de domingo, que irían a solucionar algún asunto oficial a Recondo que era la cabeza de partido de la comarca. Habían llegado ocho o diez hombres, en traje de faena, que no hablaban con nadie y solo cuchicheaban entre sí, con frases cortas e ininteligibles. Rosa pensó que debían ser estraperlistas, que iban al pueblo a por las mercancías sin que pasasen por los controles de la oficina de Abastos. Eran legumbres, harina, patatas y hasta alguna vasija de aceite. Los cargaban en sacos que luego iban tirando desde los vagones, antes de llegar a la capital, aprovechando las cuestas en las que el tren perdía velocidad. En el campo, varios hombres esperaban para recogerlos y ponerlos a buen recaudo antes de que las autoridades pudiesen confiscarlas.
Lo bueno que tenía Recondo era que allí la gente estaba acostumbrada a la llegada de muchos forasteros y nadie reparaba en ellos. Rosa no llamó la atención y nadie la llegó a reconocer. Bajó hasta la plaza que hacía tanto tiempo que no veía. Se admiró de la armoniosa combinación de las casas con sus soportales y balcones y la mole de la iglesia como un telón de fondo de un grandioso escenario teatral. Aunque lo había visto miles de veces siendo pequeña, nunca se había percatado de la belleza del conjunto.
Llegó al Solar. La puerta estaba abierta, como era costumbre en todas las casas del pueblo. Entró, cruzó el portal de la entrada y llegó al patio. No había nadie, espero unos segundos, y recordó cómo era costumbre llamar en el pueblo:
-¡Ave María Purísima!
Desde el corredor de arriba, se asomó la que debía ser una criada.
-¿Qué quiere?
-¡Buenos, días, busco a doña Margara!
-¿Quién es usted?
-Mi nombre es Rosario, pero posiblemente ella no me conozca; dígale que quiero hablar con ella, que es importante.
-¡Un momento!
El patio estaba limpio y era bonito. Tenía varias columnas de piedra que sustentaban el corredor de la planta alta. Había una banca y unas sillas bajo el corredor inferior, pero no había plantas ni adornos, como ella recordaba de la casa de sus señores.
Por la amplia escalera que daba al zaguán de entrada bajó doña Margara. Debía ser un poco mayor que ella, vestía también de luto riguroso, como ella misma; era aproximadamente de su misma estatura, pero bastante más delgada; peinada con el pelo recogido hacia atrás formando un moño en la nuca. Usaba anteojos y tenía la piel muy blanca aunque con muchas arrugas. Sus ojos eran pequeños y su mirada penetrante. Era una mujer que inspiraba temor y con ella cualquiera sabía inmediatamente que no se podía tener ninguna familiaridad.
-Buenos días, soy doña Margara, cual es su nombre y qué desea, me han dicho que era importante.
-Buenos días, mi nombre es Rosario Buitrago Martínez, aunque posiblemente usted pueda haber oído hablar de mí como Rosa; y he querido venir hasta Recondo para ofrecerle mi más sentido pésame por la muerte de su marido, don Nicomedes.
Doña Margara nunca podría haber reconocido a esa mujer como la Rosa, la querida de su esposo. Habían pasado demasiados años. Nunca habría asociado a aquella jovencita a la que conocía de sus tiempos en el colegio, con esta mujer tan mayor, aunque todavía mantenía el aspecto jovial y el porte vulgar de una mujer sencilla.
No podía haberla reconocido, entre otras cosas, porque nunca quiso saber nada de sus existencia, ni de sus relación con su marido; y mucho menos desde que él murió, porque desde entonces borró de su recuerdo cualquier cosa que le pudiese recordar este baldón en la vida de un hombre que debería de haber demostrado su rango y categoría de persona distinguida y respetada en Recondo.
Se quedó mirando a esa mujer que se había atrevido a venir a su propia casa para restregarle en su propia cara su existencia, y además con altanería y orgullo de su situación y de su relación con si esposo.
-Muchas gracias, Rosario, pero no puedo admitir el pésame de una persona que con su vida mancillado el honor de un honrado esposo y padre de familia, y no ha sido capaz de mantener su vergüenza oculta a los ojos de las personas decentes. Lo siento, pero no tengo nada más que hablar contigo.
