domingo, 22 de abril de 2012

LA COLEGIATA DE SAN MARTIN DE ELINES.


Llegamos a Elines muy de mañana. Nuestro guía había concertado la visita con don Bertín, el párroco, quien ese día estaba muy contento porque después, tenía una bautizo, cosa no frecuente en el valle de Valderredible, que poco a poco se va quendando despoblado.
Nos recibió don Bertín a la entrada del recinto para explicarnos esa maravilla que es la Colegiata de San Martín.
Don Bertín Gutierrez López es el párroco desde hace varias décadas y además de sus labores pastorales durante todo este tiempo se ha dedicado a cuidar y mantener la Colegiata de San Martín, lo que hace con un cariño que trasluce en sus explicaciones.





Inicialmente San Martín de Elines perteneció a un monasterio mozárabe del siglo X (queda algún resto en el claustro), luego pasó a ser colegiata y más tarde parroquia.
El templo es de una nave con presbiterio y ábside. En el costado meridional hay una poco habitual torre campanario cilíndrica (aunque el remate o cuerpo de campanas es posterior, del siglo XVII).

Existe un pequeño claustro a los pies del templo con grandes columnas que fue reconstruido con material reutilizado en el siglo XVI.


El Claustro
El claustro de Elines tiene forma trapezoidal y se encuentra al suroeste de la iglesia. En él quedan algunos arcos de herradura correspondientes a las puertas y ventanales de la primitiva iglesia mozárabe del siglo X.
Se ha organizado este recinto a modo de pequeño e interesante museo. En las pandas irregulares de este claustro existen varios sepulcros de abades. Destaca el del Abad Pedro, fechado en 1183.



De mayor valor es el llamado "Sepulcro del Caballero Peregrino", de estilo gótico. Queda cobijado por un arcosolio y apoyado sobre dos perros, que vienen a simbolizar la fidelidad. En el frontal principal encontramos a Cristo en majestad con el Tetramorfos rodeado del Colegio Apostólico.



La iglesia
Probablemente este templo pertenezca a las primeras décadas del siglo XII y, por consiguiente, habría que encuadrarlo en los años del románico pleno.
La cabecera es imponente gracias a sus proporciones y a la combinación de arcos murales.
De nuevo, al entrar en la iglesia, lo primero que siente el visitante es la armonía y el ritmo con que se combinaron los arcos dentro del contexto arquitectónico.



Una visita obligada para todos los amantes de arte románico.