martes, 17 de julio de 2012

EL CÓDICE CALIXTINO.

Mi amigo Alfonso, que me suele enviar datos interesantes y que alguna vez he compartido con todos vosotros, me envía este comentario sobre el famoso y muy actual Códice Calixtino, que he considerado que puede ser de interés para muchos de los que a diario visitan este blog.


"Me extraña que no sea usted un experto en el Códice Calixtino. Porque no hay tertuliano o columnista que no haya hablado del asunto sentando cátedra. Normal, teniendo en cuenta que estamos rodeados de gente capaz de explicar la prima de riesgo, el Bosón de Higgs y por qué Fernando Alonso debería haber entrado en boxes para cambiar las ruedas, con la misma seguridad y vehemencia. Me descubro ante ellos. Lo saben todo. Luego no le pregunte por las ruedas de su coche porque no tienen ni puñetera idea.
Pero, aun así, se ha hablado poco sobre el contenido del Códice. Un servidor ha preguntado
a los que saben. Expertos en libros antiguos, historiadores y teólogos. Para empezar, lo de Calixtino le viene grande, ya que no fue escrito por el Papa Calixto II. Pero, como se publicó durante su papado, lo utilizaron como campaña publicitaria. Casi todo el mundo se ha quedado en que se trata de un libro con más texto que imágenes y que es muy valioso.
Hay quien ha ido más allá y nos ha contado que se trata de una especie de guía de viajes del siglo XII. Pero poco se ha contado sobre su literatura. Y tiene su aquél.
Está escrito por varias manos, a lo largo de cinco partes. Aunque el 'copyright' es de Aimerico
de Picaud, un peregrino francés, que llegó a Santiago de Compostela en el año 1143. En el libro se recogen vivencias del viaje, milagros de la época y leyendas sobre la tumba del apóstol. Y, entre una cosa y otra, cuenta cómo son las gentes con las que se encuentran. Ojo al dato, que la cosa tiene tela. Los vascos salimos trasquilados. En concreto, en el capítulo séptimo, 'De nominibus terrarum et qualitatibus gentium que in ytinere Sancti Jacobi habentur'. "Los navarros y vascos torpemente visten y torpemente comen y beben". "Si los vieres comer, los considerarías perros o cerdos. Si los oyeres hablar, te acordarías de los perros que ladran, pues tienen una lengua de todo punto bárbara. Navarro o vasco matan, si pueden, por una moneda a un galo". Y luego nos quejamos de ciertos contertulios políticos. Lo único bueno que dice es que "son valientes en la batalla, esforzados en el asalto de fortalezas, puntuales en el pago de los diezmos y asiduos en las ofrendas al altar". Entre vascos y navarros apenas apunta diferencias, salvo que los vascos son más pálidos de piel.
Pero ojo, que no se salva nadie. Sobre los castellanos dice, "pasado Montes de Oca, a saber, hacia Burgos, siguen las tierras de los españoles, esto es, Castilla y Campos; esta tierra está llena de riquezas, con oro y plata, feliz, con tejidos y yeguas fortísimas, fértil en pan, vino, carne, pescados, leche y miel; sin embargo, está desolada de árboles y llena de hombres malos y viciosos". Y añade, "salen al camino a los peregrinos con dos o tres dardos para cobrar por la fuerza los injustos tributos, y si alguno de los transeúntes no quiere dar las monedas a petición de ellos, los hieren con los dardos, y con esto les quitan el censo, afrentándolos, y hasta las calzas los registran".


Conste que hay cosas peores. Como que los navarros fornican con el ganado. Así que, según Picaud, el recorrido está lleno de guarros, paletos, ladrones y asesinos. Solo al llegar al destino afloja un poco. "Las gentes gallegas concuerdan mejor que las demás con las nuestras francesas por las costumbres cultas; pero se las tiene por iracundas y litigosas en gran manera". Ni tan mal. Pero llega la gastronomía y vuelve a asomar su inquina. "Todos los pescados y las carnes vacunas de toda España y de Galicia comunican extrañas enfermedades". Raro que no incluyera el pepino.
Hay que ver cómo debíamos de ser por estos lares entonces. Al parecer en Francia debían miccionar poco menos que colonia y champán. Que puede que fuera así, pero me da que no.
En todas partes hay gente así. Da igual que estemos en el siglo XXI o en el XII. El vecino siempre será más feo, más sucio y más malo. El electricista gallego ha robado un incunable. Pero no solo porque se trata de una joya literaria sino porque nos demuestra que nunca supimos viajar. No hablo del vete por aquí, come aquí o duerme allá. Sino de juzgar cómo comen, hablan o viven lo demás. Siempre mantendré que quien busca fuera lo que deja en casa no es viajero, es turista. Y de los cutres. Al final va a tener razón Unamuno cuando decía "se viaja, no para buscar el destino, sino para huir de donde se parte".
Por lo menos, en el caso de Picaud algo me dice que, a ese señor, no le aguantaban ni en su casa".