-Pues lo siento, Margara, pero no vas a tener más remedio que escucharme, porque ya que no acepta mi sentimiento de dolor por la muerte de Nicomendes, debo decirte que eso es porque tú no has sentido lo más mínimo su falta. Yo sé muy bien lo que él ha representado para ti… Nada, como no haya sido la posibilidad de mantener una situación económica que tu familia había perdido, y gracias a tus malas artes y a las de tu madre, conseguiste engañar al pobre Nicomedes para que no tuviese más remedio que casarse contigo y así tú conseguir lo que te habías propuesto… No, no me interrumpas… Él me lo contó siempre todo… Tú nunca le quisiste, tú le despreciabas y tú, mejor que nadie, sabías que él era un pobre hombre enfermo de sus vicios y siempre sometido a tus órdenes…
-Tú no tienes autoridad para poderme decir a mí todas estas barbaridades. Tú no eres nada más que una furcia que también supiste sacar provecho de tu desvergüenza; tú eres la menos indicada para echarme en cara que fuese lista para sacar provecho de las bajas pasiones del pobre Nicomedes. Tú siempre serás una perdida y yo siempre seré una señora.
-Te equivocas, Margara. Tú nunca podrás ser una señora, porque a una señora se la respeta; a ti solo te tienen miedo. Tú como puede indicar tu nombre estás llenas de amargura y a tu alrededor sólo hay penas, envidias, venganzas y rencores. Tú nunca has querido a nadie, ni a tu marido, ni a tus hijos, ni a nadie. Tú sólo te has querido a ti, y todo lo que has hecho en esta vida ha sido para lograr tus propósitos y dominar a todos los que te rodean.
-Pero yo, por lo menos tengo la admiración y el reconocimiento de toda la sociedad de Recondo, yo me puedo pasear por sus calles y las gentes me saludan con respeto, yo soy alguien importante para todos… Tú en cambio, te tuviste que marchar de aquí, con la cabeza baja por la vergüenza; no has tenido el valor de volver, y nadie en el pueblo se volvió a acordar de ti; seguro que hoy nadie te ha saludado ni nadie te ha reconocido; tú, en realidad, no eres nadie…Y ¿Sabes lo que te digo? Que me das pena, que eres una mujer digna de lástima porque has tenido que sobrevivir de tus vergüenzas y de tu vida de ramera… Y si quieres que te diga, ni siquiera Nicomedes te quiso nunca… tú sólo eras para él la furcia que siempre estaba esperándole para hacerle las guarradas que a él le gustaban, pero nada más…Y tus hijos… a tus hijos no los reconoció nunca… tus hijos son… eso… unos verdaderos hijos de una puta… Realmente me  das pena… en esta vida nadie te ha querido…
-Creo que te equivocas, Margara. Nicomedes siempre me quiso, y siempre me lo demostró como él podía hacerlo… Él reconoció a sus hijos y dejó firmado que eran hijos suyos, y si no lo hizo en el juzgado es porque tu maldad se lo prohibió, porque él si quería hacerlo… El me contaba todo lo que apenaba su corazón, él me contaba todas sus aventuras y desventuras, sus anhelos y la mala vida que tenía que soportar a tu lado… Margara, tú sí tienes motivos para ser infeliz, tú has sido una desgraciada toda tu vida, porque aunque han tenido dinero, reconocimiento y aceptación por esta mezquina sociedad de Recondo, te ha faltado lo que más necesita una mujer, el cariño y el respeto de un hombre, y tú nunca tuviste su cariño ni su respeto, porque como bien sabes te engañó durante toda su vida, no conmigo, sino con todas las criadas de la casa, delante tuya, y con todas las mujeres que tuvo oportunidad, y eso lo conocías tú, lo conocía yo y lo que es más grave, lo conocía todo Recondo, por lo que tú has sido el hazmerreír del pueblo y de la comarca entera. ¡Caro te ha salido el ser la dueña del Solar!
-¡Fuera de mi casa! No permito que una vulgar mantenida de mi marido, venga después de su muerte a reírse de mí.
-Yo no me he venido a reírme de ti. He venido a decirte que te acompañaba en el sentimiento de pérdida por la muerte de tu marido… Pero ya veo que me equivoqué, debía haber venido a pedirte que me acompañases a mí en el sentimiento por la muerte de mi amante, de mi Amo, porque yo sí he sentido su muerte, porque yo sí le quise, porque él me quiso a mí durante toda su vida…
Y sí, me marcho de tu casa… Aunque algún día el Solar puede ser la casa de mi familia, la casa de los nietos de Nicomedes, la de los hijos de mis hijos…
El médico había llegado hacía unos minutos, puso la mano sobre su frente y tomó el pulso de la muñeca.
-La veo muy mal. ¿Cómo ha pasado la noche?
-Muy intranquila y con mucho desasosiego. Desde hace más de una hora parece que está delirando… Dice cosas que no se le entienden, pero en su cara se podía adivinar una clase de sonrisa, como si estuviera disfrutando de algo muy importante para ella. Ahora, cuando usted ha llegado, se ha quedo más tranquila.
A las seis y treinta y cinco de la tarde, Rosa, moría rodeada por sus hijos y sus nietos. Ahora, ya, descansaba en paz.

