viernes, 12 de febrero de 2021

LA PRIMERA COMUNIÓN



Revolviendo entre el disco duro del ordenador, me encontré estas tres viejas fotografías de la primera comunión. La primera es del año 1953 y las otras dos deben ser de dos o tres años después.

En la primera, estamos en el patio del Colegio de Cristo Rey; habíamos hecho la primera comunión en la Parroquia y después, todos juntos nos trasladamos hasta el colegio, donde nos iban a dar el desayuno. En las otras dos, están en la sacristía de la Iglesia, también después de hacer la primera comunión, pero ahora el desayuno se iba a servir allí mismo, en la sacristía.








Con los niños sentados en torno a unas mesas colocadas a lo largo de la estancia, presidían el acto las autoridades civiles, militares y eclesiásticas, con la asistencia de una amplia representación del claustro de profesores del Grupo Escolar. Allí estaba Don Juan Rodríguez, el señor alcalde y Juan González, como representante de la corporación municipal, don  Valentín Navio, el cura párroco y don José Manuel de Lapuerta, el coadjutor; don Lorenzo Nava, director del Colegio de los Grupos y Jefe del Frente de juventudes, doña Matilde y su marido don Ramon, el Comandante de puesto de la Guardia Civil, y dos maestro más, de cuyo nombre no logro acordarme, y también estaba doña Ana Tovar Lermos, la directora del Colegio y de la Sección femenina, aunque no aparece en la fotografía.

El desayuno era preparado por las catequistas y consistía en una taza de chocolate con unas tortas, magdalenas y churros, que representaban todo un manjar digno del acto que habíamos celebrado.

Después, ya con nuestras madres que nos estaban esperando, era el momento de intercambiar los recordatorios con los demás niños y acercarnos a casa de los abuelos y de los tíos para que nos vieran con los trajes nuevos y darles también el recordatorio y recibir los pequeños regalos, que no solían pasar de unas pesetas que los niños guardábamos en los bolsillos y las niñas en la limosnera, y que cuando llegábamos a casa se las entregábamos a nuestra madre para que nos las administrase. 

Después comeríamos en casa con los más allegados, no sin antes quitarnos el traje para no mancharlo, porque tendría que valer para la procesión del Corpus.

Nada de los regalos que ahora se suelen hacer en estos casos ni mucho menos, ir a comer a un restaurante como ahora también es costumbre. 

Ya digo que estos días, quizá por el aislamiento, estoy un poco nostálgico... debe ser por eso...