domingo, 29 de julio de 2012

UNA VISITA TEATRALIZADA POR LA HISTORIA DE CHINCHÓN.

                                        

Los sábados día 30 de junio y 14 y 21 de julio se han celebrado con gran asistencia de público y gran éxito las visitas teatralizadas que recogen varios acontecimientos de la Historia de Chinchón.

El anfitrión de toda la representación es don Camilo de Goya y Lucientes, hermano del célebre pintor y capellán de los Condes en la Iglesia de Santa María de Gracia.
La acción comienza delante del Parador de Turismo, para seguir en la Casa de la Cadena, donde pernoctó el Rey Felipe V, para continuar en el recinto del Pilar, donde se encuentra la Oficina de Turismo de Chinchón.


Allí nos presenta al famoso torero Salvador Sánchez "Frascuelo" quien nos cuenta la grave cogida que tuvo en unas fiestas de Santiago en Chinchón y cómo, cuando fue famoso, quiso agradecer a los chinchonenses sus cuidados y afecto.


En la Plaza de Galaz, camino de la plazuela de Palacio, nos encontramos con Juan Barranco, uno de los 103  paisanos nuestros que fueron asesinados por los franceses en los últimos días del año 1808.


Nos presenta, junto al Teatro Lope de Vega, a doña Francisca Enríquez de Rivera, la Virreina del Perú y Condesa de Chinchón, que nos va a narrar cómo se descubrió el remedio de la quina, que en su honor el sabio sueco Linneo bautizó como "chinchona".


Ya en el pórtico de la Iglesia parroquial vamos a conocer a doña María Teresa de Borbón y Vallábriga, hija del Infante don Luis, esposa de Manuel Godoy, que nos va a contar cómo don Francisco de Goya la inmortalizó cuando estaba embarazada de su hija Carlota.


El mismísimo Goya nos contará cómo y por qué pintó el cuadro de la Asunción de la Virgen que se guarda en la Iglesia parroquial de Chinchón, y que en este mes de julio se ha conmemorado el doscientos aniversario de su colocación en el retablo de la Iglesia.
Además os podréis encontrar muchas sorpresas y anécdotas de la historia de Chinchón, que ha redactado Conchi Olivar en un guión ameno y lleno de guiños al humor, pero guardando siempre fidelidad a los hechos que se narran.



Dejamos a don Francisco de Goya del brazo de la Condesa de Chinchón, cuando ha terminado la representación. Para el próximo día 8 de septiembre está prevista la continuación de estas representaciones. Yo creo que no os lo debéis perder.

Las fotografías están tomadas del Facebook de Cultur-Arte Chinchón.